Tras un año de atasco político y tres elecciones generales, el Likud de Benjamín Netanyahu y la coalición Azul y Blanco del exgeneral Benny Gantz han formado un Gobierno de coalición (“de emergencia”) en Israel, con el compromiso de empezar a tratar en el Parlamento la anexión de ciertos territorios de la Cisjordania ocupada.
La inmediata reacción del Secretario de Estado de EE.UU., fue declarar que la citada anexión “es, en último término, una decisión que corresponde a Israel”. Dejó bien claro que Netanyahu tiene carta blanca por lo que a Washington concierne, como es de sobra sabido desde que Trump se hizo con el poder.
Por lo tanto, el 1 de julio el Parlamento israelí podrá empezar a votar según lo establecido en el llamado “Acuerdo del siglo” (véase imagen), propiciado por Trump y rechazado de plano por la Autoridad Palestina (AP), porque concede a Israel el control militar sobre el pueblo palestino, le entrega gran parte de sus territorios, todo Jerusalén y los asentamiento ilegales.
Esta decisión unilateral del nuevo Gobierno de emergencia, creado para combatir la pandemia, da al traste con la “solución biestatal” al problema palestino y, como ha manifestado el Tribunal Internacional de Justicia, “perturba la puesta en práctica del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación”.
Es evidente que la formación del nuevo Gobierno israelí no obedece a las necesidades creadas para hacer frente a la pandemia, sino que tiene un claro objetivo político aprovechando la emergencia sanitaria mundial para poner en práctica el proyecto de Trump, mientras el mundo y los palestinos están volcados en la lucha contra el coronavirus. Esto, sin olvidar que la reelección de Trump en noviembre se vería muy favorecida por el efecto propagandístico que la anexión tendría en EE.UU.
El enviado especial de la ONU a Oriente Medio informó la pasada semana al Consejo de Seguridad de que el perjuicio económico causado por la pandemia puede poner en riesgo la “misma existencia” de la AP. Añadió que “la anexión de territorios para acelerar la expansión de los asentamientos, combinada con el devastador impacto de la Covid-19, puede inflamar la situación y destruir cualquier esperanza de paz”.
La anexión de Cisjordania es una enraizada aspiración de los círculos más conservadores israelíes y el abierto apoyo estadounidense la ha fortalecido, a pesar de que desde Europa se señalan los peligros que encierra, aunque sin añadir ninguna amenaza que tendiera a impedirla. Esto se leía en Haaretz el pasado jueves: “Este es el futuro que estamos planeando para los palestinos: vivir en pequeños bantustanes, sin derechos, con la segregación formando parte consustancial de la legislación israelí. Vergüenza eterna. El oculto y embarazoso apartheid es cosa del pasado: estamos en la era del apartheid oficial y arrogante”.
Ese comentario de Zehava Galon, del partido Meretz, concluye: “Así son los estertores de muerte de la democracia israelí: un líder corrupto, que ha arrastrado a Israel a tres campañas electorales y las ha perdido, anuncia que Israel se está convirtiendo en un Estado de apartheid, con el apoyo de un cuarteto de estafadores que robaron el voto de sus seguidores. Sonría, es un momento histórico y nos pertenece a todos. Si alguien piensa que esto pasará silenciosamente, más vale que se lo piense mejor”.
A pesar de la dura realidad, desde el ala progresista del pueblo palestino se pide la unidad, la reconciliación entre los dirigentes gazatíes y cisjordanos, desengañada del apoyo que la debilitada izquierda israelí parecía prestarle. El apoyo de EE.UU. al Gobierno anexionista de Israel solo deja a los palestinos la opción de resistir.
Un activista palestino escribía el pasado viernes en Middle East Eye: “Ya es hora de que los palestinos dejemos de perseguir la inútil ilusión biestatal y busquemos la solución de ‘un Estado democrático’ que garantice los mismos derechos y obligaciones de todos sus ciudadanos iguales, sea cual sea su religión o su raza, para el pueblo que habita entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Es la única solución viable para el conflicto del siglo”. Pero si la solución biestatal es una “inútil ilusión”, su propuesta de solución parece hoy un sueño inalcanzable.
Alberto Piris es General de Artillería en la reserva