Un veterano de guerra critica a Obama

El pasado 5 de octubre Obama inauguró en Washington un monumento dedicado a los veteranos con invalidez permanente (American Veterans Disabled for Life Memorial), acto durante el que exhibió su persuasiva oratoria habitual, encomiando a los que habían sufrido las consecuencias de las diversas guerras en que EE.UU. ha participado: “Son los hijos y las hijas de América que sobrellevarán las cicatrices de la guerra el resto de sus vidas”.

En un ejercicio de altisonante retórica proclamó: “¡América! [Entiéndase: EE.UU.] Si deseas conocer lo que es el auténtico coraje, si quieres ver el carácter de nuestro país, un país que nunca se rinde, ¡contempla a estos hombres y a estas mujeres!”.

No todos asumieron convencidos tan subyugante mensaje. Cuando en el discurso repitió lo que viene siendo su mantra personal -”EE.UU. nunca debe precipitarse a la guerra”- un ranger retirado que asistía al acto reflexionaba así:

“Mientras nos hablaba Obama, miembros de la Fuerza Aérea, de la Marina y de las Fuerzas especiales (cuyas botas sí pisan el terreno, incluso en Iraq), así como destacamentos del Cuartel General de la 1ª División de Infantería, la famosa Big Red One [así llamada por su distintivo, un número 1 de gran tamaño en color rojo], estaban ya implicados en la última guerra que Obama ha iniciado personalmente en Iraq y Siria, soslayando al Congreso”.

En un artículo publicado después escribió: “¡Gracias, gracias, gracias! ¡Maldita sea! Yo voté a Obama porque dijo que acabaría con todas nuestras guerras en el extranjero. Al menos no sería como Bush, mandando allí aviones, drones, misiles y soldados, porque si lo fuera yo me volvería loco”.

El autor de estos comentarios, Rory Fanning, acababa de publicar un libro titulado Worth Fighting For: An Army Ranger’s Journey Out of the Military and Across America (“Merece la pena luchar: el viaje de un ranger retirado del ejército a través de EE.UU.). Estuvo dos veces desplegado en Afganistán en el 2º Batallón de rangers. Se trata de una unidad de élite del Ejército de EE.UU., encuadrada en el Mando de Operaciones Especiales, cuyos combatientes son capaces de realizar las más arriesgadas y complejas acciones de infiltración y combate clandestino.

Tras sus años de servicio activo abandonó el ejército, se hizo objetor de conciencia a la guerra y se dedicó a recorrer el país bajo los auspicios de la fundación “Pat Tillman”, una organización benéfica privada que apoya a los veteranos de guerra y a sus familias mediante becas de estudios y otras actividades de ayuda. El objetivo de esta fundación, creada en 2004, es que sus miembros utilicen lo que la vida les ha enseñado, incluyendo su vida militar, para “crear un cambio positivo en los campos de la medicina, la abogacía, los negocios, la educación y el arte”.

Recorrió EE.UU. durante dos años, casi 5000 km entre ambas costas, en cumplimiento de una promesa que hizo a un camarada caído en combate. En tan prolongado viaje buscaba encontrarse a sí mismo y se imaginaba un país mejor, capaz de acoger a todas las buenas gentes que fue encontrando en los más diversos lugares y a todos los magníficos soldados que desaparecieron.

Fanning se pregunta si se debe recordar solo a los soldados estadounidenses muertos o inválidos en acción de guerra y si no habría que conmemorar también a los que han padecido “ayudando” a EE.UU.: los muyahidines reclutados por la CIA para combatir a la URSS en Afganistán, que ahora luchan al lado de Al Qaeda o de los talibanes; los combatientes entrenados por EE.UU. para luchar a su lado en Vietnam, en Iraq o en Afganistán. O incluso a los soldados indonesios que fueron armados por EE.UU. para arrasar Timor Oriental en 1975. ¿Dónde está el límite de lo que es conmemorable?

Reprocha a Obama que muchos de los soldados estadounidenses hoy desplegados por todo el mundo “perciben el hecho de que las acciones militares de la América Imperial [sic] contribuyen a crear los mismos enemigos a los que deben combatir”. Son conscientes de que los enormes recursos económicos derrochados en las guerras no serán invertidos en educación, sanidad o desarrollo de energías no contaminantes.

Fanning votó a Obama, asegura. No lo volvería a hacer. Ha combatido en la primera línea de fuego en lejanos territorios hostiles y ha visto morir a sus compañeros. Pero ya no cree en la necesidad de la guerra y su conciencia la repudia.

Obama despertó muchas expectativas que no ha sido capaz de cumplir. El reproche de un veterano de guerra es un claro indicativo de la derrota moral de un presidente que soñó con rozar el cielo de la política y acabó enfangado en los cenagales de la guerra. Que el Dios a quien tan a menudo ruega que bendiga a América le ayude durante el tiempo que le queda al timón del viejo imperio, porque lo va a necesitar mucho.