Día de la Constitución Española de 1978

Día de la Constitución, una conmemoración muy importante para la democracia, una fecha fundamental para la vida de tantos españoles, que a partir de la aprobación de esta Carta Magna comenzaron a disfrutar de la libertad.

Una fecha para evocar tantos recuerdos, la mayoría muy buenos, otros no tanto. Para los que tenemos cierta edad sabemos lo que significaba la dictadura y todo lo que la Constitución y la consiguiente democracia ha traído de bienestar y libertad.

La mayoría de los jóvenes no han podido vivir lo que era un régimen represivo, incluso, otros muchos como yo, solo vivimos de manera consciente los últimos vestigios de un régimen dictatorial, por eso es conveniente recordar y, si se me permite, hacer un poco de pedagogía.

Hoy en día, desde algunas posiciones políticas, que yo llamaría extremismo reaccionario, se intenta convencer de que nuestras libertades están en peligro y que están amenazados nuestros valores fundamentales (sobre esto habría mucho que debatir, ¿cuáles son nuestros valores fundamentales?) Hay que reflexionar acerca de esos mensajes catastrofistas sobre nuestro sistema político democrático.

Hay que ver de dónde proceden, quiénes son sus ideólogos y a qué intereses obedecen. Ahora se muestran como los principales defensores de la Constitución y de la Jefatura del Estado monárquica, son “ultraliberales convencidos”.

Ya tengo algunos años y he vivido en primera persona lo suficiente para constatar que algunos que ahora son vehementes defensores de la Constitución, no hicieron sino denostarla desde el momento de su elaboración, y llegaron a jalear y aplaudir el fracasado golpe del 23 de febrero de 1981.

Esos y sus sucesores ideológicos no cesan de acusar a los gobiernos legítimos de España de no ser democráticos, de no ser representativos. Como tengo recuerdos y vivencias, lo hicieron con los gobiernos de los señores Suárez, González, Rodríguez Zapatero y ahora con el del señor Sánchez.

Sí, no he omitido los otros gobiernos, los de los señores Aznar y Rajoy, porque durante ese tiempo permanecieron más condescendientes, aunque tampoco se libraban de sus ofensas. Ni siquiera con el estimado señor Calvo Sotelo, en su corto periodo en el cargo, fueron amables. He escuchado toda clase de improperios, calumnias, difamaciones, contra los gobiernos democráticos y sus presidentes por parte de algunos de estos defensores «sobrevenidos» de la Constitución.

Recuerdo perfectamente que ni el propio rey Juan Carlos se libraba de estos «profesionales del dicterio«. Pero especialmente sangrantes han sido sus acusaciones de traición a presidentes elegidos democráticamente, como lo han sido las realizadas contra los Rodríguez Zapatero y Sánchez.

No eran críticas, las críticas son siempre bienvenidas en democracia cuando van acompañadas de la argumentación y el respeto correspondientes. El debate constructivo siempre es deseable en democracia. Pero no era así, eran simplemente muestras de un rechazo visceral agresivo contra aquellos que se atrevían trabajar por una convivencia basada en el respeto y la libertad.

Nuestra Constitución seguro que es mejorable, pero para eso están las urnas, la voluntad de todos, la libertad y la democracia. Nadie tiene el derecho a atribuirse la facultad de cambiar unilateralmente, y menos de una forma violenta, la norma fundamental que regula nuestra convivencia.

En el día de la Constitución pediría a los representantes políticos que defendieran sus posiciones con respeto a la Constitución, que no es otra cosa que respetar a todas aquellas personas que no piensa como ellos mismos; eso es respetar la democracia. Pediría moderación en su lenguaje y en su simbología.

Y pediría también a todos nosotros, y a mí mismo, que no nos dejemos llevar por impulsos primitivos y reflexionemos a la hora de emitir juicios sobre los que piensan de manera diferente, que mantengamos el espíritu democrático respetuoso de nuestra Constitución.

Y también pediría que la Justicia actúe contra aquellos que traspasan los límites constitucionales de convivencia.

Javier Jiménez Olmos

5 de diciembre de 2020