Una catástrofe anunciada y desdeñada

Publicado en republica.com

El pasado 13 de noviembre se hizo público el Global Carbon Budget 2017 (Presupuesto global del carbono en 2017), un documento en el que han participado 77 investigadores de todo el mundo, pertenecientes a 57 organizaciones radicadas en 15 países.

Desde 2005 se cuantifican las emisiones de CO2 atribuyéndolas a la atmósfera, los océanos o la tierra, con lo que midiendo la perturbación que la actividad humana produce en el ciclo natural del carbono los investigadores pueden estudiar y catalogar los principales factores y procesos que intervienen en él.

En resumen, se miden las “entradas” y las “salidas” de CO2 en la atmósfera: aquéllas, producto de la actividad humana y éstas, causadas por la capacidad de almacenamiento de la tierra y los océanos.

Durante 2016, un 60% de las emisiones globales de CO2 correspondió a la suma de China (28%), EE.UU. (15%), UE (10%) e India (7%). Para 2017 se anticipa que, a causa de la utilización de combustibles fósiles (carbón, petróleo o gas), esas emisiones aumentarán en un 2%, lo que es ya una cifra inquietante, dado que va a ser el segundo año con mayor temperatura global media registrada después de 2016, que batió todos los registros históricos. Según un científico, esta predicción “revela un gigantesco salto atrás para la humanidad”, contraponiéndolo a la optimista frase de Neil Amstrong al pisar la Luna.

Todavía no existe la certeza de que este aumento no sea una anomalía temporal que sea seguida por una tendencia descendente o si por el contrario no anunciará el comienzo de una peligrosa fase de crecimiento desencadenado que traiga irreversibles consecuencias.

Una investigadora implicada en este proyecto declaró: “Las emisiones globales de CO2 parecen crecer de nuevo fuertemente tras tres años de estabilidad. Es tan urgente reducirlas que ya deberían estar disminuyendo”. Y comentó: “Se produjo un amplio movimiento favorable para firmar los acuerdos de París en 2005 sobre el cambio climático pero existe la sensación de que poco se ha avanzado desde entonces. Hay que tomárselos ya en serio y hacerlos realidad”.

También el pasado mes de noviembre se reunió en Bonn la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, que pretende impulsar a los Gobiernos del mundo hacia el cumplimiento de los citados acuerdos de París, que gracias a la acción concertada de todos los Estados intentan que el crecimiento global de la temperatura media no supere en más de 2ºC la temperatura media de la era preindustrial. Para conseguirlo, las emisiones podrían alcanzar un máximo en 2020, para decrecer rápidamente después.

Si el mundo se encamina hacia un calentamiento igual o superior a 3ºC, se avecinará una catástrofe ambiental que afectará a varios centenares de millones de habitantes en territorios que serán inundados al crecer el nivel del mar. Una organización estadounidense que estudia los efectos del cambio climático, Climate Central, difunde los resultados de sus análisis en forma de mapas y gráficos que muestran el resultado de la crecida del nivel del mar en distintas zonas del planeta y para distintos niveles de calentamiento global.

Casi todas las grandes ciudades costeras se verán afectadas, llevando a la desaparición práctica de algunas. Quizá hasta Trump (y sus descendientes) se sienta algo afectado al saber el riesgo de sus intereses turísticos en Florida, donde se prevé la inundación de una tercera parte de la superficie del Estado si el aumento global de la temperatura alcanza o supera 3ºC, según datos de la ONU.

Las temperaturas locales también variarán, según Climate Central. Por ejemplo: si la temperatura global supera 3ºC en 2100, las máximas veraniegas de Madrid alcanzarán un promedio de 36,4ºC, como es habitual hoy en el centro de Irak; pero si se limita a 2ºC, será de 32,7ºC, como ahora en Bamako, la capital de Malí.

En cualquier caso, la perturbación antropogénica del ciclo del carbono ya está produciendo sus primeros efectos, y un alto responsable de la agencia ambiental de la ONU declara: “Nos hallamos en una situación donde no estamos haciendo lo suficiente para proteger a cientos de millones de personas de un futuro miserable”. Una población que no solo sufrirá el riesgo de inundaciones y adversas condiciones climatológicas sino que al concentrarse en las ciudades, donde reside más de la mitad de los habitantes del planeta, sufrirá el efecto llamado de “isla urbana”, porque las ciudades alcanzan temperaturas de unos 7ºC más que el campo que las rodea. Los efectos que esto tendrá en la salud y la economía es algo que los Gobiernos de todo el mundo han de empezar a prever.

Esta es, pues, la crítica perspectiva que la ciencia plantea sobre una catástrofe anunciada pero desdeñada en el diario acontecer de los pueblos.