Las miserias del régimen

He leído con interés el artículo de Luis García Montero, Memoria y democracia, publicado en InfoLibre; un medio digital en el que escriben algunos de mis antiguos compañeros de armas, por los que siento un profundo respeto. Entre ellos José Ignacio Domínguez, Vicepresidente del FMD, y Floren Dimas, investigador histórico y delegado de Anemoi / UCR para la Memoria democrática.

El artículo citado ha sido reproducido en la página web de Unidad Cívica por la República (UCR), una asociación independiente, fundada hace dos décadas, que tengo el honor de presidir desde hace dos años.

La finalidad de UCR, como su nombre indica, es promover la unidad ciudadana con el fin de contribuir al derrocamiento de la monarquía y la proclamación de la República. Todo ello respetando, claro está, los límites que marcan las leyes; aunque pretendemos su transformación radical, en ese sentido.

Pero volvamos al tema que nos ocupa. Soy un ferviente admirador del mundo de la cultura. El autor del citado artículo es un reconocido escritor y profesor, además de ser director del Instituto Cervantes, una institución de gran prestigio cultural, con una proyección internacional enorme.

Ahora bien, aclarado esto, debo decir que disiento del contenido de su artículo, pues no comparto alguna de sus afirmaciones más discutibles. En concreto, las críticas a los discursos de odio de la extrema derecha, cuyas críticas aplaudo, se transforman a continuación en un pretexto para dar por buenas las instituciones existentes, sin especificar cuales, pues obviamente no todas lo son. Me refiero, en particular, a la institución monárquica.

Además, dice:

Creo que una de las tareas fundamentales que la memoria política tiene ahora por delante es la de ayudar a consolidar una necesaria derecha democrática.

Disiento de dicha afirmación. La única derecha democrática visible en el Estado español es la catalana y tal vez la vasca, pues sustentan posiciones republicanas antifranquistas. Sin embargo, es urgente que estas tengan en cuenta una obviedad: que un proceso de secesión es materialmente inviable; que la única forma de acabar con el franquismo y su monarquía sería un pacto, junto al conjunto de fuerzas democráticas del Estado, por la proclamación de una Republica federal o confederal, como única salida pacífica frente a la descomposición del régimen.

En palabras del profesor Pedro A. García Bilbao: La permanencia de la impunidad con todo cuanto conlleva, pudre nuestro sistema democrático. La monarquía española ha ligado su existencia a esa permanencia porque los grupos de poder que la apoyan, temen el fin de la impunidad y que se abra paso una democracia plena.

La derecha española, desdoblada tácticamente en PP y VOX, descaradamente franquista, es el principal apoyo de la monarquía borbónica, incluida una parte sustancial del PSOE y de la izquierda tradicional. El fundador de esta democracia, en evidente descomposición, es un Rey fugado. Es el nefasto resultado de una transición trágica e inmoral, en la que mucha gente perdió su vida a manos de las cloacas del Estado y del terrorismo.

Aquel simulacro de proceso constituyente no implicó una ruptura con la dictadura, sino su reforma. Se revistió al aparato represor con ropajes de apariencia democrática, sin cambiar en realidad su esencia. Hubo, sin duda, reformas importantes que modernizaron aquella España cutre, en blanco y negro; especialmente gracias a nuestro ingreso en la CEE, en la actualidad la Unión Europea. Pero no hubo un cambio cuantitativo, y menos aún cualitativo, en la correlación de poder entre trabajo y capital, que se correspondiese con su respectiva relevancia en el proceso productivo.

Muchos de los dirigentes que hicieron carrera política en la Transición fueron, y siguen siendo, cooptados por los mismos poderes que sustentaron la dictadura. La monarquía se sostiene por el abrumador control de los medios de desinformación masiva que le proporcionan los grupos de poder que la apoyan, beneficiarios del sistema, tan alienante como su poderoso aparato represor.

Solo así es explicable que, casi medio siglo después, numerosos mandos militares, entre ellos generales y almirantes retirados -incluso, algunos de ellos en activo- sigan enalteciendo públicamente a un dictador genocida, intentando además derrocar a un Gobierno de coalición progresista. Por si fuese poco, salta el escandalo de los comentarios fascistas de un general retirado, en el “Chat la XIX del Aire”, expresando su deseo de fusilar a media España.

También, efecto de la misma causa, son los casos de persecución y expulsión de denunciantes de corrupción, por su actitud democrática, como ha sucedido con el Oficial del Ejército Luis Gonzalo Segura, autor del ensayo “El Ejército de VOX” o el Cabo del Ejército Marco Antonio Santos, presidente del Colectivo Republicano de Redondela, y vocal de UCR.

Así podrían citarse numerosos atropellos a las libertades democráticas, que sería largo de enumerar aquí, entre los que se encuentra el caso del popular rapero Pablo Hasél, al que la Audiencia Nacional a ordenado su ingreso en prisión, restringiéndose aún más la libertad de expresión de activistas de izquierda, mientras la extrema derecha monárquica -militarizada y amenazante- campa a sus anchas.

Es bien conocido que militares franquistas implicados en delitos de odio, o peor aún asesinos convictos, siguen recibiendo un trato amistoso por parte del régimen: al amigo el favor; al enemigo la ley.

El Rey, nombrado príncipe por el dictador -nombramiento oportunistamente aceptado por este, saltándose sus propias reglas dinásticas-, fue la rémora que facilitó una transición amañada por los grupos de poder dominantes y sus colaboracionistas, impidiendo que se llevase a término el derrocamiento de la dictadura y el consiguiente proceso democrático en libertad, que no lo hubo.

Aún recuerdo con emoción aquel memorable 25 de abril de 1974 en el que, a los acordes de Grândola Vila Morena, los capitanes portugueses dieron un golpe de estado incruento, derrocando la dictadura salazarista. La Revolución, iniciada por los militares demócratas, fue seguida por el pueblo portugués, con entusiasmo y determinación. Fue la Revolución de los Claveles.

Por el contrario, la transición española, origen del régimen del 78, fue ahormada desde su comienzo por numerosos asesinatos de la ultraderecha. El autogolpe de Estado del 23-F, con el conocimiento del Rey, contribuyó decisivamente a doblegar la voluntad democrática del pueblo y de sus representantes.

La inercia del aparato represivo, debido a su enorme endogamia, pervive en gran medida en las instituciones actuales. Leyes franquistas nada democráticas, como son las de sucesión -incluidos algunos artículos de la constitución, previsoramente blindados- hacen prácticamente inviable su reforma. No parece, pues, que la institución monárquica haya sido muy democrática; en todo caso escandalosamente inmoral y reaccionaria; antes de la dictadura, durante la dictadura y después de la dictadura.

Más adelante, el Sr. García Montero dice:

Creo que, a la hora de caer en los discursos del odio y las identidades cerradas, son hoy más peligrosos para la democracia española los que ya no pueden tener memoria viva de lo que supone en realidad una dictadura que los melancólicos atrapados en la nebulosa de sus recuerdos y sus hazañas bélicas.

Sinceramente, esta frase resulta cuando menos frívola. El considerar más peligrosos para la democracia a los que ya no pueden tener memoria viva, es decir a los jóvenes, y adjetivar de hazañas bélicas al horror de aquel golpe fascista -seguido de la guerra, el exilio y la muerte- no parece muy democrático, y menos aún decente.

Sin embargo, a los que ya no pueden tener memoria viva les quedarán nuestras palabras y nuestros hechos. Ellos nos redimen cada día del terror que infundió la dictadura a los que, en este otoño de nuestras vidas, nos estamos yendo. Tal vez como hojarasca pútrida, barrida por el impulso generoso de una juventud valiente que alza su voz exigiendo Memoria y Libertad.

Manuel Ruiz Robles, Capitán de Navío de la Armada (R), miembro de la disuelta UMD, miembro de Anemoi y del FMD.

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