El desmantelamiento de la sanidad militar como antesala de la privatización de la asistencia sanitaria pública

Una reciente experiencia personal, en la que se me ha obligado a abonar una PCR por la aseguradora ASISA (Compañía de Seguros a la que me adscribí cuando el ISFAS nos avocó entre otras opciones a salir de la Sanidad Militar), me lleva a hacer una reflexión sobre el desmantelamiento de la Sanidad Militar, como prolegómeno del desmantelamiento de la Sanidad Pública, hecho este último evidente para la población en general con motivo de la crisis dramática que estamos viviendo con la irrupción del virus covid-19.

Mientras que hay ríos de tinta, de lucha de los sanitarios y de información sobre el desmantelamiento de la Sanidad Pública, en pro, fundamentalmente, de la sanidad privada, perseguir el hilo del total desmantelamiento de la Sanidad Militar, después de siglos de aportar conocimientos y logros para la sanidad de nuestro país, es harto difícil para un lego como yo. Se ha llegado a una situación de absoluta desamortización que nos ha dejado en manos de la Sanidad Pública (también desmantelada) o, algo peor, en manos de la sanidad privada, donde nos encontramos en una situación tan surrealista como que nos hagan pagar una PCR prescrita por un médico, lo cual nos lleva a pensar qué será de nosotros ante un caso de gravedad como pueda ser una operación quirúrgica en la que, como conocemos en casos cercanos, nos hagan pagar una válvula para el corazón o, aún peor, una prótesis de mala calidad nos lleve a una situación irreversible.

No obstante, he llegado a conocer algunas pistas de este desmantelamiento general a través de datos recogidos en la web del Cuerpo Militar de Sanidad, encuadrado en la Subsecretaría de Defensa, que depende operativamente del jefe del Estado Mayor de la Defensa, como, por ejemplo:

  • La Sanidad Militar unificada nació en 1990 y la obligaron a grandes cambios de adaptación. Entre ellos destacan, la Ley 27/89 que decretó su unificación, la creación del Instituto Social de las Fuerzas Armadas, que la sustituyó en la gestión asistencial; la potenciación de la medicina operativa con los EMAT seguida de las UMAAD y UMAER en el Aire y de las USANEM en la Armada; también la reducción, profesionalización y despliegue de las Fuerzas Armadas y los compromisos internacionales.
  • El siglo XXI empezó con la ejecución de la Directiva del Ministro 197/98 que recogía una preocupación generalizada desde hacía años. Fue el detonante de salida del que se derivó un plan de racionalización y otro de modernización. El Plan de racionalización representó una convulsión sin igual generada al cerrar centros sanitarios y como consecuencia una drástica pérdida de personal del Cuerpo en especialistas muy cualificados y, paralelamente, una disminución de ingresos. Por ejemplo, en la década de los 70 se ofertaban 100 plazas anuales para médicos, mientras que ahora sólo son 10, las cuales, a pesar de ser pocas, no se cubren. La pérdida de recursos humanos obliga a una llamada de atención angustiosa. Los sistemas de captación e incentivación que se barajan, en esencia consisten en intentar hacer la carrera profesional sanitaria militar lo más parecida posible a la civil sin perder identidad militar. El Plan de Modernización está siendo revisado.
  • Se ha pasado de más de 3.000 médicos militares españoles que había a principios de los años 80 (se contaban 87 hospitales militares hasta 1976; en la actualidad, sólo quedan 2 en toda España, Zaragoza y Madrid, y ambos medio vacíos) a menos de 1.500 en 2002, como consecuencia del cierre de numerosos hospitales militares en la mencionada década, ya que la sanidad militar se está centrando en una labor logístico-operativa en vez de asistencial. Esto conllevó una pérdida de profesional muy cualificado y una reducción en la oferta de plazas.
  • En la actualidad hay menos de 800 médicos militares. Esto es debido a que, desde 2004, no se cubren las plazas para médicos militares de carrera que se ofertan, mientras que solo 2 años antes, en 2002 el nivel era de 6 candidatos por plaza. Paralelamente, el Ejército viene perdiendo unos 50 médicos por año, que pasan a desarrollar su ámbito laboral en la sanidad civil; a lo que se le suma el gran número de médicos que pasan a la situación de Reserva. Y la situación fue a peor. En el año 2007, ningún médico se presentó a las oposiciones. Se ha reducido, por lo tanto, en más de un 70% el número de médicos militares.

Y, por último, lo dispuesto en el artículo 14 del texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social de las Fuerzas Armadas, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2000, de 9 de junio, por el que:

El ISFAS facilita la asistencia sanitaria por servicios concertados con instituciones públicas o con Entidades aseguradoras con las que se han suscrito Conciertos en los que se estipulan los derechos y obligaciones previstos, así como las condiciones y requisitos para el acceso a las diferentes prestaciones de la cartera básica de servicios del Sistema Nacional de Salud:

–Atención Primaria

–Atención Especializada

–Atención de Urgencia

Los titulares del ISFAS pueden optar por recibir la asistencia sanitaria por adscribirse a diferentes Modalidades Asistenciales, elección que determinará los medios asignados para la asistencia sanitaria que podrán ser:

–Servicios de Salud de las Comunidades Autónomas (o del INGESA en Ceuta y Melilla).

–Una de las Entidades de Seguro de Asistencia Sanitaria concertadas.

–Atención Especializada por Sanidad Militar (exclusivamente los residentes en Madrid y Zaragoza).

En este caso, habrá de optarse por otros medios para la Atención Primaria y de Urgencias.

No poder seguir en el depauperado sistema militar nos obligaba a saltar a la Sanidad Pública o a la sanidad privada con diversas ofertas de sociedades que aterrizaban en el sistema y que recogían, en el caso de la Sanidad Militar, más de un millón de clientes. Si a esto se unían cerca de 3.000.000 de funcionarios y sus familias, amén de las numerosas personas equivocadas con la apariencia moderna y menos masificada que ofertaban las sociedades, frente a la Seguridad Social, tenemos servido un sistema de sanidad privada muy extendido por todo el territorio que al final, como todo negocio, está más preocupado de la cuenta de resultados que de los propios pacientes.

En todo este desmantelamiento, ¿ha habido connivencia entre la jerarquía militar y los diferentes políticos que han pasado por el Ministerio de Defensa en los últimos 40 años?

¿Ha asistido la jerarquía militar “muda” ante esta defenestración de la Sanidad Militar?

¿Si no hubiéramos permanecido obnubilados guardando las esencias de los valores patrios, habrían podido los “buitres del sistema” neoliberal medrar a sus anchas para conducirnos a una sanidad privada extractiva?

¿Ha podido facilitar esta grave situación la falta de un Sindicato Militar?

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Antonio Lambea Peinado es coronel de Intendencia del Ejército del Aire (Retirado). Biólogo.