Orejeras

Esta semana han publicado las ansiadas vacantes que tanto esperaban muchos miembros de la Guardia Civil y, como no podía ser menos en esta época de sinsabores, han supuesto una nueva decepción. Con la escasez de personal que arrastra el Benemérito Cuerpo y la nímia tasa de reposición autorizada por el actual gobierno, el movimiento interno en los últimos tiempos ha sido ridículo, avocando a gran cantidad de compañeros a permanecer más tiempo del deseado en sus actuales destinos, agotando su provisión de paciencia. Se había especulado que en esta ocasión la oferta valdría la pena, que recordaría épocas pretéritas y por fin se recobraría cierta normalidad en esta cuestión. Tales esperanzas se vieron incrementadas por el anuncio de varias organizaciones que publicaron a bombo y platillo otra de sus ‘grandes’ gestiones bajo el estandarte del diálogo que siguen manteniendo con quienes no hacen otra cosa que mofarse en la cara de los componentes del Instituto, mientras saquean con descaro las arcas de la productividad, cuestión que abordaré en otro momento. Dicha ‘gran’ gestión se refería a la consecución de un nuevo compromiso del jardinero ferrolano, concretamente el de retrasar la publicación de las vacantes a fin de anunciar una mayor cantidad.

Dado que el porcentaje de cumplimiento de los compromisos adquiridos por el Arsenio es similar a su cociente intelectual, ya me esperaba una nueva filfa, lo que, por desgracia, ha sucedido a mi entender. Créanme cuando les digo que me gustaría equivocarme con este sujeto, que no me importaría lo más mínimo felicitarle por cualquier buena decisión adoptada o alabar su empaque por plantar cara a los que realmente mandan en la Guardia Civil, porque esa sería una buena noticia para la generalidad del colectivo. Aún así, su débito sería tan aplastante que seguiría teniendo motivos para criticarle a gusto. Quizás por ello ya ni siquiera se toma la molestia de plantearse hacer algo digno del cargo que ocupa, ni respetuoso hacia quienes se juegan el tipo manteniendo las estadísticas, que tanto les gustan a los que son de su estilo, en el nivel apropiado para alardear de ellas, máxime en medio de una campaña electoral como la que padecemos en estos momentos.

Y así ha sido. Ignoro si alguien puede calificar el retraso en el anuncio y el número de vacantes propuestas como algo bueno. Ciertamente son más que en otras ocasiones pero, para los que llevamos escuchando las previsiones que hacen por los mentideros desde hace tiempo, es ni más ni menos que lo esperado. Y por ello la petición de explicaciones resulta pertinente. Me gustaría que alguno de esos grandes gestores, que tanto se ciscaban en las medidas adoptadas por AUGC ante esta verdadera calamidad que asola el Cuerpo en forma de Director General, me explicara para qué ha servido el retraso en el anuncio, dónde está el aumento del número de vacantes que vendieron como muestra de lo positivo del diálogo de besugos que se empeñan en defender o si creen que realmente han hecho una buena gestión de cara a sus socios y, por extensión, al resto de compañeros deseosos de cambiar de aires. Tampoco soy un iluso y voy a creer que, de seguir los pasos que ellos mismos marcaron el 25 de junio, dejando solos a los ocupantes del otro lado de la mesa de reuniones del Consejo de la Guardia Civil, en unión de los tragasables de siempre que, mientras se ponían las rodilleras para acometer la labor que mejor se les da en esta vida, solicitaban la apertura de expedientes que sancionaran la dignidad de los ausentes, el presente sería más halagüeño. Pero no deben olvidar quienes se sentaron a almorzar con Arsenio, por miedo a recibir el mismo castigo que los representantes de la AUGC, un dato muy importante. No es lo mismo que el responsable político del Cuerpo tenga a una organización profesional dándole la espalda que tenerlas a casi todas. La sensación de fracaso total en su gestión, lo cual constituye un hecho incuestionable, se amortigua con la exhibición de comunicados conjuntos ‘palmeros’ anunciando compromisos y avances que son mera fantasía de unos responsables asociativos que tomaron el camino equivocado y agigantan su yerro a base de ponerse voluntariamente orejeras de burro que les impiden ver las salidas laterales y continúan adelante en busca de la zanahoria prometida.