El triángulo de Alborán

España, por su posición geográfica, no puede desentenderse de los conflictos y desavenencias entre sus dos vecinos sureños: Argelia y Marruecos. De ambos tiene dependencias y de ambos pueden proceder riesgos. Algunos pueden ser comunes, como los problemas de la inmigración irregular o del apoyo intelectual o material al terrorismo transnacional, pero también específicos de solamente uno de ellos, bien de carácter económico-comercial o bien de contenciosos concretos de carácter histórico o territorial.

Comercialmente las diferencias son significativas. En cantidad, pero también en valoración o, llamémosle, en importancia de implicar riesgos económicos. Marruecos es el primer destino de las exportaciones españolas (absorbe el 45% de las exportaciones a África), que alcanzaron 6.747 millones de euros en 2020, frente a unas importaciones por valor de 5.838 millones, lo que dio un saldo favorable a España de 909 millones de euros, situándose como el primer proveedor y cliente de Marruecos y buen camino de entrada comercial en el resto de África, donde las empresas marroquíes, de quien España es el principal proveedor, están cada vez más implantadas. Con Argelia, por el contrario, la balanza de pagos es negativa debido a los hidrocarburos, arrojando un saldo negativo de 1.314 millones de euros (1.242 millones de euros de exportaciones frente a 2.556 de importaciones), aunque siendo nuestro segundo cliente africano y nuestro tercer proveedor africano, al igual que su tercer cliente y su quinto proveedor.

Es decir, por decirlo de alguna forma, Marruecos es rentable para España (balanza de pagos positiva, +909 millones de euros anuales), mientras Argelia no (balanza comercial negativa, -1.314 millones de euros anuales), pero ninguno de los productos con los que se comercia con Marruecos, importándolo o exportándolo, es de la sensibilidad económica del gas argelino, que proporciona el 41’5% de las importaciones españolas de energía.

Políticamente, España se ha situado tradicionalmente mucho más cercana a Marruecos que a Argelia, probablemente porque hemos tenido muchas más relaciones históricas con el actual territorio marroquí que con el argelino y por los lazos que hayan podido quedar de nuestro antiguo Protectorado en el norte y en el sur del actual Marruecos. Pero también porque durante los treinta y pico años de Guerra Fría que van desde las independencias marroquí (1956) y argelina (1961) hasta su finalización, España y Marruecos, por una parte, y Argelia, por la otra, militamos en bandos opuestos. Y estas improntas, desgraciadamente, aún perduran en el mundo, a pesar de los treinta y pico años transcurridos y todo lo que ha pasado durante ellos.

Sin embargo, y esto podría parecer una contradicción, pero así es la historia, mientras España carece de contenciosos bilaterales concretos con Argelia (al menos hasta el reciente cambio de postura española en relación con el Sáhara), Marruecos es nuestro principal proveedor: arrastramos con ellos, y además desde hace tiempo, los problemas de Ceuta y Melilla (y de algunas islas y peñones cercanos) y de Canarias y de la delimitación de sus aguas con dicho archipiélago; contenciosos que no son sino la continuación en el tiempo de los del protectorado español en el Rif y en Tarfaya (1912-1956), de la independencia marroquí (1956), del territorio de Ifni (1957-1958) y después de su capital Sidi Ifni (1969) y de la propia ocupación del Sáhara (1975).

Toda una serie de circunstancias, positivas algunas para España, negativas otras, que parecen aconsejar que ésta, España, mantuviera la más exquisita neutralidad y equilibrio en los contenciosos que puedan enfrentar, y de hecho enfrentan, a nuestros queridos y cercanos vecinos.    

Desde sus independencias, Marruecos (en 1956) del protectorado franco-español y Argelia (1961) de la colonización francesa, ambos países han estado enfrentados por un motivo u otro y con un grado de agresividad mayor o menor según las circunstancias.

Su primera gran diferencia radicó desde el primer momento en su régimen político, una monarquía conservadora en Marruecos y una república socializante en Argelia y consiguientemente una alineación opuesta durante la Guerra Fría. Marruecos, en el bloque occidental, fuertemente amparado por Francia y Estados Unidos; en el bloque del “tercer mundo”, fuertemente amparada por la Unión Soviética y el bloque comunista, Argelia. Ámbito en el que desarrolla la llamada “Guerra de las Arenas” (septiembre-noviembre de 1963) entre ambos países por la zona de Tinduf/Colomb Béchar, que, en 1956, al producirse la independencia marroquí, Francia anexa a su entonces colonia argelina y, al independizarse ésta (Argelia), Marruecos la reclama. Un contencioso aún no resuelto.

Tensión histórica avivada, desde noviembre de 1975, con ocasión de la invasión marroquí del, hasta entonces español, Sáhara Occidental, por el sencillo procedimiento de desplegar (la llamada Marcha Verde) en la frontera sahariano-marroquí una ingente masa de manifestantes (¿debidamente protegidos por personal armado?), aprovechando la debilidad de los últimos momentos de la dictadura española (dictador inconsciente en su lecho mortuorio incluido), que se mostró incapaz de reaccionar y oponerse a la presión franco-estadounidense de “el Sáhara no merece una guerra”. Iniciándose desde entonces otra guerra entre Marruecos y el Frente Polisario, movimiento independentista saharaui, que, desde sus bases en la zona argelina de Tinduf, pasa de luchar contra las tropas españolas a luchar contra las marroquíes invasoras con el apoyo y sostenimiento de Argelia.

En 1991 se alcanza un armisticio patrocinado por la ONU, según el cual un referéndum decidiría la autodeterminación del Sáhara como Estado-nación independiente o su incorporación a Marruecos, para cuyo desarrollo pacífico se desplegó, en todo el Sáhara, una operación de mantenimiento de la paz (MINURSO). Un armisticio que dejó sin resolver lo que era el principal escollo: ¿quién debería constituir el censo para ese referéndum: la población incluida en el último censo español anterior a noviembre de 1975, como preconizaba el Frente Polisario, o los habitantes del territorio –cada año que pasaba con más colonos marroquíes– en el momento de llevarse a cabo el referéndum, como solicitaba Marruecos? Así, hasta el año 2007, cuando Marruecos decide unilateralmente cambiar los parámetros establecidos por el armisticio y la ONU, de forma que el referéndum sea entre plena incorporación a Marruecos o su incorporación con un cierto grado de autonomía. Y pudiendo votar, no solamente los exiliados de Tinduf, donde se refugian los huidos saharauis desde noviembre de 1975, sino asimismo toda la población residente en el territorio del Sáhara, progresivamente poblado desde 1975 por originarios marroquíes y sus descendientes.

Y hasta marzo de 2020, cuando Marruecos promulga, también unilateralmente, dos leyes redefiniendo sus aguas jurisdiccionales, de forma que incluyan las correspondientes al Sáhara e incrementando su plataforma continental, y sus posibles riquezas en hidrocarburos, telurio, circonio, cobalto y fauna marina, en detrimento de la correspondiente a las islas Canarias.

Ambos países juegan con los sentimientos autonomistas de sus respectivas poblaciones bereberes: Marruecos alentando los de los bereberes de la Cabilia y Argelia los del Rif

Pero, tras treinta años (1991-2020) de paz tensa entre Marruecos y el Frente Polisario y entre Marruecos y Argelia, en los que dicho referéndum nunca se celebró, el 13 de noviembre de 2020 volvieron a saltar las hostilidades cuando el Ejército marroquí expulsa del paso fronterizo (entre Sáhara y Mauritania) de Guerguerat a un grupo de unos cincuenta civiles saharauis que lo bloqueaban para exigir a la ONU que se celebrase el referéndum prometido en 1991. El Frente Polisario decreta el “estado de guerra”. Un estado de guerra que Marruecos se niega a admitir a pesar de los frecuentes intercambios de fuego entre ambos ejércitos. España, todavía potencia administradora del Sáhara según el derecho internacional sancionado por las Naciones Unidas, permanece callada, teóricamente neutral. El 24 de agosto de 2021, Argelia suspende sus relaciones diplomáticas con Marruecos y, en octubre de ese mismo año, comunica la rescisión del gasoducto GME: Argelia-Marruecos-España-Europa.

Mientras, ambos países juegan con los sentimientos autonomistas de sus respectivas poblaciones bereberes: Marruecos alentando los de los bereberes de la Cabilia y Argelia los del Rif (conocidos como hirak o “movimiento” en árabe local)

En estas circunstancias es cuando Estados Unidos decide (diciembre de 2020) reconocer la marroquinidad del Sáhara, sin referéndum mediante, a cambio de que Marruecos normalice sus relaciones diplomáticas con Israel. Y en enero de 2022, Alemania, aprovechando la carta diplomática de felicitación del año nuevo del presidente federal al rey marroquí, introduce la aparentemente inocente frase de que “la propuesta marroquí de una autonomía para el Sáhara Occidental es una buena base para resolver el conflicto”, que en realidad materializa el cambio de postura respecto al contencioso al “aprobar” una modalidad de resolución que claramente contradice el acuerdo del armisticio y las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Es el ejemplo que imitará España en marzo de 2022 (Países Bajos lo imitará también en mayo de 2022), cuando la Casa Real marroquí hace pública una carta del presidente del Gobierno español al rey marroquí en la que se alude a la “autonomía” propuesta por Marruecos como “el proyecto más serio y creíble para resolver el contencioso”. Argelia, “muy sorprendida” “por la dejación española de sus responsabilidades”, llama a consultas a su embajador en Madrid, amenaza con cortar el gas hacia España (gasoducto GME) si ésta desvía gas a Marruecos y entra en negociaciones con Italia para transportar a Europa el gas del GME, y si es necesario el del Medgaz (Argelia-España-Europa, sin pasar por Marruecos), a través de este país.

A cambio, por el contrario, Marruecos abandona la política de hostilidad hacia España que llevaba manteniendo desde que en abril de 2021, cuando el secretario general del Frente Polisario, Brahim Ghali, con domicilio en España (Talavera de la Reina), DNI español (50241451K) e investigado por la Audiencia Nacional por presuntos delitos contra el Derecho de Gentes, entra en España de forma un tanto irregular para ser tratado de Covid. Política de hostilidad manifestada en la inducción de los “saltos migratorios” masivos que se produjeron en Ceuta y Melilla (mayo de 2021, unas diez mil personas, muchas de ellas menores) y en Melilla (marzo de 2022, unas ochocientas personas) y en el mantenimiento, ya innecesario, de las restricciones implementadas por la pandemia: comunicaciones marítimas a través del Estrecho, cierre de las fronteras de Ceuta y Melilla, operación Paso del Estrecho, reivindicaciones en las aguas limítrofes atlánticas incluyendo las correspondientes al Sáhara, etc.

Es decir, España ha tomado partido, alineándose con la postura estadounidense, que es la marroquí, y enfrentándose con la argelina y la del Frente Polisario. Ha tomado partido, por tanto, en el enfrentamiento “frío”, pero de larga data, entre Marruecos y Argelia. Ya no puede considerarse neutral, ni oficial ni oficiosamente.

¿Era necesario? ¿Está justificado? ¿Qué consecuencias puede traer?

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