Sombras chinescas

Publicado en estrelladigital.es

Hay que pelear lo cotidiano sin perder de vista problemáticas anteriores. En terrorismo eso significa para España enfrentarse al yihadismo sin olvidar etarras sin juzgar y una organización no disuelta aunque ya no asesinen desde tiempos de Zapatero, tan injustamente criticado por querer resolver la cuestión dialogadamente, como ya lo intentó Aznar y, antes, Felipe Gonzalez.

En el ámbito internacional la República Popular China es cada vez más esencial sin que, por ello, tengamos que abandonar las preocupaciones provocadas por Federación Rusa con su imperialismo fronterizo. El antiguo Imperio Celeste es en gran medida una incógnita para el mundo occidental. Turistas, restaurantes chinos, de calidad y cualesquiera, productos baratos “Made in China”, las tiendas “Todo a Cien”, abiertas a todas horas, son puntos de referencia habituales. Poca cosa. Cuando la Rusia soviética asustaba en la Guerra Fría se decía que los optimistas aprendían ruso y los pesimistas chino y había quien recordaba aquello del “peligro amarillo”. ¡Cómo si los chinos fuesen amarillos!

Sin embargo, el mundo mundial nos acerca, con su globalidad, cada vez más a China y recientes acontecimientos nos la han servido en bandeja: la tremenda explosión de Tianjin, la devaluación del Yuan (o Renmimbi), realizada hace poco por goteo en varios días sucesivos, y las profundas caídas de sus bolsas. La explosión, un accidente desmesurado, parece reflejar el desorden magnificado en el que se desenvuelve ese Imperio, ahora comunista, donde también se construyen obras faraónicas innecesarias (¿inspiración española?). Desorden sin ley que simbolizaban antes las películas de vaqueros en el Oeste americano. Ahora toca el Extremo Oriente chino. A falta de Séptimo de Caballería lo que seguramente habrá serán fusilamientos de responsables, generalmente corruptos. Lo habitual allí.

La devaluación del Yuan  y los bajonazos de las bolsas ponen en evidencia la fragilidad de la economía china acostumbrada a unos índices de crecimiento de gran magnitud que ya no rigen. El crecimiento chino seguirá, pero requiere unas reformas estructurales incluso en el sector bancario según indican los especialistas. Lo preocupante es que, siendo cada vez mayor la interrelación entre su economía y la mundial, las eventuales crisis chinas en esta materia nos afectarán aún más en el futuro.

El prisma económico no es, sin embargo, el único para ver a China desde nuestra perspectiva. Sabemos que es un país importante internacionalmente aunque solo sea por sus casi 1.400 millones de habitantes. Pero, hay más.

Es uno de los cinco miembros permanentes de Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, como la China comunista no fue fundadora de las Naciones Unidas, recuerdan sus dirigentes, se suele poner de perfil en cuestiones espinosas. Es también una potencia nuclear que moderniza su arsenal y sus ejércitos convencionales. Tiene capacidad espacial, materia en la que claramente ambiciona competir con los EEUU, Rusia y Europa.

Se dice que China no es un país imperialista. Su invasión por Japón desde antes de la Segunda Guerra Mundial y el que fuese humillada, como lo sienten en China, por el colonialismo occidental, especialmente el británico, le ha permitido situarse entre las víctimas de este mundo, pero sus vecinos no tienen la misma opinión salvo, quizás, Corea del Norte, generalmente amparada por Beijing.

El Dalai Lama y los tibetanos recuerdan que fueron invadidos y anexionados en 1950 por China que con la India tuvo sus más y sus menos en valles fronterizos del Himalaya. Los más inquietos son sus vecinos del Mar de China donde Beijing realiza toda clase de actos reivindicativos de islotes con consecuencias petroleras y de control militar en esas aguas y en el espacio aéreo correspondiente.

Filipinas, Vietnam, Corea del Sur y Japón, entre otros, oyen con gran preocupación estos gruñidos del enorme dragón chino y se cobijan aún más bajo el manto de los EEUU para los que el Pacifico se ha convertido en algo más preocupante que Europa sin perjuicio de la necesaria contención de Rusia que pretende imponer sus reglas de convivencia sin respetar el Acta Final de Helsinki de la que es parte.

La prudencia invita a juzgar lo de China con preocupación si se considera que este gigante puede desequilibrar con un estornudo un bote, un paquebote y el mundo entero. En efecto, capitalismo y comunismo protagonizan allí un maridaje falso, el de una economía de mercado, por definición libre, aunque deba estar socialmente corregida, y un sistema político comunista sin libertades que, además, cuando le conviene, pretende dar órdenes a los agentes económicos.

Algo tiene que explotar. Ahora está siendo la economía pero más adelante será la política si no hay una transición democrática. ¿Cuándo y cómo?  No está claro pero, cuando ocurra, habrá que ponerse los cinturones de seguridad. Entretanto, hay unos 500 chinos con más de mil millones de euros de patrimonio cada uno. Ahí queda eso. ¿Pagarán impuestos?