El tiempo pasa

Hace unos días murió Mario Sánchez-Barriga, Almirante, en el buen sentido de la palabra, bueno. Juntos nos preparamos para el ingreso en la Escuela Naval en una academia que existía en la calle de Fernanflor, lateral al edificio de Las Cortes, actual Congreso de los Diputados. Y juntos viajamos, una calurosa tarde de finales de julio, desde la antigua Estación del Norte, para incorporamos a la Escuela Naval en Marín (Pontevedra), “procedente de la clase de paisano”, según consta en nuestra Hoja de Servicios.

Muy madrileño, tenía un acento castizo que lo delataba. Yo, en cambio, hijo de padres andaluces, instalados en Madrid al finalizar la guerra, nací en los llamados años del hambre (1943), y aprendí a hablar mis primeras palabras con un simpático acento andaluz, al decir de mis vecinas. Acento que no sobrevivió a mis años de enseñanza primaria, en el piso de mi maestra, cercano a la actual plaza de Arturo Barea, autor de la trilogía La forja de un rebelde. En dicha obra se refleja fielmente como era la vida en el barrio de Madrid en el que transcurrió mi infancia y primera adolescencia.

Después de mis primeros palotes y lecturas del Quijote, en el pequeño colegio de mi maestra -y de aprender las cuatro reglas con un maestro republicano, inhabilitado por la dictadura, Don Isidoro- seguí mis estudios secundarios en el instituto San Isidro, en la calle de Toledo, y más tarde en el Colegio Romano. Un colegio de barrio, situado en los primeros números de la madrileña calle de Magdalena, que, pese a su nombre equívoco, no tenia nada de religioso.

Recuerdo aún las frecuentes correrías de estudiante por la Plaza Mayor y los pequeños jardines de la Plaza de Tirso de Molina, a la que seguíamos llamando con cierta rebeldía Plaza del Progreso, pues, al entrar las tropas fascistas en 1939, la dictadura eliminó ese mismo año su nombre del callejero, que aún no ha recuperado. En ella tiene su sede la central sindical CNT. Allí jugábamos al tacón o la taba, los juegos de los niños del barrio; o al futbolín en los billares de la calle del Doctor Cortezo, en la misma acera del cine Fígaro, próximo al Cine Ideal.

En mis años de alumno en la Escuela Naval coincidimos Mario y yo con otros compañeros demócratas, tales como José Felpeto, Celso Milleiro, Fernando Serrano, José LLobet, Antonio Maira, Arturo Maira, Miguel Illan, hoy almirante retirado; por citar a algunos de los que estuvieron más próximos a la UMD o formamos parte de ella, aunque podría citar alguno más.

Lo anterior es un botón de muestra que prueba la inexactitud de algunas afirmaciones del conocido presentador El Gran Wyoming, con las que disiento en parte. Por ejemplo, cuando dice que todos los militares éramos todos fascistas al salir de la dictadura; lo que no es del todo cierto, pues, al menos en mi época de academia militar, la sociedad culta gallega, que siempre fue soberanista -y nuestras lecturas-, nos abrieron bien pronto los ojos a un pequeño grupo de alumnos; como tampoco es cierto lo afirmado recientemente en su programa de gran audiencia “El Intermedio”, diciendo que esta democracia es una democracia plena, criticando las declaraciones de Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno, que afirmó certeramente: “No hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando, los líderes de los dos partidos que gobiernan en Catalunya, uno está en la cárcel y el otro en Bruselas”

De los compañeros citados más arriba, Antonio Maira continuó siendo compañero de lucha en la post UMD. Muchos años después, a finales de febrero de 2013, cofundamos Anemoi junto a Manuel Pardo de Donlebún, más joven que nosotros, aunque ya retirado. Nuevos compañeros, mucho más jóvenes, se unieron enseguida a la lucha y lideran hoy el colectivo Anemoi. Destacan, por su lucidez y valor, entre otros, Luis Gonzalo Segura y Marco Antonio Santos. El colectivo ha evolucionado en estos años, desde su composición inicial -un pequeño grupo cerrado- a su situación actual, un creciente y prestigioso movimiento de opinión democrática, abierto a todos los compañeros y compañeras antifascistas.

Antonio es, sin duda, con quien más he compartido análisis de la difícil situación por la que transitamos en aquellos años. Siempre nos ha unido una gran amistad y he aprendido mucho de su enorme cultura y bagaje político. Nuestras respectivas compañeras, Amelia y Rosa, siempre fueron muy comprensivas con nosotros, asumiendo los riesgos que tuvimos que correr, pues afectaban a la seguridad de nuestras familias.

Nuestra amistad se forjó en los primeros años de la transición. Antonio y yo habíamos coincidido en la Escuela Naval en el último cuatrimestre de 1963, pues él, al ser más joven que yo, había ingresado tres años más tarde. En aquellos últimos meses de escuela, Mario, Pepe y yo, junto a otros compañeros de cuarto curso, como Julio Sanmartín, participamos afanosamente en la preparación de la Fiesta del Ciento: era nuestra despedida de la Escuela Naval.

Faltaban tan solo unas semanas para que embarcásemos en un largo viaje de instrucción, a bordo de un bello bergantín-goleta de cuatro palos, el buque escuela “Juan Sebastián de Elcano”.

Fue un viaje largo que concluyó a finales de agosto de 1964, tras interminables travesías de agotadoras singladuras, de puerto en puerto; primero por el Atlántico, después por el Mediterráneo y, por último, de nuevo en el Atlántico.

Ya de regreso a España desde las costas de América, navegando por el Atlántico Norte, nos alcanzó la cola de un huracán, que capeamos algún tiempo. Estuvimos varios días dando bandazos y cabezadas, que devenían a veces en violentos pantocazos. El denso oleaje barría a menudo la cubierta. Un cabo de vida, consistente en un cabo de suficiente mena al que poder asirse para no ser arrastrado por los golpes de mar, afirmado de trecho en trecho mediante un nudo, recorría la cubierta de proa a popa.

Tras largos días de navegación arribamos exhaustos a la ría de Pontevedra, fondeando al llegar la noche. A la mañana siguiente atracábamos en el muelle de torpedos de la Escuela Naval. Muy feliz al desembarcar y pisar tierra, pues allí me esperaba una linda galleguiña, Rosa, inteligente y luchadora, que hoy es madre de 6 hijos y abuela de 12 nietos.

Sin duda fue una apasionante e irrepetible aventura marinera para los que amamos la mar. La gente marinera solemos referirnos a la mar en femenino, siempre cuando se trata de su superficie; con algunas excepciones, por ejemplo cuando nos referirnos al fondo del mar o bajo el mar.

Antonio Maira, buen amigo y compañero de lucha antifranquista, militamos en la clandestina Unión Militar Democrática (UMD), como ya he relatado. Lucha que continuó con especial intensidad tras la disolución de la organización en junio de 1977, unos días después de las primeras elecciones en relativa libertad, que se habían celebrado el 15 de junio de ese mismo año. El periodo que abarca desde esa fecha, hasta el verano de 1986, fueron largos e intensos años de post UMD. Sin duda es una historia que está por narrar en toda su complejidad.

El actual presidente del FMD, Fernando Reinlein, también buen amigo y compañero de armas e ideas, al igual que José Ignacio Domínguez, fue uno de los dirigentes procesado en consejo de guerra, encarcelado y expulsado por su pertenencia a la organización. Su singular protagonismo y liderazgo los situó a ambos, junto a otros compañeros, en el ojo del huracán franquista desencadenado por la dictadura, que se descomponía aceleradamente ante el evidente deterioro físico del dictador, anunciando su final.

Parte fundamental de aquella lucha democrática ha quedado reflejada en la obra del compañero Fidel Gómez Rosa, Secretario del FMD: Casos verídicos del Capitán Domínguez. Un relato apasionante, prologado por el General de Aviación Julio Rodríguez, ex JEMAD, de imprescindible lectura, pues constituye la raíz histórica del actual movimiento militar antifascista. Hoy dirigen el FMD, al que me asocié hace un año, pues estimo que ambos representan dignamente la memoria de aquella organización clandestina que se llamó UMD. Es de reseñar que no todos éramos juancarlistas, pues algunos compañeros pretendíamos que la transición fuese plenamente democrática, es decir republicana.

Poco se ha escrito o dicho sobre la actividad en los años que siguieron a su disolución, quizá sea debido a que arroja sombras sobre la inmodélica transición, pues esconde asuntos que de salir a la luz, en toda su complejidad y ramificaciones, darían al traste con una patraña tan cuidadosamente elaborada, como tantas otras, por ejemplo la famosa igualdad ante la ley, pregonada por el Rey fugado. Prueba de ello es que toda la información sensible correspondiente al autogolpe monárquico del 23-F, en nombre del Rey, sigue clasificada como secreta, pese a haber transcurrido cuarenta años.

Cuatro días después, el 27 de febrero de 1981, alrededor de las 7 de la tarde, se iniciaba una gigantesca manifestación de rechazo al golpe, en la que participó más de un millón de personas. La cabecera de la manifestación avanzaba compacta por el paseo del Prado, en dirección al Congreso, formada por los representantes de los principales partidos. Entre ellos, algunos de los personajes que aparecían en la famosa lista del golpe: la lista del general Armada, cuya finalidad era forzar la formación de un gobierno de concentración nacional presidido por él mismo, con la aprobación del Rey.

Ese era el verdadero objeto del golpe, que fue liquidado por el propio teniente coronel Tejero al negarse a aceptar que hubiese “social-comunistas” en el gobierno, al percatarse de ello cuando el general Armada le mostró la lista. Fue un golpe de mano violento contra el Congreso, ejecutado por Tejero y sus guardias civiles, al que le habían hecho creer que se iba a formar una junta militar, presidida por el capitán general de Valencia, Jaime Milans del Bosch, a las órdenes del Rey.

Por aquellos días nos reunimos algunos compañeros en casa de nuestros amigos Carmen Macías y Luis Otero, uno de los líderes principales de la disuelta UMD, a comentar la situación. Después de mucho deliberar se me ocurrió sugerir tímidamente que se propusiese, a los partidos democráticos, que abandonasen Las Cortes y exigiesen el inicio de un proceso constituyente en libertad, plenamente democrático. Uno de los compañeros presentes dio un respingo y exclamó: ¡Estas loco! ¡Has perdido el juicio! Creo recordar que además de militar era psicólogo. Ante un argumento de tal contundencia no insistí más, y no se volvió a hablar del asunto.

Por aquellos años Fernando Reinlein trabajaba como periodista en Diario16, desde cuyas páginas informaba, con extraordinaria rapidez y precisión, de los movimientos de los militares fascistas. Tuve ocasión de captar algunas informaciones, que yo pasaba de inmediato al entonces Comandante de Infantería de Marina Miguel Bouza, al que conocí después de la disolución de la UMD, que a su vez hacía llegar al presidente Suarez. Su mujer, Mari Paz, a la que nos llegó a unir una buena amistad, actuaba de amable anfitriona en nuestras reuniones antigolpe.

En el segundo semestre del año de 1977, Fernando, que había consiguió un puesto de trabajo en Diario16, abrió una columna de opinión todos los lunes, en donde escribíamos algunos compañeros, que no habíamos dada por terminada la lucha, pues éramos conscientes de lo que se nos venía encima. Por ello, afrontamos la implacable persecución de la justicia militar, arrestos y acoso en los destinos.

Un extraño incidente, que pudo acabar con mi vida y la de otro compañero y amigo, hoy Coronel retirado, fue una detonación “accidental” en un polígono de tiro del Ejército en el año 1980. Asunto criminal que no quiso ser investigado y fue silenciado con el pretexto de estar clasificado como secreto, aunque había indicios evidentes de que el dispositivo había sido manipulado intencionadamente, lo que hubiese constituido una prueba forense. Mi desconfianza hacia un comandante de Infantería de Marina, hoy coronel retirado, cuyo nombre omito, evitó un percance forzosamente letal.

Transcribo textualmente información relevante correspondiente a los años 1980 y 1981, extraída de mi Hoja de Servicios:

1980.- Continúa destinado en el Centro de Investigación y Desarrollo de la Armada (C.I.D.A.) como Ingeniero Jefe de Programa, dirigiendo técnicamente los proyectos de espoletas de tiempo y antiaéreas. Impulsa la labor científica y técnica precisa para el desarrollo de tecnologías avanzadas en el campo de componentes electrónicos especiales, óptica infrarroja y filtrado interferencial. Simultáneamente imparte enseñanza de electrónica en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Armas Navales.

1981,- Continúa destinado en el Centro de investigación y Desarrollo de la Armada (C.I.D.A.) como Ingeniero Jefe de Programa de espoleta antiaérea de proximidad IR. El 23 de Febrero, ante los graves acontecimientos desencadenados en el Congreso de los Diputados, acude a su destino, manifestando su posición al lado de las instituciones democráticas.”

Muchas vicisitudes, de ese periodo post UMD tan agitado, han sido deliberadamente silenciadas por el régimen del 78, a fin de no empañar la impoluta imagen de la monarquía borbónica, construida durante la Transición.

El apoyo moral de nuestras esposas y compañeras, en aquellos años difíciles, fue esencial para afrontar con dignidad los peligros y dificultades por los que atravesamos.

El tiempo pasa. Compañeros militares jóvenes han tomado el relevo en la lucha por las libertades, mientras los más viejos intentamos transmitirles la memoria de un tiempo pasado que regresa amenazante. Destacan por su valor y lucidez los citados compañeros Marco Antonio Santos, Cabo Sanitario del Ejército, y Luis Gonzalo Segura, Oficial del Ejército y autor del genial ensayo El ejército de VOX, ambos miembros de Anemoi, expulsados del Ejército por su actitud democrática. Ellos, junto a otros compañeros y compañeras del FMD, lideran la lucha militar antifascista del presente, abriéndonos el futuro.

La UMD somos ya parte de la memoria democrática, es decir del pasado; aunque algunos sigamos al lado de nuestros compañeros demócratas más jóvenes, codo con codo.

A modo de aviso a navegantes, es conveniente recordar que el término monárquico, al menos en nuestro país, es una palabra antitética a demócrata, es decir a antifascista, pues esta monarquía, actualmente en descomposición, procede de la dictadura franquista, base de su legalidad; lo que no sucede, por ejemplo, en otras monarquías como las nórdicas; que también algún día no lejano serán repúblicas, en una Unión Europea confederal.

Retomando el hilo de mi amigo Mario, al que hice referencia, debo añadir que no era un militar franquista. Persona abierta, nada clasista ni corporativa, al que respetábamos por su buen hacer y franqueza. Llegó a la cúspide de su carrera militar ocupando el puesto de Almirante Jefe de Acción Marítima, un mando de la máxima responsabilidad en la Armada, pasando a la reserva en julio de 2006.

Algunos años antes, creo recordar que fue alrededor del año 2003, varios amigos viajamos desde Madrid a Cartagena para visitarlo en Capitanía, donde residía. Nos recibió cariñosamente junto a su encantadora esposa Barita, que hizo de anfitriona.

Hoy, mi querido amigo Mario, descansa ya definitivamente como tantos otros en la inmensidad de la nada, a la que poco a poco vamos regresando los que, en un día ya lejano, nos reunió el azar en las bellas costas de Galicia.

Terminando de escribir estas líneas he comenzado a oír los resultados de las elecciones del 14-F en Catalunya. Todo indica que estamos entrando en un tiempo nuevo.

Manuel Ruiz Robles, Capitán de Navío de la Armada (R), miembro de Anemoi y del FMD, presidente federal de UCR.

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