¿Tiempos de reflexión?

La historia de las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases.
Karl Marx


Vaya por delante que no me considero un marxista ortodoxo, ni tan siquiera heterodoxo. Nunca me han gustado los escapularios, ni los ismos. Sería sin embargo absurdo declararse anti-Galileo, anti-Darwin o anti-Marx -por poner algunos ejemplos- pues todos ellos contribuyeron decisivamente al conocimiento de la realidad. Por lo tanto, al avance del pensamiento racional y, en definitiva, al conocimiento de la verdad. (1)

Si de símbolos o escapularios se trata, soy más refractario a aquellos que comportan un mayor grado de irracionalidad. Debo admitir, en consecuencia, que no siento ningún aprecio por símbolos tales como los del nazi-fascismo, incluidos los de la dictadura franquista, de la que procede este régimen monárquico. Régimen pretendidamente democrático, enmascarado tras la Constitución de 1978, que no duda en burlarse del pueblo con sus cínicas y solemnes declaraciones. Declaraciones que -como todo el mundo sabe- no se compadecen en absoluto con la realidad.

Es obvio que la lucha de clases, pacífica o violenta, tiene una larga historia. No fue descubierta por Marx ni mucho menos. En épocas en que esta lucha se agudiza -como consecuencia de la opresión que originan leyes injustas- surgen o se reavivan ideologías que encarnan esos antagonismos de intereses entre las clases. Clases que a veces se disputan el poder violentamente.

Por ejemplo, el cristianismo hace más de dos mil años surgió como expresión de esa lucha de clases entre los humildes y los poderosos. Siglos más tarde, su complicidad con los poderosos -la alianza entre el trono y el altar- dio lugar a una burocracia vaticana, corrupta e impostora, que dista mucho del pensamiento de su fundador. (2)

En tiempos de crisis económica, la clase más poderosa -la oligarquía financiera y terrateniente- tiende a utilizar todos los medios a su alcance para mantener sus privilegios a costa de las clases populares. Por ello cae en la tentación de poner en tensión a todas las instituciones del Estado a su servicio, incluidas las Fuerzas Armadas, a fin de salvaguardar sus intereses egoístas. Esta pretensión contribuye a perturbar la disciplina dentro del Ejército, pues no en vano este está constituido mayoritariamente por miembros de las clases subalternas.

Es por ello que, ante leyes injustas que oprimen a las clases populares, la aparente unidad de las Fuerzas Armadas tiende a quebrarse, pues muchos de sus miembros -pese a las medidas represivas y al carácter mercenario de algunos de ellos- acaban simpatizando con las clases oprimidas.

Son, pues, tiempos de reflexión.

Referencias:

(1) Salario, precio y ganancia. Karl Marx. http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas//es/marx-eng/65spg/index.htm

(2) El mensaje de Cristo. http://www.redescristianas.net