Vox y la degradación de la historia (y II)

El objetivo de la enmienda planteada por Vox al Congreso de los Diputados no pudo estribar en conseguir el fin que indicaba: lograr que la Cámara aprobara la devolución al Gobierno del proyecto de Ley de Memoria Democrática. Ni con los votos del PP y de Cs, compañeros de viaje en tales aventuras, lo hubiese logrado. Las mayorías son las mayorías y en este caso el resto de partidos, aunque con objetivos diferentes a los de la coalición gubernamental —a su vez algo dispares—, hubiera tenido dificultades para regalar su voto en todo o en parte a tan desangelada iniciativa de la extrema derecha. No es nada extraordinario. ¿Cuántos proyectos de ley inspirados por AfD han logrado la mayoría en el Bundestag, ejemplo comparativo que es el que mejor conozco y que hasta cierto punto es relativamente similar al español? Según los últimos datos disponibles de 77 casos de iniciativa parlamentaria planteados por la extrema derecha, no fue aprobado absolutamente ninguno. Un “triunfo”, como se ve, impresionante. Quienes no me crean pueden acudir a una fuente de toda solvencia y consultarla con un clic del ratón. Así, pues, no debe extrañar que la iniciativa de Vox corriera la misma suerte.

Lo que Vox perseguía es, naturalmente, mera propaganda, al estilo trumpiano, y tener la oportunidad de airear en la Cámara, a todos los efectos, su peculiar degradación de la historia achacando a las izquierdas todos los males acaecidos en la historia patria desde el hundimiento de la Monarquía alfonsina en 1931 hasta la actualidad. Lo que no entiendo es que en su portal no haya colgado su peculiar concepción de la historia española. Sí lo ha hecho en cambio con la intervención de uno de sus diputados que, en último término, refleja el fondo de su tan desarrollado “pensamiento”.

Por ejemplo, en la enmienda se afirma (para 12) que el número de personas asesinadas por el Frente Popular en 1936-1939 ascendió aproximadamente a unas 60.000. Con ello recupera la batalla de las cifras. Lo que, sin embargo, demuestra es que los historiadores que le aconsejan han leído algo de la inmensa literatura existente al respecto, pero también que exageran demasiado. Según los datos comparativos de la represión durante la guerra civil en la zona republicana se han contabilizado unas 50.000 víctimas. En la zona sublevada, la franquista (de la que Vox, ¡los dioses bendigan su sabiduría!, se abstiene de decir una sola palabra) la cifra correspondiente se estima, como mínimo, en 130.000.

La enmienda contiene también referencias a “asesinatos” de las izquierdas tras la guerra civil. No dice una sola palabra de la franquista en el primer decenio una vez acabadas las hostilidades. Por ejemplo, si se acude a la relación nominal de víctimas ocasionadas por los vencedores de la “cruzada” en Córdoba, estudiada por Francisco Moreno Gómez, tenemos que en los pueblos de dicha provincia se fusilaron nada menos que a 1.102 personas y en la capital a 584. Los muertos en la prisión provincial por hambre y privaciones (con alimentación inferior en contenido calórico que a la que se aplicaba en Auschwitz) ascienden a 756. (Supongo que los responsables estarán en los cielos azul y caqui franco-falangistas). El número de personas a las que se aplicó la “ley de fugas” de siniestra memoria, sobre todo en el “trienio del terror” (1947-1949), cuando la dictadura estaba ya convencida de que los aliados de la segunda guerra mundial no emprenderían acciones contra ella, ascendió a 160. Todos con nombres y apellidos y fecha en que murieron. Es difícil que los números bajen, aunque muy probable que puedan subir. La batalla cuantitativa no la ganarán jamás los “cruzados” de antaño.

¿Y la cualitativa? Está relacionada con la etiología y modus operandi de las violencias en la guerra civil. Vox acude, ¡cómo no!, a Paracuellos (lo llevan haciendo desde 1939) o a enfermeras violadas por los milicianos, o a gente asesinada a sangre fría. No se le ocurre mencionar los bestiales ejemplos acaudillados por Queipo de Llano en Andalucía (con su no menos sádico ejecutor el capitán Díaz Criado), estudiados por Francisco Espinosa, o por Mola en Navarra, abordado por Fernando Mikelarena, cuya contabilidad supera con mucho los asesinados en Paracuellos. Pensar en que refuten a Sir Paul Preston (El holocausto español) o, cuando menos, a los testimonios de Antonio Bahamonde o de Antonio Ruiz Vilaplana, coetáneos de los hechos, sería pedir peras al olmo. La batalla cualitativa la tienen perdida los franquistas, parafranquistas y metafranquistas desde finales del siglo pasado.

Es más, los progresos se han acentuado en el presente mediante las aportaciones de la arqueología, la antropología, las ciencias forenses y las tecnologías correspondientes con sus sofisticados métodos de identificación de cadáveres al exhumarse un no desdeñable número de “fosas del olvido”, en las que también suelen encontrarse los restos de mujeres e incluso de niños. Por lo demás, el futuro nos reserva avances impresionantes a la hora de distinguir víctimas en las fosas colectivas.

El estudio de la multi-represión efectuada por los sublevados durante la guerra y la posguerra es uno de los capítulos más vibrantes y fecundos de la historiografía española contemporánea. La literatura es inmensa. Se han examinado sus modalidades, sus características, sus lugares, su funcionamiento y se han recogido, en lo posible, testimonios.

Las exhumaciones continuaron incluso durante los años en los que ardientes católicos del PP dominaron el gobierno central. ¿Resultado? NO HAY OTRO CASO EN EUROPA OCCIDENTAL parecido al español. Soy de aquellos que creen que mientras en España siga obstaculizándose por las autoridades (ejecutivas, judiciales, parlamentarias, centrales, autonómicas o locales) el esclarecimiento de una sola tumba, de un solo caso¸ no podremos considerarnos un país europeo normal y corriente, porque en ninguno otro ha pasado lo que ocurre aquí.

Vox falsea y degrada la historia y quiere seguir dando las mismas lecciones que la dictadura propaló, sin oposición, a lo largo de cuarenta años. La España democrática se merece que le digan la verdad documentada y documentable

La enmienda de Vox menciona nombres ilustres: entre ellos José Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera y Ramiro de Maeztu. Podría haber indicado muchos más. Silencia su participación activa en el intento de derribar a la República con las armas y en connivencia con la Italia fascista. ¿No han leído los historiadores que han participado en la preparación de tal documento cómo los dos primeros escribieron a Mussolini en junio de 1936 pidiéndole dinero y anunciando la próxima sublevación? ¿No han buceado en los papeles de Pedro Sainz Rodríguez que todavía se conservan y que identifican al estado mayor y al comité ejecutivo de la conspiración que se preparaba contra el régimen constitucional?

Que no digan, pues, que “es falso que la Segunda República fuese una espléndida democracia derribada en 1936 por una torva conspiración fascista” (para 6). No fue espléndida (como tampoco lo era la República norteamericana en aquella época) y la conspiración no solo fue fascista. Fue esencialmente monárquica y militar. Sin un sector del Ejército y de la Guardia Civil todos los planes monárquicos, carlistas y falangistas se hubieran ido al agua. Por lo demás, sobre el peligro de una restauración monárquica ya llamó la atención Largo Caballero en su auténtico discurso mencionado en la entrega precedente.

Los historiadores y la dirección política de Vox, tan “españolista”, son muy poco leídos. También censuran, por ejemplo, que la Constitución de 1931 nunca fuera sometida a referéndum. Afirmación muy ingenua o muy estúpida: ¿lo fue alguna de las que rigieron en España desde la de Cádiz? No lo he visto en la reseña histórica que hace la página del Congreso de los Diputados. Es más, ¿se aprobó la Constitución de Weimar en referéndum?

Planteo esta cuestión porque fue una de las que sirvieron de modelo a la republicana. Quizá Vox tenga en mente el caso de las “Leyes Fundamentales” de la dictadura, pero estas fueron un trampantojo que nunca eliminaron un carácter esencial, de impronta nazi, la legalidad correspondía en último término a la versión castiza del Führerprinzip y que servidor se ha permitido denominar “Francoprinzip”, con un poco de pitorreo.

Dejo para el final la cereza sobre el pastel. Es la referencia de Vox a que solo la resistencia armada en 1936 (entiéndase sublevación) evitó “que se consumara una revolución de tipo soviético ya incoada en España”. TEMA CAPITAL, porque si tal peligro ni existió en 1936 ni tampoco en 1939, ¿para qué siguió la dictadura machacándolo durante cuarenta años? La “prueba” que aporta la enmienda es muy exigua: una referencia a las declaraciones a la revista Personas el 6 de abril de 1975 del gran historiador que fue el profesor Don Claudio Sánchez Albornoz, expresidente de la República en el exilio. En Internet puede encontrarse una fotografía de la portada, con una chica en bikini y muy guapa llamada Adriana Aguirre.

Como no he comprobado la cita, no sé si habrá sido reproducida correctamente (recordemos el caso de Largo Caballero) pero servidor hubiese ido a fuentes más serias. Por ejemplo, de algunos historiadores contemporáneos. Se me ocurre acudir a Sir Antony Beevor y a su libro sobre la guerra civil de tanto, pero no merecido, éxito. En dicha obra (p. 682) tan ilustre autor evoca, en términos contrafactuales, la posibilidad de un gobierno “abiertamente comunista” en el supuesto de que la República hubiese ganado la guerra. Y en El País, en una entrevista con Juan Cruz, afirmó: “lo que descubrí en los archivos rusos fue que en el caso de victoria el poder comunista iba a controlarlo todo”. Hay muchos otros autores en la misma vena, pero ninguno ha aportado la documentación necesaria y suficiente para apoyar tal afirmación. Por supuesto, tampoco lo ha hecho Beevor, dijera lo que dijese.

Entre lo que silencia Vox figura cualquier mención, por mínima que fuera, al dominio ideológico (a pachas con la Iglesia católica española) que el fascismo y el nacionalsocialismo ejercieron sobre el Gobierno, las instituciones (judicatura, policía, etc,) y, en particular, las fórmulas de triturar física, sicológica y moralmente a los vencidos. Durante cuarenta años. Eso sí fue influencia.

Así, pues, no hay que perder de vista el tema central: una sublevación monárquico-militar-fascista para derribar una República frágil, pero democrática; con una guerra prevista de antemano, aunque corta. El proyecto lo desbarató la resistencia inesperada de las masas populares. Los “patriotas” la plantearon con la idea, y bien documentada, de dar un tajo sangriento al cuerpo social que debilitara cualquier posibilidad de reacción. Y la llevaron a cabo desde 1936 hasta 1975. Todo con el fin de impedir a las variopintas izquierdas continuar con las reformas iniciadas en el primer bienio.

Ahora Vox falsea y degrada la historia y quiere seguir dando las mismas lecciones que la dictadura propaló, sin oposición, a lo largo de cuarenta años. La España democrática se merece que le digan la verdad documentada y documentable. ¡Que continúen abriéndose archivos y que se les dote de medios y de personal! ¡Que se abran, por fin, los archivos de la Corona, de los que todo el mundo se olvida! Que yo sepa, los papeles de Alfonso XIII y de su hijo Juan de Borbón no los ha visto nadie. ¿Subsistirá, por ventura, un miedo cerval a la historia?

Lecturas obligadas:

Aróstegui, Julio (coord.): Franco, la represión como sistema, Flor del viento, Barcelona, 2012.

Francisco Espinosa Maestre, José Mª García Márquez, Pablo Gil Vico, José Luis Ledesma: Violencia roja y azul. España, 1936-1939, Crítica, Barcelona, 2010.

Eduardo González Calleja, Cifras Cruentas, Comares, Granada, 2015,

Francisco Moreno Gómez: La victoria sangrienta, 1939-1945, Alpuerto, Madrid, 2014

Aprovecho la ocasión para anunciar que Francisco Espinosa, Guillermo Portilla y servidor hemos estado trabajando en un librito sobre las bases conceptuales (filosóficas, políticas y “jurídicas”) de la represión franquista y su traducción en textos “legales”. Con material inédito. Confiamos en que aparezca el próximo año. Debemos estar muy esperanzados en leer qué respuesta darán los juristas e historiadores de Vox.

(Aquí se puede leer la primera parte de este artículo, publicada este domingo 19 de diciembre).

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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.

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