Lo benemérito

Por definición, benemérito significa ‘digno de galardón’. A la Guardia Civil se la conoce como “La Benemérita” desde que en 1929 le fuera otorgada la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia. Méritos sobrados se había granjeado para tal reconocimiento desde su fundación y, hasta nuestros días, ha sabido mantener alto el pabellón que justificó su concesión. En las últimas horas se ha conocido una noticia, otra más, que demuestra bien a las claras el por qué del sobrenombre. Supongo que ya conocerán la historia, al ser bastante aireada en los diferentes medios de comunicación. Un grupo de expresos de ETA que viajaba en dos autobuses había quedado atrapado por la nieve a la salida de la localidad navarra de Beruete y tuvieron que recurrir a la Guardia Civil para salir del trance. En aquellos momentos la temperatura era de unos dos grados bajo cero y la sensación térmica de menos cinco. Imagino que si los compañeros que finalmente acudieron en su ayuda hubieran encontrado otras ocupaciones más urgentes o alguna excusa como las ofrecidas por el servicio de emergencias o la Policía Foral, no hubieran recibido demasiadas críticas por el común de los mortales, pero ello hubiera significado no hacer honor a ese sobrenombre ganado a pulso.

No es la primera vez que se da una situación parecida porque ya en 2004 la Benemérita rescató a dos exetarras en el Mulhacén. Los rescatadores tuvieron que cargar con uno de ellos, de unos 95 kilos, durante seis horas, debido a las lesiones que presentaba. Llegados a una cueva que les sirvió de refugio para pasar la noche, hubieron de darles calor con sus cuerpos a fin de evitar una posible hipotermia. Estos hechos están recogidos en un cortometraje titulado “TCHANG” y que, casualmente, está disponible para verlo gratuitamente, hasta el próximo 31 de marzo, en la siguiente dirección: https://vimeo.com/35562246

Hace falta tener un carácter especial para llevar a cabo actos como los descritos -o parecidos- y que te parezcan de lo más normal y lógico, tal es tu vocación, pero esos son los mimbres con los que se teje un servicio al ciudadano de calidad. En realidad, lo contrario resultaría totalmente inadmisible en una sociedad moderna y que se autoproclama como estado de derecho. Y tampoco voy a ser tan necio como para obviar que este tipo de comportamientos se da en otros colectivos diferentes a la Guardia Civil, por fortuna. Sin embargo conviene resaltar estos hechos relatados por la singularidad de los factores que los componen. ¿Se imaginan qué hubiera sucedido en el utópico caso inverso?. Para mí la respuesta no admite dudas y en eso radica la diferencia, la solidez que ha fijado las bases de la victoria de la razón sobre el odio, la fuerza moral que se ha impuesto a la violencia, no sin muchos sufrimientos que debemos tener siempre presentes.

Algunas crónicas posteriores a los primeros acontecimientos reseñados cuentan que los mismos han sido desmentidos por algunos testigos. Según esas versiones, los guardiaciviles acudieron al lugar a respirar aire fresco y no a ayudar en lo posible a unas personas en apuros. Cabe suponer que ante la magnitud que ha cobrado la noticia, más de uno se ha olvidado de la desesperación del momento y trata de minimizar lo acaecido, máxime si su círculo de amistades se circunscribe al ámbito etarra. A toro pasado no es descartable que, incluso, les asalte cierto sentimiento de vergüenza que mitigue o anule los recientes recuerdos. No importa. Para quienes tienen a gala cumplir con su deber y aprecian más el agradecimiento de las personas a las que ayudan que cualquier medalla pensionada a base de agasajar a superiores y/o políticos de turno, su mayor recompensa la recibieron cuando uno de los presentes en la carretera que une Beruete con Lecumberri gritó “claro que sí, viva la Guardia Civil”.