La opacidad es una de las características inherentes al negocio de las armas. En España la venta de armas la autoriza un organismo desconocido para la opinión pública cuyo nombre es: Junta Interministerial Reguladora para el Comercio Exterior y Control del Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso, JIMDDDU, cuyas actas fueron declaradas secretas por Felipe González en 1987, siendo ministro de Defensa Narcís Serra. La decisión se tomó al amparo de la Ley de Secretos Oficiales de 1968 que les ha venido muy bien a los sucesivos gobiernos de la democracia para tapar las vergüenzas del franquismo y las suyas propias.
Otra característica del negocio armamentístico es su inmoralidad porque las armas se venden sin preguntar a quien, ni para qué se van a utilizar. La Ley franquista de Secretos Oficiales de 1968 se encarga de que nadie sepa a dónde van a parar las armas que se venden.
El general Eisenhower en su discurso de despedida de la presidencia de EEUU, advirtió del peligro del complejo militar-industrial que impone sus intereses privados a los públicos. El lobby armamentístico de EEUU consigue vender armas inútiles a gobiernos aliados. En resumen, la actividad es: opaca, inmoral y muchas veces innecesaria. En España sufrimos todos los males del negocio, por un lado vendemos armas a quien no se debe y por otra nos venden armas que no sirven para nada.
Arabia Saudita y Marruecos son ejemplos de países a los que no se debería vender armamento. Los sauditas además de masacrar a la población civil del Yemen son la dictadura más abyecta del orbe terrestre porque a la represión política se suma la religiosa. Marruecos utiliza las armas que le vende España para mantener la ocupación militar del Sáhara y además constituye nuestra principal amenaza.
España aparte de vender armas a quien no debe, también compra armamento inútil por imposición del lobby armamentístico de EEUU. Uno de los casos más escandaloso y poco conocido se produjo en 1970 cuando el Ejército del Aire compró tres aviones cisterna Boeing KC-97L y dos C-97 de transporte. Por aquel entonces no había en España aviones con capacidad para ser reabastecidos en vuelo, por lo que la adquisición de aviones cisterna no tenía justificación alguna. Los dos C-97 de trasporte no llegaron a despegar de Albacete porque fueron dedicados directamente a la canibalización para suministrar piezas de repuesto a los tres aviones cisterna que se pretendía mantener operativos. El resultado fue que al poco tiempo los cinco aviones acabaron en el chatarrero.
Normalmente la compra de armamento sofisticado en Europa lleva consigo contrapartidas tecnológicas que dan puestos de trabajo en España, pero los aviones comprados en EEUU además de no aportar ninguna contraprestación, tienen el enorme hándicap de no poderse utilizar contra Marruecos, como ya sucedió en la guerra de Ifni.
En España hemos sufrido en muchas ocasiones el lobby del complejo militar-industrial de EEUU y su consiguiente venta de gato por liebre. En los años ochenta se estableció el programa FACA, Futuro Avión de Caza y Ataque, en la que compitieron varios modelos de avión. Al final se impuso el F-18 con sus correspondientes contrapartidas tecnológicas. Esas contrapartidas consistieron en que España fabricaría varios miles de sables de época en Toledo, para regalos. Entre esas compensaciones había una partida importante de sables confederados.
Ahora van a vendernos sesenta F-35, avión cuestionado por el propio presidente Trump. El complejo militar-industrial de EEUU antes de vender armamento a un tercer país, suele iniciar una campaña más o menos soterrada para convencer a sus clientes-víctimas. Incluso lanzan eslóganes como aquel de los años noventa: “Jamón el serrano y avión el americano”. Esta vez para colarnos el F-35 sólo han tenido que difundir un vídeo donde aparece un avión haciendo piruetas a ras del suelo. Esos shows están muy bien para un circo, pero en un combate aire-aire no sirven para nada.
La disculpa que han encontrado para forzar a la Armada y al Ejército del Aire a comprar sesenta F-35 es que los Harrier de la Armada tienen que ser sustituidos y el único caza de despegue vertical que hay en el mercado apto para operar desde el Juan Carlos I es el F-35. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que el Ejército del Aire también tiene que renovar la flota, el lobby armamentista ha argumentado que para homogeneizar el material, el Ejército del Aire también debe de adquirir el mismo modelo de avión.
En lo que respecta a la Armada, el cambio de los Harrier por el F-35 no es una simple sustitución sino un avance muy importante. Los Harrier son aviones de ataque a tierra, no sirven como interceptadores por su poca velocidad y autonomía. La guerra de las Malvinas, donde se utilizaron como interceptadores, fue una excepción por las características especialísimas de esa batalla.
En las Malvinas, cuando los argentinos se acercaban a la flota inglesa lo suficiente como para ser blanco de los Harrier, se pegaban a la cresta de las olas a escasamente dos metros de altura para evitar ser detectados por los radares británicos. Los argentinos no iban a derribar aviones ingleses, lo que pretendían era eludirlos para poder acercarse a los buques de la flota y lanzarles las bombas que llevaban bajo los planos. Su objetivo era hundir barcos, no entablar combate con los Harrier.
Al producirse las interceptaciones de los Harrier cerca de sus bases y a poca altura, les permitía mantener el combate aire-aire más tiempo que a los argentinos que iban muy justos de combustible para poder regresar a la costa y sólo podían permanecer en la zona de operaciones un par de minutos. La menor velocidad de los Harrier se compensaba con los misiles Sidewinder de última generación de que iban dotados. Si los aviones argentinos hubiesen tenido sus bases a la misma distancia que la tenían los aviones británicos, los Harrier no hubiesen podido interceptar a los aviones argentinos que les superaban en velocidad y autonomía.
Los Harrier, si llevan poco armamento y no hacen un despegue vertical, tienen un radio de acción de unos 370 kilómetros. El radio de acción de los F-35 supera los 1.000 kilómetros. Los Harrier son aviones subsónicos, no pasan la barrera del sonido y el F-35 sí. Por tanto no estamos ante un simple cambio de aviones sino que se trata de un avance sustancial en la capacidad ofensiva de la flota. Pretenden sustituir un avión de ataque a tierra por un cazabombardero supersónico.
El precio de los sesenta F-35 va a superar los 6.000 millones y la construcción en Navantia del Juan Carlos I costó 360 millones, sin equipamiento. Si las matemáticas no fallan, resulta más barato construir un portaaviones nuevo, capaz de albergar a cualquier caza que no sea de despegue vertical que tirar 6.000 millones de euros por la borda, nunca mejor dicho, para satisfacer a la industria bélica americana.
En lo que respecta al Ejército del Aire, la adquisición de los F-35 resulta ruinosa. La hora de vuelo del F-35 cuesta 40.000 euros y la de un Eurofighter 15.000. En palabras del presidente Trump, el F-35 es el avión más caro de la historia de los EEUU.
Dotar al Ejército del Aire de aviones de despegue vertical, con su correspondiente incremento en los costes de adquisición y mantenimiento, resulta absurdo porque jamás realizarán un despegue de esas características, salvo en el improbable caso de producirse una emergencia. Como todos los aviones de despegue vertical, el F-35 tiene muy limitada su autonomía si efectúa este tipo de maniobras donde se consume mucho combustible. El Ejército del Aire tiene pistas de despegue y aterrizaje, pero no dispone de plataformas para maniobras verticales, lo que recuerda aquel embolado de los años 70 cuando el Ejercito del Aire adquirió aquellos aviones cisternas Boeing KC-97L sin disponer de aviones aptos para repostar en vuelo.
Aún no se conocen las contrapartidas tecnológicas que el complejo militar-industrial de EEUU va a ofrecer a España, pero estando Morenés de embajador en Washington podemos imaginarnos que aumentará la producción de sables de Toledo, para compensar este sablazo.
José Ignacio Domínguez es Teniente Coronel de Aviación retirado, Comandante de Iberia jubilado y abogado del ICAM. Fue portavoz en el exilio de la UMD.