Gallardón hubiera encarcelado a Gandhi

Todo es “provisional”, dicen algunos, pero más parece la crónica de una muerte anunciada, la muerte de derechos que tanto ha costado conseguir. Ha habido motivos para echarse a temblar últimamente, con las reformas que conculcan derechos sociales y civiles que en los meses pasados vienen apareciendo en los periódicos que no reflejan otra cosa que lo que las nuevas leyes y normas recogen.

¿Cómo no temblar cuando se habla de tocar a la Sanidad y a la Educación a la hora de los ajustes o recortes de los que, sutilmente o explícitamente, el Gobierno de España echa a las espaldas de Europa? Cuando se toca la última, simplemente se anuncia que nos jugamos el futuro, nada más y nada menos.

Pero lo “provisional” que se esconde en las declaraciones sobre la intención del Gobierno de modificar el código penal en lo referente a la convocatoria de concentraciones, a través de las redes sociales, que conlleven desórdenes públicos, sobrepasa todas las llamadas de alarma. Y si ya nos referimos a penalizar como delito la resistencia pasiva, la cosa lleva a parámetros inconcebibles.

Algunos dicen que es un dislate. Pero a lo peor simplemente se trata de la consecuencia lógica de las prácticas de una derecha coherente con su praxis habitual en este país que considera de su exclusiva propiedad. Y, como me comentaba una amigo, creo que nuestra capacidad de sorpresa con nuestros nuevos gobernantes, se va a agotar en breve.

Lo de penalizar la resistencia pasiva – la imagen de un joven o un viejo, me da igual, ignorando a la policía, viene a la mente – ha sido calificada de errada por un analista, referida a un momento en que los enfrentamientos entre la policía y manifestantes pasan por estos momentos. No es errada. A mi juicio es explicativa de lo que es su manera de pensar, explicativa de lo que nos espera.

Si Gandhi resucitara, Gallardón lo metería en la cárcel. Y no en la India que buscaba su independencia, sino en Barcelona o Madrid, por ejemplo.