Sindicalistas de mierda

Leo en prensa el caso de un guardiacivil que ha conseguido una sentencia que condena a la Administración a pagarle una cantidad monetaria en concepto de resarcimiento por haber vulnerado sus Derechos. En concreto, por publicar en el tablón de anuncios de un ayuntamiento la resolución sancionadora de uno de los muchos expedientes disciplinarios con que le acosa desde hace años. Paralelamente, otro artículo periodístico relata algunas cuestiones más, relacionadas con este caso concreto, y comienza a vislumbrarse la verdadera dimensión del problema. Y digo que comienza porque, conocedor del caso en cuestión, hay muchas más cosas que todavía no han salido a la luz y que quizás no lleguen a salir, debido a que no cuentan con el soporte probatorio necesario como para librarse de una visita al juzgado.

No quiero ser causa de mayores contratiempos para el compañero, por lo que me limitaré a abundar en un tema que ya ha visto la luz en medios de comunicación. Relata uno de esos artículos el episodio en el que este compañero avisó a la AUGC de presencia de ratas en el cuartel donde vivía, ocasionando que un superior le tachara de ‘sindicalista de mierda’. Eso es absolutamente cierto y yo, como receptor de aquel aviso y persona que hizo gestiones ante el jefe de Comandancia para que el asunto se solucionara, puedo dar fe de ello. Al parecer, no gustó demasiado que el responsable de la Comandancia se enterara del problema por cauces ajenos al denominado ‘conducto reglamentario’, pero ante esa suposición/certeza solo cabe preguntarse por qué no se hizo nada para atajarlo antes de que los animalitos camparan a sus anchas por el acuartelamiento, con unas dimensiones considerables y con el consiguiente riesgo para los habitantes, trabajadores y usuarios del edificio público. Porque la invasión de roedores no era en absoluto desconocida para los mandos del cuartel y su inacción al respecto nos ayuda a comprender qué clase de personas denominan ‘sindicalista de mierda’ a quien busca remedio a la plaga.

Son episodios como el relatado, o parecidos, los que envenenan el ambiente de trabajo en una institución que brilla por sus grandes servicios a la sociedad desde su creación, obteniendo siempre una gran valoración por parte de los ciudadanos. Y resulta necesario plantearse cuánto mejoraría ese servicio, esencial por otra parte, si se atajaran de raíz este tipo de comportamientos, tan extendidos y tolerados, cuando no alentados, por un sistema que considera el acoso y derribo como un buen lubricante de la maquinaria de funcionamiento. Sobre ello deben pararse a pensar detenidamente quienes tienen el poder de cambiar las cosas en un Cuerpo de naturaleza militar. Pero mientras continúen priorizando únicamente el mantenimiento de sus privilegios a costa de recortar los Derechos de sus subordinados, con el beneplácito de responsables políticos y organizaciones palmeras que se venden por degustar un plato de lentejas con el Director General, seguiremos asistiendo al triste espectáculo de una Guardia Civil fragmentada, al estilo de la vieja máxima de las dos españas, donde cada cual mira su propio ombligo sin considerar el bien colectivo, que es, por extensión, el de todos los habitantes del país. Y también continuaremos leyendo en los medios de comunicación historias como la relatada, porque resulta inevitable, con un panorama como éste, que siga aumentando el catálogo de ‘sindicalistas de mierda’.