Últimas noticias sobre Juan de la Cierva (5/6): dos adendas al informe del ingeniero

Publicado en infolibre.es

Fuera de los comentarios a la nota sobre la misión en Roma de Juan de la Cierva que han sido objeto de las cuatro entregas anteriores, me parece imposible obviar dos cuestiones: la primera es que, para solaz y tranquilidad de los amables lectores, conviene reproducir el informe del glorioso inventor del autogiro. No espero que alguno crea que servidor se lo ha sacado de la manga, pero hay gente por ahí que no duda en inventarse o más frecuentemente tergiversar papeles o documentos. Cualquier historiador decente pone sus cartas, perdón, sus documentos sobre la mesa y no las esconde como un tahúr cualquiera. Ya lo demostré, a lo que parece con escaso éxito, con la carta manuscrita que casi un mes después de su informe sobre su misión en Roma Juan de la Cierva envió al general Mola. La segunda cuestión estriba en contextualizar en un marco más amplio su hasta ahora desconocido informe del 26 de agosto. Lo haré en forma de adendas, para no mezclar las cosas.

Adenda I

Uno de mis detractores, y a quien el gobierno de la Región de Murcia ha hecho más caso que a servidor, podría aducir que todo lo que antecede (salvo el episodio, fundamental en mi opinión, del Dragon Rapide) fue posterior al golpe de Estado de julio de 1936. Por consiguiente, no demostraría per se que el preclaro ingeniero, espejo de excelencia de las glorias murcianas, hubiese conspirado contra el gobierno legítimo de España antes del mismo. Las circunstancias previstas en la Ley de Memoria Democrática (LMD) no se le aplicarían.

Tengo que confesar que me parece capcioso este argumento.  A muchos de los ennoblecidos por Franco podría, en puridad, aplicárseles la misma “explicación”.  Obraron a posteriori. Como tantos otros. Ahora bien, incluso en un país no tan desarrollado política e institucionalmente como las restantes democracias europeas occidentales, no se les podía pedir que, después del fracaso de la “Sanjurjada”, obraran con un descuido y una prepotencia similares. De hecho, como he mostrado en mi libro El gran error de la República, del fracaso de Sanjurjo los conspiradores extrajeron numerosas y provechosas enseñanzas. El dúo Azaña-Casares Quiroga, en 1936, extrajo muy pocas.

En todo caso, el argumento oculta, cuidadosamente, todo lo que B. Félix Maiz escribió sobre las conexiones Juan de la Cierva-Mola antes del golpe acerca del suministro de municiones desde el Tercer Reich. Servidor pone en duda gran parte del relato, pero un experto en la historia de la Segunda República, al que ha prestado atención el Gobierno de la Región de Murcia, también mostró un cierto desconocimiento de alguno de los testimonios fundamentales existentes sobre Juan de la Cierva, se esté de acuerdo con él o no y con la evolución política del régimen que sucedió a la agotada Monarquía en 1931.

Me refiero, no sin asombro porque siempre lo consideré cosa bien sabida, a uno de los testimonios del entonces presidente del Consejo y ministro de la Guerra Manuel Azaña. No quiero, ni puedo, creer que tan distinguido historiador lo ignore. Servidor se limitó a consignarlo, sin el menor comentario, en ¿Quién quiso la guerra civil? (pág. 32).

Se trata de una notación del 15 de agosto de 1932, es decir, a los pocos días de la “Sanjurjada (que es uno de los episodios que mayor volumen de tinta ha hecho correr). Reza, en lo que aquí interesa, así:

“Los monárquicos siguen “farrucos”. Ahora precisamente que han perdido una partida tan fuerte, quieren decir que tienen más fuerza; que lo hecho no es más que una simple muestra; pero que lo grande y decisivo vendrá pronto. ¡Bueno, bueno! En general, la opinión está al lado del Gobierno.” En Biarritz han tenido una reunión Cierva, el duque de Maura, Sainz Rodríguez, Calvo Sotelo y Pujol, director de Informaciones, Entre otras cosas Sainz Rodríguez dijo que Aznar recibe 5.000 pesetas mensuales del Gobierno. ¡Qué gente! [1]

Lo que va en itálicas es lo que yo reproduje. En el presente contexto no cabe despreciar las anotaciones anteriores a mi reproducción. Lo grande y decisivo no iba a llegar pronto. Tardaría unos pocos años. Sin embargo, llegaría.

Claro que podría pensarse que el Cierva mencionado por Azaña no era “Juanito”, pero resulta difícil creerlo. El lector ha de tener en cuenta que todos los participantes eran monárquicos, que todos conspiraban, que el Gobierno seguía de cerca sus actividades cuando la plana mayor todavía estaba centrada fuera de España y que todos ellos participaron en la conspiración hasta el final. También Juan de la Cierva.

Todos ellos participaron en la conspiración hasta el final. También Juan de la Cierva

Por desgracia, no todos los datos generados por los servicios de información exterior e interior se han localizado, pero cabe pensar que, con alta probabilidad, el presidente Azaña no se sacó aquellos datos de la manga para consignarlos en su diario.

Adenda II

Apenas si hay errores en la entrada que, el mes pasado, dedicó a Juan de la Cierva elDiario.es como sigue:

“Desde Londres Juan de la Cierva colaboró en la conspiración militar de 1936 y contrató al Dragon Rapide, el hidroavión que trasladó a Franco desde las Canarias a Marruecos. En Roma, junto a otros monárquicos, se entrevistó con Mussolini para solicitar su apoyo al golpe. Durante los primeros meses de la guerra actuó además como representante oficioso de la Junta Militar constituida por los sublevados en Burgos ante el gobierno británico, y actuó como agente de Mola en la compra de aviones y armamento.”

En relación con estas afirmaciones podemos añadir que Juan de la Cierva no llegó, que sepamos, a entrevistarse con Mussolini, si bien el exrey Alfonso XIII le había informado de su viaje. Quizá los herederos del inventor del autogiro tengan más información al respecto, pero si es así no la han hecho pública. Muy en consonancia. En el viaje que hemos documentado tampoco se vieron. Una posibilidad es que Mussolini ya se había reservado la forma y manera de intervenir directamente en los contactos con los sublevados tras delegar en su yerno, a quien en junio había nombrado ministro de Asuntos Exteriores (cargo que venía ocupando él mismo desde hacía años). En esta última condición Mussolini no había tenido inconveniente en recibir a Goicoechea, a solas, en dos ocasiones en 1935. Él era el ministro y los monárquicos estaban todavía en fase conspiratoria.

Pasados estos a la acción, Mussolini dejó la gestión diaria de los asuntos españoles en manos de su sucesor, lo cual no significa que en un tema tan delicado como intervenir con hombres, armas y municiones en un país extranjero renunciase a dar órdenes. Así que, tan pancho, Mussolini continuó su búsqueda de la gloria en tierras de España desde la retaguardia.

(Continuará)

[1] Los Diarios, 1932-1933, “Los cuadernos robados”, Crítica, Barcelona, 1997 (no es ayer) llevaban un prólogo de casi cuarenta páginas de Santos Juliá.

Aquí se puede leer el anterior artículo de esta serie sobre Juan de la Cierva.

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Ángel Viñas es coautor con Francisco Espinosa y Guillermo Portilla de ‘Castigar a los rojos’ y publicará en enero ‘Oro, guerra, diplomacia. La República española en el tiempo de Stalin’ (también en CRITICA).

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