El septuagésimo cumpleaños de la OTAN parece que no va a transcurrir en un ambiente pacífico y relajado. Al escribir estas líneas, uno de sus miembros más destacados (aunque solo sea por la potencia de sus fuerzas armadas) acaba de emprender una comprometida acción que puede hacer tambalear los cimientos de la Alianza y agravar la conflictividad en Oriente Medio.
Turquía manifestó su inminente decisión de intervenir militarmente en el norte de Siria, para establecer allí una zona “tapón” que la separe del territorio que en la contigua Siria habita el pueblo kurdo, expulsándolo de allí. Y donde, de paso, pueda realojar a los numerosos emigrantes sirios exiliados en Turquía desde que comenzó la guerra civil siria.
La acción, ya de por sí, deja a la OTAN en la mala posición de tener que tolerar una intervención militar transfronteriza de uno de sus socios, sin haber olvidado que en 2014 condenó tajantemente las operaciones rusas en Ucrania, con la negativa repercusión que esto produjo en las relaciones internacionales en el Este europeo y el aumento de la tensión entre Rusia y el resto de Europa, que todavía hoy dificulta el necesario entendimiento entre ambas partes. ¿Condenará la OTAN la previsible muerte de ciudadanos kurdos en Siria a causa del ataque turco?
Pero el quebradero de cabeza para la OTAN no termina ahí. La operación prevista por Erdogan para intervenir en Siria ha contado con el apoyo de Trump, que ordenó retirar sus tropas fuera de la zona afectada para no interferir la acción turca. Es extraño, además, que el principal miembro de la Alianza haya tomado tal decisión sin contar para nada con los órganos de dirección de la OTAN, Alianza a la que pertenecen ambos países.
Resulta aún más impresentable, y casi ofensivo, que todo el proceso se haya difundido a través de los tuits que publica el inefable actor residente en la Casa Blanca. Incluso se permitió una ácida broma al advertir a Turquía de que no se excediera en la operación; al fin y al cabo, los kurdos fueron abnegados combatientes que ayudaron a EE.UU. a derrotar al Estado Islámico y ahora se ven abandonados por su principal aliado. Escribió Trump: “Como antes afirmé, si Turquía hace algo que yo, en mi gran e inigualable sabiduría, considero que está fuera de los límites, destruiré y aniquilaré totalmente la economía turca” (cursivas de A.P.). Excelente lección de práctica diplomática, tan sutil que debiera ser objeto de estudio en las escuelas que preparan para “La Carrera”.
Para vergüenza de la Historia y de los historiadores futuros, las decisiones de la principal superpotencia económica y militar del mundo quedan registradas para el futuro, no como alocuciones públicas al estilo de los grandes líderes de la 2ª G.M. que han pasado a la Historia sino como desahogos juveniles en Twiter, teñidos de vanidad e irreflexión.
También por las redes sociales, como era de esperar, se ha reprochado la decisión de Trump en EE.UU.: “Permitir a los turcos penetrar en el norte de Siria es uno de los movimientos más desestabilizadores que se pueden hacer en Oriente Medio. Los kurdos nunca más confiarán en nosotros y buscarán nuevas alianzas para protegerse”, le escribió un congresista, excombatiente de la guerra de Irak.
Esas “nuevas alianzas” pueden hacer entrar en el delicado juego de poder en Oriente Medio a Rusia (que ya participa en él) y a China, y a largo plazo contribuirán a perturbar aún más esta crítica zona donde la prolongada historia del irredento pueblo sin Estado, que es el pueblo kurdo, constituye un serio problema que se viene arrastrando desde el fin de la 1ª G.M. No serán las armas turcas las que lo resuelvan y, tarde o temprano, habrá que reanudar conversaciones de muy hondo calado que afronten la cuestión. No cuenten con Trump para hacerlo. A él solo se le da bien tuitear.
Alberto Piris es General de Artillería en la reserva