La Pascua Militar, una “tradición” con hambre de cambio

Publicado en el blog del FMD en infolibre.es

La ya tradicional celebración de la Pascua Militar es un acto solemne que se celebra, cada 6 de enero, en el Palacio Real de Madrid. Fue instituido por el rey Carlos III, en 1782, para conmemorar la reconquista de la isla de Menorca por una armada franco-española compuesta por 52 navíos y fuerzas de Infantería de Marina española.

Durante esta ceremonia castrense en la que el rey felicita y es felicitado por los ejércitos, se cuenta con la presencia del Presidente del Gobierno, el Ministro/a de Defensa, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, los Jefes de Estado Mayor de los tres Ejércitos, y los máximos responsables de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo, de la Guardia Civil y de la Hermandad de Veteranos.
Como todos los años, les corresponderá a Su Majestad Felipe VI y a la ministra Cospedal pronunciar sendos discursos, donde suelen reflejarse la situación política y geoestratégica española. Y cómo no, estos discursos serán objeto, posteriormente, de un minucioso y detallado análisis por parte de comentaristas políticos y medios de comunicación.
Un año más, habrá poco margen de improvisación en cuanto a las temáticas abordadas y se contará con el correspondiente agradecimiento a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil por su labor en la protección de la seguridad de los españoles; el merecido recuerdo y homenaje a los caídos en actos de servicio; comentarios sobre el escenario geopolítico global y la necesaria presencia de las FAS en operaciones internacionales; novedades organizativas o de otro tipo en el seno de las FAS; la importancia de la industria nacional de defensa; y algún guiño más a ras de tierra, como la mención a la conciliación de la vida laboral de los militares y la socorrida cultura de defensa. Todo muy en línea con lo tradicionalmente establecido.

Pero, desde 1782 a nuestros días, España no es la misma, y Europa y el mundo tampoco. En estos tiempos, “algunas tradiciones” son difíciles de entender por una sociedad que ha dado ya suficientes muestras de que se respiran vientos de cambio.

En la lista de invitados, hay presencias que dejan que desear y ausencias que se echan en falta.

Está bien que se invite a la Hermandad de Veteranos, porque estoy seguro de que no todos los veteranos piensan igual que los actuales responsables de la Hermandad que declaran que hay “un partido al que incomprensiblemente se le tolera concurrir a las elecciones y que debiera declarársele fuera de la ley”, o que autorizan la publicación, en sus páginas informativas, de cartas insultantes animando a quien ha elegido una determinada opción política a “que piense en la posibilidad de poner entre sus dientes la bocacha de un Cetme”.

Pero también estaría bien (mucho mejor, probablemente) que se invitara a las asociaciones profesionales, legalmente constituidas y que representan a un colectivo muy importante que no tiene cabida, ese día, en el Salón del Trono.

También estaría muy bien que se invitara a los miembros del Observatorio de la Vida Militar, aunque sólo fuera porque los designaron nuestras Cámaras legislativas.

Y siendo consciente de que, tradicionalmente, la Pascua Militar ha sido un “acto muy  interno” entre el rey y los ejércitos, tampoco estaría mal que se abriera un poco más a la sociedad civil, para que los que en él la representan (aunque sean de tan alto rango como el presidente del Gobierno y el ministro del Interior, entre otros pocos) no se sientan como simples “convidados de cortesía”.

Está muy bien que se hable de que las FAS, la Policía y la Guardia Civil son las instituciones más valoradas por la población española –encuestas del CIS (pág. 12)–, pero sería conveniente también hablar de cuál va a ser el futuro diseño de unas fuerzas armadas sostenibles, teniendo en cuenta las deudas acumuladas y que esa misma población (la que manda o debiera mandar) lleva años diciendo (en porcentajes del 70%) que los presupuestos asignados a Defensa son “los justos o demasiados” –en las mismas encuestas del CIS (pág. 15)–.

Estaría bien hablar de cómo la transparencia, sin duda uno de los principales valores democráticos, debe convertirse en un objetivo de referencia en la gestión de los recursos del Ministerio de Defensa, y revertir lo que dicen los informes de prestigiosos organismos sobre este particular.

Estaría bien, por tanto, que en los actos de la Pascua Militar no primara la onfaloscopia, esa pasión de quienes se satisfacen con la contemplación de su propio ombligo, porque de esa pasión, como la que poseen los encantados de haberse conocido, también se puede morir.

Sí, está bien, y siempre es importante, que se mantengan algunas tradiciones, pero también lo debe ser el que se vayan introduciendo otras “futuras tradiciones”, para así demostrar que no estamos en el siglo XVIII, sino en el siglo XXI, y que la monarquía absolutista (aunque algo ilustrada) de Carlos III no tiene nada que ver con la democracia parlamentaria actual.