Dentro de las organizaciones políticas, sociales, económicas, instituciones estatales, grupos profesionales y de los distintos gremios, hay facciones que se desgajan con una singular personalidad y consiguen forjar una unicidad ideológica de sus integrantes, cada uno como un clon más, y hechos de la misma madera y pegamento, para configurar esa personalidad similar.
Este es el resultado de un voluntarismo que trastorna el espíritu y llega a confundir la realidad objetiva con otra virtual muy alejada de la verdad que impone una honesta razón.
Me refiero más en concreto a grupos de militares y funcionarios retirados, que siguen en redes y medios minoritarios esa dirección sectaria en el sentido autoritario y excluyente del término, con la crispación, desinformación y confusión que en el conjunto social pueden originar, sin olvidar que la realidad actual impone que esos cerrados, revoltosos y exiguos grupúsculos se amortizarán a sí mismos.
Cierto que esa errática actitud les proporciona el letargo de una feliz creencia de que la verdad, lo justo y lo bueno les pertenece, y que los ajenos viven erráticamente en la ignorancia.
Ocurre que el razonamiento lógico se elabora a partir de una premisa sin más aceptada e indiscutible para todos, de modo que la conclusión está ya anticipada sin crítica y discusión interna alguna. El apoyo es mutuo e incondicional y la burbuja que los envuelve los aísla pero se sienten bien en ese mundo feliz.
El resultado a que conduce ese deseo de que los hechos y valores les están injertados de forma indeleble en sus espíritus, sin dar entrada a contrastes, ya que no hay la necesaria pluralidad de ideas, hace que surja la intolerancia hacia lo que les es ajeno, valiéndose en su lenguaje de afirmaciones y creencias que son una “nuda” expresión personal, sin una argumentación fundada, o lo que es peor utilizando a veces un descalificativo sin añadir nada más.
Se crea con ello la aludida confusión terminológica e ideológica con confrontación de convicciones y vision oscura de la realidad de España.
La libertad de expresión es en todos esos grupos lo amplia que sus miembros estiman conveniente, pero no suelen admitir contraste o controversia . Lo más efectivo en su retórica son las frases cortas de nulo contenido, pero muy populistas, que llegado el caso pueden interpretarse a conveniencia, con lo que no les es posible entonces “errar” en nada.
El contrario u oponente también desea y quiere optar a la necesaria libertad de respuesta, pero sabedor de que generalmente no va a ser ni atendido ni entendido.
Sí, es cierto que el voluntarismo no es buen compañero para conseguir algún fruto con esa fuerte obsesión grupal que lo alimenta, con una carga excesiva de autosatisfacción, mutua alabanza y mínima autocrítica.
Se puede admitir que casi siempre es sabia la conducta de dejar correr el agua sea o no potable, pero para todo no se debe aceptar porque siempre hay límites.
En relación, y dentro del objetivo social pretendido según el perfil personal de sus miembros, para que el grupo alcance permanencia y utilidad ha de ser plural, tolerante, respetuoso con todos pese a las diferencias, y exigirse la deseable reflexión intelectual ante cualquier asunto al que se enfrente.
Coronel de Infantería, retirado. Abogado jubilado del ICA de Granada