El general Francisco Franco y su curiosa hoja de servicios (I)

Publicado en el blog http://www.angelvinas.es/

Su primer y mitificado momento estelar

 

Al general Franco, cuyo nombre en las últimas semanas no ha dejado de aparecer en los periódicos a consecuencia de la exhumación y traslado de sus restos mortales desde Cuelgamuros, se le ha endosado una gran variedad de calificativos. En este y en los próximos posts voy a tratar de poner en relieve unos aspectos que, por lo que sé, no suelen resaltarse. Ruego a los amables lectores tener paciencia, porque la demostración de su utilidad se hará de forma pausada. Me serviré, con una sola excepción, de material y libros publicados y al alcance de cualquiera. Con ello quiero demostrar, no sin una puntita de ironía, que una de las cualidades más características del historiador es saber contextualizar.

Como es notorio los alquimistas eran hombres y mujeres a quienes se atribuía en el pasado, bien sea remoto bien algo menos, cualidades específicas muy particulares. Se creía que tenían la capacidad de transmutar en oro materiales viles de las más diversas procedencias. Por desgracia, no se ha conservado -que servidor sepa- ninguna muestra del oro obtenido mediante la alquimia. Es más, los avances en química inorgánica empezaron a poner en duda que aquella aspiración de los alquimistas pudiera convertirse algún día en realidad. Las modernas ciencias físicas han revelado que, pura y simplemente, se trataba de supercherías.

En algunos de mis libros he abordado el análisis de ciertos aspectos, siempre encubiertos, poco documentados o a veces ignorados, del comportamiento de SEJE (Su Excelencia el Jefe del Estado). Así terminó denominánsole habitualmente una vez que sus conmilitones -pretendiendo hablar por la totalidad de las fuerzas armadas y, nada menos, que por la de España- lo exaltaron a la jerarquía suprema y él se adosó exclusivamente lo del Estado.

Si adoptamos un punto de vista estrictamente temporal creo haber podido demostrar documentalmente que, entre tales aspectos de comportamiento, figuran cuando menos, y en oposición a lo que se ha dicho por lo general:

  • No fue el líder de la sublevación que desembocó en guerra civil, aunque posteriormente se autopresentó como tal e hizo que pasara de esta forma a los antecedentes de la “guerra de liberación” que publicó en 1945 el Servicio Histórico Militar, siempre a la vanguardia en la defensa de los altos intereses del Estado y, naturalmente, de su líder.
  • Sí inició su propia sublevación tras desembarazarse, por persona interpuesta, de alguien que podría quizá haber trastornado sus planes, el general comandante de la guarnición de Las Palmas, Amado Balmes, en torno al cual se montó una leyenda que no se la cree ni un imbécil pero que ha costado desmontar documental y empíricamente.
  • Haciéndome eco de alguno de los comentarios del conspirador monárquico Pedro Sainz Rodríguez, consideré muy probable que el objetivo inmediato de Franco no hubiera sido la Jefatura del Estado, algo que en aquellos momentos y por definición estaba muy alejado de él ya que hubiese correspondido al bilaureado teniente general José Sanjurjo.
  • No solo se aprovechó de la esperable, o temida, prolongación del conflicto para conseguir que sus conmilitones monárquicos le auparan a la Jefatura del Estado el 1º de octubre de 1936 (“Día del Caudillo”, remedo del Führertag nazi, aunque este se refería al día del nacimiento de Hitler).  A las pocas semanas (no más de tres) empezó a desviar fondos recaudados en algunas de las numerosas suscripciones nacionales que surgieron como las setas tras las lluvias de otoño en los territorios sometidos al mando militar. La desviación se hizo hacia cuentas bancarias abiertas a su nombre.
  • A medida que se alargaba la guerra, y mientras sus soldados morían en las trincheras, se desangraban en los hospitales o quedaban tullidos para el resto de su vida, SEJE aprovechó para forrarse el riñón, con cuentas abiertas en general en España pero, al menos en una ocasión, en Lisboa. Por si las moscas.
  • A esta cuenta SEJE le dedicó una atención especial porque, si bien estaba abierta a nombre de su hermano (embajador en Lisboa) y de su primo hermano (compinche en sus jueguecitos financieros), tan pronto como los norteamericanos bloquearon en el verano de 1940 la libre disposición de cuentas en dólares a nombre de titulares extranjeros, Franco hizo todo lo posible e imposible para que le eximieran de tales restricciones. La diplomacia española obedeció sus órdenes, pero fue en vano. Hubo que esperar al final de la guerra mundial para que se le desbloquearan los fondos.
  • Avispado como siempre, Franco se las apañó para que la contrapartida en pesetas y al precio de tasa de un regalo al Estado español y pre-imperial hecho por el dictador brasileiro Getúlio Vargas consistente en 800 toneladas del mejor café en grano se convirtiera en pesetas contantes y sonantes que se abonaron a sus cuentas particulares en el Banco de España.
  • Con estas minucias, y otras, SEJE se hizo con un patrimonio en metálico y por consiguiente de rápida disposición. Fue utilizándolo para adquirir propiedades inmobiliarias (terrenos). Todas ellas se ensamblaron (en un ejemplo poco conocido de la concentración parcelaria) para dar lugar a la finca Valdefuentes, cuyo propietario fue una sociedad anónima que la arrendó a su santa esposa.

Es decir, Franco transmutó alguna de las prerrogativas de su excelso cargo en dinero contante y sonante y luego, como un noble de antaño, en “terrenitos”.  Un alquimista consumado, en suma, que ya había dado muestras de su buen hacer en épocas lejanas y un tanto mitificadas.

Hay una hazaña bautismal que permitió a Franco “apuntar maneras”. Para mí es algo más que sintomática. Está convenientemente mitificada y pocos son quienes se hayan atrevido a relatarla en sus justos términos. Documentables. Que yo sepa, fue el coronel Carlos Blanco Escolá el primero en desmitificar un “apañito”  inicial que pone de relieve la auténtica maestría de Franco a la hora de convertir un molesto percance en una gloriosa, admirable y ejemplarísima muestra de gallardía, valor y camelística consumada.

Para ello hay que acudir a uno de esos documentos casi sagrados para los generales, jefes y oficiales del Ejército de su época: la hoja de servicios. Pero, antes de hacerlo, he de lanzar una llamada de atención, sin excluir a los encargados de velar por la memoria, el nombre y la herencia política del general Francisco Franco. Aunque, con motivo de su exhumación, un diario digital InfoLibre publicó que en 2001 se desclasificó su hoja de servicios, lo cierto es que no he visto ningún libro que la haya examinado o, menos aún, reproducido.

Reconozco, eso sí, que quizá haya surgido en alguna de las numerosas biografías que en los últimos tiempos se han publicado sobre Franco. Yo me he detenido en la del profesor Stanley G. Payne y la revisada del profesor Paul Preston. Sin embargo, al escribir mi último libro indagué en alguno de los archivos en que tal hoja debería haberse guardado cual preciada joya y la respuesta es que no lo sabían. Tampoco lo sabe mi primo hermano, Cecilio Yusta Viñas, que la ha buscado infructuosamente.

Sentadas estas informaciones me alegraría mucho si alguno de los especialistas en el tema me informen e informen también a los amables lectores. En el bien entendido que, como se verá a lo largo de esta serie de posts no se trata solamente del único documento que debe despertar la curiosidad de los investigadores, ya estén dispuestos a cantar las loas del SUPERHOMBRE o, por el contrario, reducirlo a dimensiones más humanas.

Quienes hayan tenido la paciencia de ojear EL PRIMER ASESINATO DE FRANCO (obra escrita en colaboración y gracias a la ayuda absolutamente esencial del patólogo Dr. Miguel Ull y de mi primo hermano y expiloto sabrán que los antecedentes de la muerte, no en accidente como solía afirmarse, del general Balmes presentan una característica común. Se refiere a las hojas de servicios de los diferentes personajes y personajillos que participaron en la trama que condujo a su eliminación. Casi todas ellas fueron manipuladas -en ocasiones con constancia de tal intervención; se introdujeron  formulaciones ad hoc; no revelaron claramente la participación de los interesados en los pormenores que condujeron a su actuación de cara al “Glorioso Movimiento Nacional” y, desde el punto de vista histórico e incluso profesional, a veces dejan bastante que desear. Todo ello puede comprenderse fácilmente, dado que era necesario borrar pistas, pero ¿en el caso de Franco?

Lamentando profundamente no haber podido leer la hoja de servicios a que aludió InfoLibre, mostraré que sin embargo no todo está perdido. Desde casi sus primeros momentos, y a tenor de la documentación consultable, el futuro Jefe del Estado se comportó como lo que algunos podrían caracterizar de perillán. O quizá de alguien consciente de su ambición desde sus más tiernos años de militar.