El ‘imperium’ de la ministra

Tener la cartera del Ministerio de Defensa ha sido durante los últimos años una de las responsabilidades más cómodas dentro del Gobierno. No existiendo graves conflictos bélicos que nos puedan concernir, sin otro tipo de misiones complicadas, sin posibilidad de diálogo social con sindicatos, y con una disponibilidad de presupuesto sin oposición para creación de empleo y mantenimiento de industrias relacionadas con la defensa, es sin duda una responsabilidad cómoda de llevar y un puesto que permite la promoción y autopromoción personal. Pero, aunque cómodas, existen responsabilidades ante cierta conflictividad con el personal, en muchos casos sobrevenidas, que deben ser atendidas y no pueden sortearse con imágenes falsas producto del marketing ministerial y, mucho menos, con mentiras.

La ministra de Defensa tiene sobre la mesa la reivindicación más enconada por parte de sus empleados de los últimos años: se ha visto forzada a la creación de una comisión de retribuciones en el seno del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas por exigencia de las asociaciones profesionales, y ha sentido el ruido de la calle mediante manifestaciones de militares reivindicando mejoras salariales, así como el calor sofocante de la crítica interna. Pero lejos de atender las demandas por los cauces del diálogo de forma comedida ha preferido el camino de la imposición, del ordeno y mando; se ha inclinado por el autoritarismo.

En su trayectoria en el ministerio, la ministra ha ejercido las diferentes expresiones del poder con las que el antiguo Imperio Romano definía las distintas formas de ejercerlo. En una primera etapa y seguramente influida por la experiencia adquirida en la judicatura, su actuación se puede recoger como incluida en una fase de la potestas, comprendiéndose sus actos sometidos estrictamente al ordenamiento jurídico y buscando el mejoramiento normativo desde la manera más formal; “haremos lo que se pueda hacer”, dice con frecuencia.

Una segunda etapa, la de la auctoritas, ha supuesto el acercamiento a las personas, a los empleados, a los militares, en un simulacro de diálogo social, mostrando una preocupación cercana y una reacción rápida que le ha podido granjear un cierto reconocimiento mediante esa suerte de tutela ejercida en sus administrados; esa actuación paternalista que en mayor medida ablanda voluntades y erige la autoridad.

Allí donde tienen que ser prevalentes la “potestas” y la “auctoritas”, con los militares en general y especialmente en su relación con los que les representan, las asociaciones profesionales, la ministra ejerce el poder del dictador

Y es la última, la actual, la del imperium, la que muestra la cara menos amable de un servidor público a través del ejercicio del poder militar en toda su extensión, en similitud con el ejercido en tiempos de la Roma clásica. Allí donde tienen que ser prevalentes la “potestas” y la “auctoritas”, con los militares en general y especialmente en su relación con los que les representan, las asociaciones profesionales, la ministra ejerce el poder del dictador, en los términos clásicos de la Roma imperial, precisamente sobre los militares; como entonces en aquellas épocas.

El “imperium” como poder de mando militar y la capacidad de disponer del desquite a modo de castigo, le vienen como anillo al dedo a la ministra de Defensa en estas últimas etapas donde la lucha de los militares por sus derechos se ve más enconada.

La carga reivindicativa del militar va creciendo en proporción a los problemas que se suman y que no encuentran solución. La petición de actualización de sus retribuciones se añade a otras reivindicaciones sobre la carrera militar, la temporalidad y sus derechos, entre otras, sobre las que no se ven avances. Pero es esta petición de mejores retribuciones la que más molesta cuando uno de los principales empeños desde el ministerio es el de explotar la imagen del buen trabajo realizado, mediante buenas campañas de publicidad, ofreciendo con ello una panorámica de gran gestión ministerial, dando un resultado de buen trabajador, el militar, y mal pagador, el ministerio; todo ello sin que el ministerio haya realizado una sola iniciativa legislativa en lo que va de legislatura.

Es en esta lid donde la ministra encuentra la comodidad del ejercicio del poder autoritario, apartando el diálogo, menospreciando a la otra parte y utilizando artimañas como la mentira.

De un gobierno que se precia del diálogo social como principal herramienta para el consenso y la paz social, destaca el Ministerio de Defensa donde dicho diálogo social es meramente testimonial y la apisonadora de su maquinaria intenta aplastar todo vestigio de fuerza participativa.

Y es que la ministra de defensa en el ejercicio de su responsabilidad ha optado por la comodidad del “imperium” a la hora del trato con el militar cuando éste necesita trasladar sus quejas, elevar sus reivindicaciones y exponer sus propuestas. Ejercer su mando investida del poder autoritario es síntoma del final de etapa. Sin nada que ofrecer y con un recorrido sin apenas contenido, el interés decae, el trabajo se convierte en una carga y los problemas en una molestia. Por todo ello, investirse del “imperium” es la mejor solución. Para ella, claro.

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