La “diplomacia” europea relega todo plan de paz para Ucrania y apuesta por el belicismo

Publicado en infolibre.es

Josep Borrell, Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, que es también Vicepresidente de la Comisión, defiende el apoyo militar a Ucrania por encima de cualquier solución diplomática

En la reciente conferencia organizada en Florencia por el Instituto Universitario Europeo (IUE) sobre el “Estado de la Unión”, Josep Borrell, Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE y Vicepresidente de la Comisión Europea (HR/VP), fue entrevistado por Euronews (ver aquí) y aseguró que “Desgraciadamente, no es el momento de mantener conversaciones diplomáticas sobre la paz. Es el momento de apoyar militarmente la guerra“.

En otro momento de la entrevista, dijo sentirse ahora “más como ministro de Defensa” europeo, pues pasa “una buena parte de su tiempo hablando de armamento” y en cómo hacerlo llegar a Ucrania. “Preferiría gastar este dinero en aumentar el bienestar de la gente, hospitales, escuelas, ciudades, como el alcalde pide. Pero no tenemos elección”, afirmó sin despeinarse.

Quizás porque se encontraba en su salsa, arropado por las paredes de una institución de la que fue presidente en 2010-2012, este destacado socialdemócrata no tuvo empacho en considerarse un diplomático y al mismo tiempo un impulsor del más crudo belicismo, Thatcher style, porque, según él, la situación no es propicia para iniciar conversaciones de paz”.

En una intervención previa a la entrevista, algún alcalde allí presente que Borrell mencionó con cierto tono displicente– debió defender un mayor gasto para las políticas públicas en apoyo a las necesidades básicas de los ciudadanos para contraponer, tácitamente, el bienestar de la población europea más desfavorecida a la perentoria misión salvadora de la “occidentalidad” de Ucrania.

Ya en el pasado tuvo Borrell más oportunidades para mostrar las supuestas dotes diplomáticas inherentes al cargo, aunque sin conseguirlo. En 2019, siendo ministro de Asuntos Exteriores del primer gobierno Sánchez, fue entrevistado en la sede del ministerio por Tim Sebastian (ver aquí), veterano periodista del canal alemán DW, al que cortó de raíz y abandonó la entrevista cuando el entrevistador le hizo una pregunta “incómoda” (sesgada, para Borrell). Sebastian, como buen periodista, le respondió: “Yo no estoy aquí para hacerle las preguntas que usted quiera”.

En varias ocasiones, la última en la citada conferencia en el IUE, Borrell ha defendido punto por punto el plan de paz propuesto por el presidente ucraniano Zelenski, al igual que hizo recientemente Pedro Sánchez ante el presidente chino Xi Jinping, siguiendo el acuerdo alcanzado en el último Consejo Europeo del 13 de abril. En este punto, nada que objetar, pues como HR/VP, el catalán defiende la voz de su amo, los jefes de Estado y de Gobierno de los 27. Asunto aparte es que la ayuda militar masiva a Ucrania cuente con la conformidad de los ciudadanos europeos, a quienes no se pregunta, no vaya a ser que difieran sobre el destino que sus dirigentes están dando al dinero de sus impuestos.

Aun siendo razonables y respetuosos con la legalidad internacional, los diez puntos del citado plan de paz están incompletos al no contar con la frase “alto el fuego inmediato” al inicio del punto 10, “Confirmación del fin de la guerra”, condición sine qua non para discutir e implementar los nueve puntos anteriores. De lograrse, se abriría un proceso de paz de varios años, con cesiones por ambos lados del conflicto pero, sobre todo, conllevaría un alivio fundamental para la población civil, el cese de la enorme sangría de vidas jóvenes en ambas fuerzas contendientes y el inicio de la necesaria reconstrucción de un país devastado.

¿Es que nadie cae en la cuenta de que seguir enviando tanques, munición y lanzacohetes solo va a prolongar más la guerra y el sufrimiento del pueblo ucraniano? O peor aún, tal vez alguien ha hecho números y los oculta, para satisfacción de determinados sectores económicos. ¿Acaso alguien piensa que con los actuales envíos de armamento el fin del conflicto está a la vuelta de la esquina? Aun multiplicando por diez esos envíos, Putin no iba a abandonar su locura pan-rusa, antes bien sería un acicate para vender a su (engañado) pueblo que Occidente quiere aniquilarles como nación y como cultura.

Rusia, que dispara alrededor de 50.000 proyectiles al día (equivalente a la producción de toda la UE en un mes), y ciñéndonos a España, podemos imaginar un gasto del PIB cercano al 15% (cerca de 20.000 millones de euros)

El gran error por nuestra parte sería humillar al pueblo ruso, mancillar su alma colectiva. Una tarea común a la que habría que dedicar el máximo esfuerzo, en lugar de enviar armas, sería ayudar a que el ciudadano medio ruso conozca toda la verdad y se despoje cuanto antes de su zar-dictador.

Por otra parte, ¿alguien ha calculado qué supondría para nuestras economías multiplicar por diez las entregas a Ucrania de armamento y munición? Ninguno de los países de la UE puede deshacerse de todo su arsenal bélico de la noche a la mañana, por lo que habría que entrar prácticamente en una economía de guerra para poner a la industria europea a fabricar 24/7 piezas de artillería de largo alcance, carros de combate, transportes blindados de tropas, aviones de todo tipo y munición de todo calibre. O bien comprárselo a EE.UU., que sería aún peor. Es decir, entrar en guerra sin estar técnicamente en ese estado.

En menos de un año, el conjunto del llamado Occidente (que incluye a potencias del Indo-Pacífico) ha enviado a Ucrania ayuda (financiera, humanitaria y militar) por unos 130.000 millones de euros, de la cual la mitad aproximadamente corresponde a Estados Unidos, sobre todo en ayuda militar (Fuente: Statista).

Si atendemos a las necesidades de Ucrania en armamento para que pueda igualarse a Rusia, que dispara alrededor de 50.000 proyectiles al día (equivalente a la producción de toda la UE en un mes), y ciñéndonos a España, podemos imaginar un gasto del PIB cercano al 15% (cerca de 20.000 millones de euros) para atender a esas necesidades y lo que eso supondría para la recuperación económica, aún maltrecha tras la pandemia y la inflación.

Sin hablar de los objetivos de la Agenda 2030, que quedarían ad calendas graecas y, como guinda del pastel, el riesgo de militarización de la sociedad, ya bastante polarizada por la irrupción en los últimos años de partidos de ultraderecha y plataformas de corte fascista.

Si no paramos pronto esta locura, si no aparecen ya movimientos ciudadanos en toda Europa que tomen las calles, si no exigimos a nuestros dirigentes que se sienten con Rusia y Ucrania a la mesa para implantar el alto el fuego inmediato y abrir un proceso de paz, nuestros hijos y nietos nos pedirán a medio plazo explicaciones del panorama desolador que vamos a dejar en sus vidas, ya bastante ensombrecido por el cambio climático antropogénico acelerado y el amenazante retroceso en las libertades fundamentales y la igualdad.

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