El general Francisco Franco y su curiosa hoja de servicios (VIII)

Su primer y mitificado momento estelar

Franco no fue el héroe por antonomasia del combate del Biutz. Espero que esto haya quedado claro en los posts anteriores. Ya hice referencia a lo que el fiscal del Consejo Superior de Guerra y Marina elevó al conocimiento de este último órgano. A saber: se habían examinado otros casos del combate, cuya importancia y significación pueden debatirse y se han debatido. Lo que ha quedado algo olvidado, comparativamente hablando, es que se habían presentado otros candidatos a la Laureada. Aun así, quedan algunas incógnitas que es preciso identificar, que no resolver.  Veamos las más importantes.

La primera se refiere a la herida de Franco. La EPRE, en la medida en que se ha conservado, afirma que fue en el pecho. Así está consignado en el informe a mano del fiscal. Pudo, naturalmente, haberse tratado de un error que recogió  Carvallo de Cora. De este sí sabemos que se equivocó, ya lo hemos dicho, en el nombre del médico al transcribir el informe. A este error, salvo que fuera para despistar, no le otorgamos más importancia. Lo de la herida es mucho más significativo. Es claro que se trató de una muy grave y que Franco se recuperó. Lo que ocurre es que no sabemos cómo. ¿Fue debido a una intervención sobrenatural? ¿A la naturaleza robusta de un oficial algo enclenque? El informe del médico Sr. Blasco ha desaparecido. De los cuidados que se le prodigaron en el campamento no ha quedado rastro documental. Finalmente fue trasladado al hospital. Según cuenta, quizá con excesiva galanura, un periodista de ABC, Manuel Pérez Villatoro, en su artículo actualizado en red al 7 de marzo de 2017 (https://www.abc.es/historia/abci-batalla-olvidada-pudo-cambiar-historia-espana-cuando-franco-casi-muere-combatiendo-contra-cientos-rifenos-201703070158_noticia.html), él consultó a dos médicos que conocieron bien a Franco y Marruecos. Ambos le dijeron que en el hospital de Ceuta en aquellos tiempos no había aparatos de radiografía.

Es decir, casi todo lo relacionado con la herida debe ser puesto bajo interrogantes. Las lagunas pudieron producirse porque en 1916 o incluso 1918 Franco no era todavía un personaje importante y, naturalmente, tales detalles no se conservaron. Pero también puede establecerse otra hipótesis: la posibilidad de que posteriormente Franco tuviera algo que ver con su desaparición. Cosas más difíciles han ocurrido.

Ahora tenemos que comparar lo que la hoja de servicios (versión Carvallo de Cora) y el juicio contradictorio dice de Franco con el caso de otro oficial, muy conocido de los expertos pero no del público en general: el entonces teniente Juan Salafranca Barrio. Los lectores pueden acudir a su entrada en Wikipedia y a un resumen de su biografía  en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Ambos fueron compañeros de la misma promoción, la XIV, de la Academia de Infantería de Toledo.

Franco ascendió, por antigüedad, un año antes que Salafranca y también llegó tres años antes a Regulares. En estas fuerzas coincidieron. Claro, Franco se distanció rápidadamente, pues su ascenso a capitán le hizo subir muchos puestos en el escalafón. No he encontrado nada que haga pensar que Salafranca mendigara el suyo. Ascendió, eso sí, como consecuencia de su comportamiento en la misma acción de El Buitz. No he tenido la curiosidad de examinar su hoja de servicios pero me fío de un párrafo parcial de la misma que se reproduce en Wikipedia.

En él se afirma que “sostuvo duro combate con el enemigo (…) resultando dos veces herido, una en la pierna y otra en el cuello, continuando al mando de sus fuerzas a pesar de sus heridas, ordenándole el capitán jefe accidental del tabor Fernando Lías Pequeño, saliese a llevar un parte al jefe de la columna, coronel Génova, lo que cumplimentó, siendo muerto el caballo que monataba al regresar de transmitir dicho parte, permaneciendo al frente de sus fuerzas hasta que ordenó el repliegue”.  Su nombre figuró en el parte de la operación que Lías Pequeño entregó a dicho coronel con la mención de “muy distinguido” por su insuperable valor, dotes de mando y la energía que desplegó en altísimo grado en dicho combate.

Pregunta: ¿cuál de los dos oficiales, el capitán Franco o el teniente Salafranca, se portó mejor en el asalto a la loma de las trincheras? Los dos fueron a parar al hospital, aunque Franco algo más tardíamente dada la gravedad de sus heridas. El de Biutz fue un combate en el que hubo otros héroes. Uno fue el cabo Mariano Fernández Cendejas. También se le transportó al hospital porque seguía vivo aunque estaba acribillado a balazos. El hermano del comandante de la columna fue a verlo para que firmase la instancia que él había promovido para que se le concediera la Laureada. No pudo hacerlo porque tenía las manos vendadas. Dos días más tarde falleció. La Laureada se le otorgó a título póstumo.

Cuando Salafranca pudo salir, por fin, del hospital coincidió con la publicación en la orden general del Ejército de España en África la disposición del general en jefe por la que se abría juicio contradictorio en atención a sus méritos contraídos en El Biutz para que se le concediera la Cruz Laureada de San Fernando. También se propusieron al teniente Diego Pacheco Barona y al oficial médico Ricardo Bertoloty. Poco después siguieron el fallecido comandante del tabor, Enrique Muñoz Gui, el capitán Francisco Palacios y el propio Franco. Como se ve, una plétora de héroes. FRANCO NO FUE EL ÚNICO. FUE EL MÁS PEDANTE.

Según Wikipedia, de la que me fio en este caso, Franco elevó una instancia al rey Alfonso XIII en la que puso de manifiesto el agravio comparativo con sus compañeros ascendidos y, hoy sabemos que con extremado tupé, aludió “a la injusticia de atribuir todos los méritos del asalto a la loma de las trincheras al teniente Salafranca”. Franco, acusica y rencoroso, aseguró que “como oficial de mayor graduación de aquella acción siempre estuvo al mando de ella y que fue él y no Salafranca quien había seguido dirigiendo el combate, incluso después  de resultar herido”. Hoy podemos decir que, si Franco escribió en estos términos, mintió como un bellaco, porque en la segunda etapa de su juicio quedó de manifiesto que no había estado en condiciones de hacer nada después de recibir un balazo.

El que no se le concediera la Laureada debió producir a Franco, pues, un gran malestar. En su carrera militar ulterior tampoco la ganó. Probablemente se había hecho prudente y eso de ir a pecho descubierto hacia la muerte ya no le agradaría (si es que alguna vez la buscó en pos de la fama y de la gloria). Salafranca sí lo hizo y se topó con la parca. Murió como el valiente que era.

Franco, siempre muy al loro, encontró otro método para subir al cielo de los héroes. Lo hizo en tres etapas. La primera fue a finales de septiembre de 1936 y a ella dedicaremos un par de posts ulteriormente. La segunda etapa coincidió con el también segundo aniversario del “Glorioso Movimiento Nacional”:  el Consejo de Ministros, que él presidía, tomó una resolución que encontró plasmación en las páginas del BOE.

Para mí es la babosidad que rezuma la segunda la que más me impresiona. Imagine el lector la escena. El Consejo de Ministros se encuentra sobre la mesa con la solicitud hecha por la Armada para que el Jefe del Estado vista su uniforme. No sabemos si en ese día el Consejo lo presidió Franco o, por un ataque de extraña humildad, se ausentó para que deliberaran al respecto los señores ministros.

Lo cierto es que el Consejo aprobó la petición y se lanzó a una envolée tan cursi como inigualable. La de por sí sobria prosa del BOE apenas da abasto para contener la emoción que rezuma el párrafo final de su resolución, supongo de nuevo que adoptada en ausencia de Franco:

“También cree el Gobierno rendir tributo de justicia a quien por designio Divino y asumiendo la máxima responsabilidad ante su pueblo y ante la Historia, tuvo la inspiración, el acierto y el valor de alzar la España auténtica contra la anti-Patria y, después, como artífice inimitable de todo nuestro Movimiento, dirige personalmente y en forma insuperable una de las más difíciles campañas que registra la Historia, conduciendo a nuestros bravos soldados de victoria en victoria y a pasos agigantados al triunfo final y, como Jefe del Estado y Presidente del Gobierno, rige los destinos de la Nación con desvelo y acierto universalmente admirados”.

El narcisismo de Franco no pudo recibir mejor espaldarazo. Le faltaba una cosita que le llegó en la tercera etapa, cuando tópicamente va la vencida o, como se dice en inglés, third time lucky. En aquel momento de ascenso a la suprema gloria militar se dejó prender en su pecho, henchido sin duda por la VICTORIA, la Laureada que no había logrado conseguir ni en los años diez ni en los veinte del pasado siglo.

He puesto en itálicas lo del “designio Divino” porque los hechos fueron muy, pero que muy diferentes. Lo dijeran los señores ministros de la época o lo machacara con singular constancia una propaganda sumamente rendida y permanente (en realidad hasta hoy),  con incrustaciones religiosas de por medio.

En los próximos posts veremos la, hoy por hoy, presentación de la carrera de Franco de teniente a comandante en la última versión que ha llegado a mis manos.

NOTA

En condiciones normales sería en los próximos martes, pero en dos ocasiones recaerían en Nochebuena y Nochevieja. No son momentos para leer mis posts. Continuaré la serie el 7 de enero, después de Reyes, con la esperanza de que los amables lectores sigan riéndose.

A todos y a todas, MIS MÁS SINCEROS DESEOS DE FELICIDAD EN LAS PRÓXIMAS NAVIDADES Y DE BIENESTAR Y ÉXITO DE CARA AL NUEVO AÑO.