Comentarios a la carta del hijo sacerdote del ex teniente coronel Tejero

Circula una carta del sacerdote hijo del ex Teniente Coronel Tejero condenado por el delito de rebelión del 23 feb de 1981 y reincidencia, que es fiel reflejo del lógico amor filial al padre así como de  su comprensión y justificación de aquellos hechos.

En todo caso no puede darse absoluto crédito a su exposición, ni es desechable la confusión que puede originar en el lector ingenuo o bisoño o interesado en esa misiva que puede ser tan afectuosa como poco objetiva.

Se insiste de nuevo en la calumnia que implica la imputación a SM el Rey Juan Carlos I de ser el instigador, cómplice y cooperador necesario al que se adjudica con temeridad y mala fe la incitación al execrable delito de rebelión. Afirmada esa falsedad todo cuánto se diga a continuación es irrebatible y es la dovela que sostiene la narración y el ideario político de los implicados, y si además lo dice un cura miel sobre hojuelas.  Se dice que Tejero actuó en  nombre del Rey,  y esa afirmación lleva a confusión al no estar probada , ser falsa y además delictiva de parte de quienes la invocan y que nos llevaría evidentemente a concluir la prevaricación del TS que juzgó y dictó Sentencia condenatoria.

Atribuye a su padre una elegancia propia de los actos de terminación y despedida de sus subordinados muy común en paradas y desfiles, y ensalza esa fidelidad indebida olvidando quienes deben ser los legítimos receptores de esa actitud o virtud personal según debe ser entendida en el ámbito de las dependencias jerárquicas de un Estado de Derecho.

No cedió Tejero su pistola y libertad sino simplemente que perdió la tenencia de ambas al emprender tan deleznable aventura, y la realidad dura y contumaz fue que hubo profesionales de la Guardia Civil superiores e inferiores que , según relata, se cuadraron ante el principal protagonista como signo de apoyo y participación mental en la iniciativa golpista contra la verdadera España, la España de los españoles.

No basta con repetirlo otra vez. El Rey no. Eran algunos como Tejero los que quisieron imponer la otra del pasado, la de unos pocos vista a su modo.

Puigdemont y sus secuaces juzgados y condenados lo fueron por sedición, y por ello es desafortunada e inválida una comparación de dignidades, de arrepentimientos, o reconocimiento del delito o del tipo penal aplicado. Ahora el Ejecutivo intenta forzar un diálogo conducente al bien del interés general, que a algunos no interesa, frente a un problema enquistado e insoluble judicialmente aunque solo se trate finalmente de un singular intento

No Sr presbítero, España no es como Ud afirma un débil Estado aunque parece lo pudiera desear, sino una Nación en que impera el principio de legalidad en su Ordenamiento jurídico, que fue generosa con los participantes en ese 23 de febrero de 1981, aliviando penas privativas de libertad, o mirando para otro lado para no ver a los que aun siendo de inferior graduación infringieron la Ley en un grado muy superior al de otros ciudadanos encarcelados por delitos comunes inferiores en el daño buscado, y que en una cuantía considerable saltaron por las ventanas del edificio del Congreso y “ aquí no ha pasado nada”, también para risa de muchos.

Habría que ver a qué juega Ud. Al utilizar la sopa de palabras de dignidad, honor, autenticidad, cobardía, traición, para finalmente querer “redescubrir el Estado de Derecho” que ciertamente su padre quiso eliminar con un hecho de fuerza.

Cita a San Pablo que nada tiene que ver afortunadamente con este triste evento, y a San Juan Pablo II y sus palabras sobre el amor a la Patria, sin que podamos saber de qué Patria se está hablando y de la que hay tantas versiones que cada uno tiene la suya que siempre es la buena, y de nuevo Ud. acude a otras palabras como ternura, gallardía, reinado del Cristo que recuerdo expulsó a los mercaderes del templo porque incumplían la norma. ¿Recuerda?.

Ya le digo, hay mucha confusión, desvarío y escaso rigor en lo que se dice.

Sí, que Dios bendiga a España, a la suya y la de todos, a la que aspira a la paz sin nostalgias añejas y estériles.