¿Leguina es demócrata, o es como Gallardón?

Los lectores ya entrados en años recordarán que la actual sede de la Comunidad de Madrid, situada en la Puerta del Sol bajo el famoso reloj de las doce campanadas, era durante el franquismo la sede de la Dirección General de Seguridad, DGS, centro de torturas por antonomasia, donde se ubicaba la brigada político-social.

En ese inmueble fueron torturadas miles de personas algunas de las cuales perdieron la vida como le sucedió por ejemplo a Tomás Centeno Sierra, dirigente del PSOE, torturado hasta la muerte en 1953.

Trato parecido sufrió Julián Grimau en 1962 cuando fue empujado por una ventana del segundo piso.

También fueron asesinados a garrote vil los anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado. Similar suerte corrió el estudiante Enrique Ruano que fue sacado de la DGS y lanzado a un patio.

En fin, se trata de un edifico donde muchos miles de personas sufrieron por defender la libertad y los derechos de los que ahora disfrutamos. Sin embargo en la fachada del edificio sólo hay dos placas, una homenajeando a los sublevados del 2 de mayo de 1808 y otra a las personas que colaboraron en el auxilio a las víctimas del 11M. Se echa de menos una tercera placa en homenaje a los que en ese edificio sufrieron cautiverio por defender las libertades.

Esa tercera placa no existe porque aún siguen plenamente vigentes las concesiones que los dirigentes de los partidos demócratas hicieron a los franquistas durante los pactos de la transición, y si no que se lo pregunten a los familiares de los desaparecidos durante la dictadura, o a los niños robados, por poner un ejemplo.

Como consecuencia de esos pactos se produjo un fenómeno paranormal único en Europa, el de los demócratas-franquistas, extraña combinación que todavía perdura.

En Italia no existen los demócratas-fascistas, ni en Alemania los demócratas-nazis, ni en Francia los demócratas-colaboracionistas, ni en Rusia los demócratas-estalinistas, etc. pero aquí sí, en España es completamente normal ser demócrata y ser franquista al mismo tiempo. Para conseguir este extraño fenómeno ha sido y es necesario un alto grado de amnesia colectiva sobre lo aquí ocurrido.

Un caso de amnesia inducida se dio el 30 de junio de 1995 cuando Leguina entregó el relevo de la presidencia de la Comunidad de Madrid a Gallardón en el edificio de la antigua DGS. Ese día no sólo hacían el relevo al frente de la Comunidad de Madrid, también se trasladaba la sede de la Comunidad, desde la calle de San Bernardo a la Puerta del Sol.

Ambos personajes se pusieron de acuerdo en sus discursos que fueron exactamente iguales. Hicieron loas el uno del otro y dieron un repaso pormenorizado a la historia del edificio, antigua Casa de Correos.

En la exposición sobre la historia del edificio, no hubo la más mínima referencia a que había sido sede de la DGS, de la brigada político social y lugar de tortura de numerosos ciudadanos/as.

En Alemania, estos discursos ocultando la historia hubiesen sido motivo de denuncia penal, en Francia, ambos personajes habrían sido acusados de colaboracionistas, y no digamos nada en Italia, Portugal o en cualquier otro país europeo. Aquí sin embargo, ocultar la represión franquista de forma tan descarada como lo hicieron los dos ex presidentes madrileños es lo habitual a estas alturas del siglo XXI.

Con mentalidad europea no habría lugar a dudas de que Leguina y Gallardón no serían considerados demócratas, pero teniendo en cuenta las circunstancias y límites que rodean a la democracia española habría que preguntarse ¿Leguina y Gallardón al ocultar deliberadamente la represión franquista pueden ser considerados como demócratas? Pues no sé si serán demócratas o no, lo que está claro es que pertenecen a esa “casta” de políticos que a partir de las elecciones europeas han sido catalogados como especie en peligro de extinción, y bien merecido que se lo tienen.