Odio a Vox

Hay quien acusa a los partidos y electores en general de su enfrentamiento desmedido y odio  a la “derecha”, y lo hacen convencidos de ser víctimas de tales desvarios sin el menor asomo de autocrítica.
Los “rojos” odian a los “azules” por ese amor reaccionario  a su Patria y a la tradición que les es afín, y eso no pueden ” consentirlo”, y en esas estamos.
Dicen que ante tanto dislate han de explorarse las posibles causas justificadoras, y esa actitud sería encomiable si no pasaran SÓLO  a una defensiva “sin idea de retroceso” de sus propios principios y valoraciones, que además exponen  como punto de partida  sin posibilidad de réplica de contrario.
Sin entrar al trapo, y frente a esa inexpugnable piña de unidad valorativa, les he compartido mi fábula a la que cada lector libremente  debe poner su personal epílogo:
Habia unos pastores que al alborear el día salían al campo con su propio rebaño de ovejas, cabras, vacas etc, su zurrón  repleto de tocino añejo, pan negro y agua del río , y  a mitad de jornada, convencidos de la bondad de aquellos “ricos manjares”, hacian alto y se reunían con constancia cartuja a comer y compartir, sabedores de su unidad en el gustar lo mismo, sin distincion aparente.
En el valle contiguo había otro rabadán con su particular hato y alforja de  humilde jamón  serrano bien curado, pan blanco tierno, y  vinillo tinto de su mimada cosecha, y que en su especial jerga dialogaba con sus animales, y ellos lo entendían.
No solía cambiar de valle, no sólo porque sus  pastos fueran distintos, sino porque sus gritos y silbidos eran ajenos e incompatibles con los de la  otra cañada , de modo que no se atrevía a traspasar la cresta y bajar la ladera  ufano y seguro de su vivencia, sino que se daba la vuelta siempre.
Ni pastores ni  rebaños en su trashumancia podían coincidir nunca. Eso sí, yo bebo vinillo tinto.