Los planes militares del gobierno Milei

Publicado en infolibre.es

Los planes militares del gobierno Milei

El presidente de Argentina, Javier Milei, está utilizando sus poderes ejecutivos para imponer por decreto profundos cambios y recortes en el sector público, tal como venía anunciando en su campaña. En una suerte de terapia de shock ultraliberal se despiden funcionarios, se restringen las libertades sindicales, se paraliza la obra pública y se pone en almoneda el patrimonio público. El único ámbito estatal que parece escapar a esta dinámica de desregulación del sector público en el inicio del mandato es el campo de la Seguridad y Defensa.

La primera medida ejecutada ha sido una renovación drástica de la cúpula militar; con el nombramiento de los nuevos jefes militares se da paso a una nueva generación de generales y almirantes sin responsabilidades, compromisos ni lealtades con la clase política saliente. La designación del general Alberto Presti a la jefatura del Estado Mayor del Ejército argentino ha supuesto el pase a la reserva de los 22 generales más antiguos, lo que, unido a la dimisión voluntaria del jefe del Estado Mayor de la Defensa, representa la renovación automática de un tercio del generalato del componente terrestre. En la Marina, con el pase a la reserva de 7 almirantes, el impacto es similar en términos relativos.

La decisión es amplia, pero de todo punto consecuente con la esperada ruptura del peronismo gobernante, anunciada por la coalición electoral La Libertad Avanza como idea-fuerza de campaña. Por otra parte, la renovación castrense está en línea con otros relevos históricos del titular de la Casa Rosada, como así ocurrió en el inicio del mandato de Néstor Kirchner en que pasaron a la reserva los 19 generales más antiguos entonces del Ejército, y también se enmarca en el tono general de las medidas de choque adoptadas en el país tras la toma de posesión de Milei. Las fuerzas armadas, y en general los cuerpos de Seguridad, son un sector clave en la implementación de la acción política del nuevo gobierno.

En medio de una contracción extraordinaria del gasto público, exigida por la delicada situación económica de Argentina, se ha anunciado por contraste un aumento significativo del presupuesto de Defensa —se pretende recuperar progresivamente el dos por ciento del PIB— para reforzar la defensa militar con sistemas de armas avanzados, como aviones de combate y submarinos, y para desarrollar un ambicioso empleo de la fuerza militar en misiones logísticas internas y un renovado control de las fronteras terrestres, y de la vigilancia del espacio aéreo y las actividades económicas en la zona marítima exclusiva. Así mismo, las fuerzas armadas, como ocurre en otros países de la región, van a ser involucradas directamente en la lucha contra la delincuencia organizada, así como contra el narcotráfico y el terrorismo internacional.

Para desarrollar operativamente el nuevo despliegue de las fuerzas armadas, el ministerio de Defensa ha anunciado la creación de un Mando militar logístico, que coordinará el suministro de nuevos medios materiales con cargo a un fondo de financiación específico, la constitución en las provincias de un sistema territorial de reclutamiento de personal y la inversión en infraestructuras de las instalaciones militares —incluida una ampliación de la base naval de Ushuaia como elemento de la proyección antártica—, puestas también como centro de la reconstrucción interna del país.

El otro vector de empleo de las fuerzas armadas previsto es el respaldo al giro que el presidente argentino quiere imprimir a la política exterior, en el que ha marcado como prioridad absoluta la vinculación con el neoliberalismo económico occidental y la alianza estratégica con Estados Unidos e Israel. Como derivadas de este planteamiento general, se ha dado prioridad a la adquisición de aviones F-16 de fabricación estadounidense, se ha proyectado la controvertida dolarización de la economía, se ha congelado la dependencia de la inversión china y se han marcado líneas de actuación internacional que pasan por la inserción en el bloque occidental, en detrimento de otros polos alternativos como la invitación de los países BRICS y la integración regional a través de UNASUR.

Los planes militares del gobierno Milei, con independencia de las posibilidades reales de llevarlos a cabo en el contexto de una crisis nacional extrema, entroncan con la tendencia a la remilitarización de los países latinoamericanos, por la vía de los nuevos roles y misiones internas, presentando una fórmula que contiene elementos del modelo asistencial del gobierno de López Obrador en México, del institucional de Maduro en Venezuela y del securitario de Bukele en El Salvador. La ejecución de estos planes se presenta complicada en la medida en que se pretende la potenciación de un sector público, al mismo tiempo que se produce un desmantelamiento general del Estado social y económico. Está por ver que ambas políticas sean realmente compatibles.

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