Lo que ya decía Franco sobre “El oro de Moscú” (III) Una información para Vox y sus terminales mediáticas

Publicado en www.angelvinas.es/

Es axiomático que una copia no vale, por lo común, tanto como el original. Este principio encuentra plena validez en las pálidas estulticias que ha desparramado por las redes el nuevo partido que quiere ir el primero en la cabalgata de la SUPER derecha española, dejando detrás y arrinconado al inolvidable notario Blas Piñar. Hoy he dedicado mi tiempo en ver en el ordenador la segunda parte del debate de investidura. Ciertamente, lo ha dejado atrás. Lo que no sé es  por qué VOX se fijó el mes pasado en el traslado a Cartagena del famoso oro del Banco de España, como si se hubiera tratado de un latrocinio ya no del Gobierno de la para él execrable República sino del PSOE.  Es posible que aprendieran del general Franco. Aquí me limitaré a exponer unas cuantas de las muy numerosas declaraciones del invicto Caudillo a lo largo de la guerra civil y de la postguerra.

SEJE hizo del “oro de Moscú” un arma muy poderosa en términos de propaganda y de lavado de cerebros para explicar unas cuantas ideas primarias: la más importante fue que los republicanos fueron unos ladrones; la segunda, que el “robo” del oro había privado a su España  de los recursos que necesitaba para promover el desarrollo económico de “su” país; la tercera, que, a pesar de todos los obstáculos que los malvados socialistas y comunistas habían interpuesto, él había derrotado tan ignominiosos propósitos con la fuerza de su acrisolada voluntad. Ergo, los españoles todos, pero en particular la derecha, deberían estarle eternamente agradecidos. (En este breve resumen confío no traicionar su pensamiento). Para ello dejó por el camino algunas perlas que brindo a los amables lectores, pero también a los genios publicísticos que idearon la campaña de VOX para que, si pueden, la completen y continúen repercutiéndola. Aniversarios no faltarán.

Franco empezó su matraca ya durante la guerra. Así, por ejemplo, en junio de 1937 proclamó:

“Al ver que aquí, en el solar de origen, se destruía todo lo que fundaron con esfuerzo nuestros mayores y con la material destrucción de las ciudades la ley civil quedaba hollada por los suelos, y todo era desorden y anarquía, el ejército español, sacando heroicos arrestos, desnudó su espada, y ya antes de que concluya esta guerra, al apurar las últimas etapas del triunfo, hemos plantado el árbol de la justicia para el pueblo; para un pueblo que, pese a las costosas necesidades bélicas, sin el oro robado y dilapidado por el enemigo, tiene abundancia de pan y exactitud de justicia, porque el Estado en armas vela por él”

No cabe duda de que la tortuosa dicción es del propio general. Que el pan abundara en la zona franquista no era de extrañar, dado que desde el primer momento las grandes extensiones cerealícolas habian caído bajo el yugo de los sublevados, que inmediatamente hicieron sentir su mortal abrazo sobre una población cautiva. Obsérvese la referencia al pan y a la justicia, uno de los lemas de la inolvidable Falange prostrada ante Franco. Era muy oportuna ya que el discursito que la contiene estuvo dirigido a las huestes falangistas en Argentina.

En unas declaraciones del mes siguiente al enviado especial de United Press, Franco le contó su versión favorita de la fábula de la lechera:

“ Lo mismo desde el punto de vista económico que desde el militar, España se basta a sí misma para continuar la guerra con sus recursos (…) Los billetes nuevos se hallan garantizados por el oro recogido por suscripción, que cada día se amontona en las cajas de los bancos (….) y por el oro rojo que, a no dudarlo, será repatriado en breve”.

¿Ayuda nazi? ¿Ayuda fascista? ¿Ayuda de bancos y empresas anglo-norteamericanos? Rien de rien. He subrayado lo de la repatriación, dado que se convertiría en una de las fábulas de la dictadura.  Franco estaba perfectamente enterado de que el oro se había exportado al extranjero pero ya, en 1937, daba entender que los receptores, amablemente, se lo devolverían. Así fue pero se refería a otro oro: al remanente de un depósito hecho en 1931 por Indalecio Prieto en la sucursal del Banco de Francia en Mont-de-Marsan. Y ahora ha llegado VOX y ultrajado su recuerdo.

Eso sí, de puertas adentro, el mismo mes de julio, el invicto Caudillo declaró al siempre servicial ABC sevillano:

“Contamos con la propaganda de los representantes diplomáticos que han sido en Madrid testigos de los crímenes y atrocidades realizados por los que muchos llaman todavía gubernamentales. Lo malo es que nos conocen los gobiernos, pero no los países, porque los rojos han derramado a manos llenas el oro robado al Estado y a los particulares para hacer por toda Europa una intensa propaganda de infamias y calumnias contra nosotros”.

Claro, ¡cómo no! Mientras tanto la pobre España eterna, la suya, lampaba en la opinión pública extranjera. Ahora bien, si el oro se había derramado en propaganda a raudales, ¿de quién iba a recuperarse la calderilla?

Veamos ahora unas declaraciones de SEJE al corresponsal del incomensurable The Times londinense (en la época de su comprensión de las dictaduras fascistas) en junio de 1938:

“Los asaltos a los bancos, la violación oficial de las cajas fuertes, la incautación y el envío al extranjero del oro que encontraron en toda la nación, realizado todo ello contra la Constitución, las leyes del Estado y el Derecho natural, caracterizan la personalidad de los (…) rojos”

Aquí Franco se erigía en exigente defensor de la Constitución (¿de 1931?) -la anterior estaba ya un poco trasnochada) y de las leyes del Estado que él mismo y sus mesnadas estaban arrasando. Además de un derecho natural del que se constituyó en intrépido exégeta. Ahora bien, si el oro se había enviado al extranjero ¿cómo se recuperaría? Con una pequeña sonrisa en los labios, hemos de reconocer que alguno de tales desvaríos figura en el tipo de “información” cara a VOX.

Podría pensarse que lo que antecede era propaganda de guerra. Demos, pues, un salto de tigre hasta 1944. Ante el Consejo Nacional del Movimiento exclamó, entre amiguetes,

“La verdad española (sic) tiene que abrirse paso a duras penas entre la serie de calumnias e insidias desencadenadas por los rojos expatriados con el propio oro español robado de los depósitos del Estado y de los tesoros de la Iglesia y de los particulares. No en vano constituían la escoria de la nación y como tal tenían que comportarse”.

Encarezco a los amables lectores la expresión en negritas y en itálicas. Es la mejor definición que he encontrado hecha por Franco de sus vencidos enemigos, los malos, los malvados republicanos que merecían su desprecio más absoluto y la sangrienta represión que había emprendido contra los que no habían escapar a sus amantes garras.

¿Qué dijo SEJE en el discurso inaugural de la segunda etapa de sus sumisas Cortes, el 14 de mayo de 1946? Perlas inmortales de las que VOX podría extraer mucho provecho:

“Y el desgobierno de tantos años nos presentaba los problemas con caracteres de catástrofe. El despojo del oro y de las riquezas españolas por aquellos malvados que, tras saquear nuestras arcas, traicionaron a sus huestes, agravó la situación, disminuyendo las posibilidades adquisitivas de nuestra nación”.

Obsérvese el dardo mortal. Se habían escapado del alcance de su vengadora espada pero hay que suponer que Casado y Besteiro merecerían su elogio, aunque el primero se había dado el piro, por si las moscas. (El segundo había fallecido en la cárcel de Carmona).

El 19 de marzo de 1957 hizo unas declaraciones al corresponsal de The New York Times. Fueron palabras mayores.

“La situación que heredamos de una balanza de comercio exterior desfavorable, unida al despojo de nuestras reservas de oro transportadas a Rusia y a México, privó a España de los medios naturales de respaldar su moneda en el exterior, teniendo desde entonces que realizar sus compras en los mercados exteriores con divisas extranjeras”.

Estas declaraciones son muy importantes porque se produjeron en el año 1957. Veremos en el próximo post que se contradecían con la propaganda que, simultáneamente, declaraba que España estaba en condiciones de solicitar de Rusia la devolución del oro del Banco de España.  Quizá porque gracias a la divina providencia, el corazoncito de Don Juan Negrín se había ablandado de tal suerte que su hijo -debidamente engatusado-  había creído cumplir con una de sus últimas voluntades. Por ello había devuelto al Estado español el original del acta de constitución del depósito de oro en Moscú veinte años antes.

Por lo demás, después de otro tanto tiempo de estar en el machito, el victorioso e invencible general todavía no se había enterado de cómo había ido sorteando el comercio exterior español las consecuencias de la depresión económica internacional en los años republicanos (lo que no es de extrañar, ya que una parte de su tiempo se había dedicado a otras cosas) y después continuó haciéndolo en los años de la guerra mundial y posteriores. El había discutido mucho, según dijo, “con el glorioso Calvo Sotelo”, muy “influído por el mito del oro”, pero Franco creía que “la nación más rica [no es] la que más oro posea. La riqueza y la independencia de una nación dependen de las materias primas con que cuenta” (en declaraciones al “pelota” máximo de la época, Manuel Aznar, el 31 de diciembre de 1938). Por eso había permanecido impasible ante una política económica agresiva del Tercer Reich que desviaba materias primas  y alimentos desde una España hambrienta hacia una Alemania que armada hasta los dientes y dispuesta a salvar la civilización occidental (los judíos no formaban parte de ella) de la amenaza existencial que representaban los lobos de la estepa allá por tierras del Este europeo.

De tener en cuenta alguna de estas declaraciones (hay muchas más) los seudohistoriadores de VOX podrían esgrimir “argumentos” algo más sofisticados, y respaldados con mayor autoridad, que las lindezas que propagaron en el aniversario del comienzo del traslado del oro del Banco de España hacia los depósitos en los polvorines de La Algameca en el puerto de Cartagena.

En el próximo post veremos algo de lo que Franco no decía al público y de lo que VOX podría, quizá, aprender mucho más.

(continuará)