Las asambleas

En las mentes de quienes fundaron la UMD había un torbellino de ideas, algunas comunes, otras dispares, pero una palabra presidía todas ellas: democracia. El camino personal de cada uno tenía puntos comunes, la milicia, por ejemplo, pero otros dispares, familia, origen geográfico, posibilidades económicas, sueños. Un cierto azar, ya que no se planificó exactamente así, les llevó al número bíblico de los evangelistas: doce.

Si la democracia era el anhelo común, la forma de organizarse debía responder a esa idea, huyendo de cualquier parecido con reuniones castrenses. Alguien que presidía, por turno en estos dos primeros días, dando la palabra a quien la solicitaba, levantando la mano, y, en caso necesario, se votaba. El lugar: domicilio familiar del comandante Guillermo Reinlein García-Miranda, en la calle general Mola número 29, en Barcelona. Fecha elegida para el nacimiento: 31 de agosto y 1 de septiembre de 1974.

Los comandantes de Ingenieros Luis Otero Fernández y Julio Busquets Bragulat, y el anfitrión, artillero, formaron un triunvirato. Nueve capitanes, tres de Ingenieros, José Julve Coll, Antonio Miralles Cañellas, Santiago Perinat Maceres; cuatro de Infantería: José Sagrado Insúa, Juan Diego García, Gabriel Cardona Escanero y Jesús Martín-Consuegra López de la Nieta; uno de Artillería: Enrique López-Amor Ayensa y otro de Caballería: Julián Delgado Aguado. Estos son los doce fundadores de la UMD.

La asamblea fundacional, la primera, se celebró en la capital catalana, donde estaban destinados diez de los asistentes, viniendo los otros dos, Otero y Martín-Consuegra, de Madrid. Decidieron que la segunda, a fin de año, sin concretar fechas, se celebraría en la capital de España. Otras decisiones que tomaron fueron relativas a un incipiente ideario, que se redactó en esos dos días, y al estudio de otros documentos aportados por varios de los asistentes. Se insistió en la importancia de la seguridad ya que la existencia de la UMD, que ya dieron por nacida, despertaría, todos lo sabían, la voracidad de los servicios de información y desde ese momento cada uno debía hacerse responsable de todos. Se trazaron planes de expansión, a desarrollar en los últimos meses del año, en toda España, y, finalmente, se nombró una junta directiva. Algún toque militar debería tener la reunión y así decidieron que cuatro capitanes, uno por Arma, la formasen: Delgado y López-Amor no tenían alternativa, más Sagrado por Infantería y Julve por Ingenieros.

Según lo acordado en la primera asamblea, la segunda se celebró en Madrid los días 28 y 29 de diciembre. El lugar, un convento de Corazonistas en el barrio de Chamartín, siendo los religiosos Antonio Albarrán y Luis Sánchez Torrado los que prepararon la coartada, por si fuese necesario utilizarla. Asistieron once afiliados, uno menos que en la fundacional, ocho de ellos repitieron (G.Reinlein, Julve, Busquets, Delgado, López-Amor y Juan Diego, por Barcelona; Otero y Martín-Consuegra, por Madrid), siendo los nuevos Manuel Fernández Lago, capitán de Caballería, destinado en Madrid, Fermín Ibarra Renes, capitán de Artillería, también destinado en la capital y José Fortes Bouzán, capitán de Infantería, como delegado del noroeste ya que estaba destinado en Pontevedra. El primer tema a tratar fue la seguridad ya que la detención y arresto del capitán Bernardo Vidal, ocurrido unos meses antes, había disparado todas las alarmas. Se aprobó, con carácter definitivo, el ideario, documento que entregarían a todos los que se incorporaran a la organización. Hubo un largo informe de Fortes sobre el desarrollo del movimiento MFA en Portugal, con los que había mantenido varias reuniones, desplazándose desde Galicia, donde estaba destinado. Todos expusieron sus intentos de captación de nuevos compañeros y relataron el desarrollo de algunas asambleas locales, fuera de Madrid y Barcelona. A la hora de elegir a la nueva dirección cambiaron el criterio, decidiendo hacerlo ahora geográficamente e integrarla por cinco miembros, siendo elegidos Otero y Fernández Lago para Madrid y zona centro, Busquets y Delgado para Barcelona y zona este, y Fortes para el noroeste. Desde esta asamblea ya quedó definitivamente fijada la sigla CEN (Comité ejecutivo nacional) para la dirección. Se fijó para la Semana Santa de 1975 la celebración de la tercera asamblea.

28 y 29 de marzo son los dos días de la nueva asamblea, muy importante para la organización, por varios motivos. Comenzando por su celebración ya que estuvo en el aire como consecuencia de los acontecimientos del 20 de febrero, aniversario de la fundación de la Academia General Militar, que finalizaron en Barcelona con el arresto y posterior sanción a Busquets (seis meses) y Julve (dos meses y un día). El mando y una cierta opinión pública ya tenían conocimiento de la existencia de la UMD, lo que hizo pensar a algunos afiliados que sería prudente dejar pasar un tiempo para celebrar la tercera asamblea, lo que, finalmente, no ocurrió. El lugar elegido fue el mismo convento de la anterior, lo que ratificaba la relación y confianza en miembros de la iglesia para preparar coartadas. Por primera vez asistieron más de doce delegados y alguno de los que lo hicieron en esa condición, serían, en el futuro, muy importantes. Los siete veteranos fueron: Otero, Fortes, Martín-Consuegra, Juan Diego, Delgado, G.Reinlein y Fermín Ibarra. Los otros siete: José Luis Díez Gimbernat, José Ignacio Domínguez Martín-Sánchez, Restituto Valero Ramos, Octavio Vázquez Sotelo, Juan Barja de Quiroga, José de Delás Ugarte y Arturo Gurriarán Granados (actual presidente de FMD). En ellos encontramos rasgos muy positivos en cuanto a la expansión de la organización, con Octavio en Galicia, Gurriarán en Cataluña fuera de Barcelona, Domínguez en el Ejército del Aire, y Valero en la Brigada Paracaidista. Se comenzó como ya era habitual con referencias a la importancia de la seguridad, mucho más a partir de este momento en el que el mando ya tiene conocimiento de la existencia de la UMD. Se continuó con un interesantísimo debate sobre el papel de la violencia en el triunfo del MFA portugués y el más absoluto rechazo a esa fórmula dentro de UMD, ratificado por unanimidad. Se tomó la decisión de organizar un pequeño, minúsculo, grupo de vigilancia antigolpista, que quedó formado por Fernández Lago y Valero, dependiente del CEN. Se abordó, por primera vez, el problema económico ya que los gastos debidos a los numerosos viajes se estaban disparando, razón por la que se apostó por solicitar a todos una derrama. La nueva dirección quedó integrada por Otero, Gurriarán, Martín-Consuegra, Fortes y Juan Diego. Finalmente quedó convocada la nueva asamblea para el verano, sin más precisión.

La cuarta asamblea no se celebró en el verano de 1975. Las detenciones y el proceso 250/75 alteraron de forma notable el ritmo de la organización. Cuando finalmente se celebre, el 1 de febrero de 1976, muchas cosas han cambiado en España (con Franco fallecido) y en la organización, en fase de evidente expansión. Para encontrar un lugar que no estuviese vigilado hubo que recurrir una vez más a religiosos, en este caso una monja, amiga de Juan Barja, que prestó un apartamento en el centro de Madrid. La asistencia fue de 33 personas, muchos de ellos como delegados elegidos por sus compañeros en una determinada zona geográfica y unos pocos a modo de afiliados con voluntad de expresar su opinión y apoyo. La situación de los nueve detenidos ocupó buena parte de la reunión, así como un amplio informe que hizo Julián Delgado sobre la repercusión en la prensa internacional de la existencia de la UMD. También se discutieron, y aprobaron, dos nuevos documentos, el estatuto y un informe sobre la UMD. Dado el estado de cosas, una idea fundamental salió de esta cuarta asamblea: había que trabajar mucho y dar la impresión de que la organización estaba más fuerte que nunca. El mando no debía sacar la conclusión de que el proceso 250/75 había acabado con la UMD. En este sentido se decidió nombrar un CEN numeroso, ocho miembros, para dejar notar en muchas ciudades la fuerza de los úmedos. Bernardo Vidal, Julián Delgado, Octavio Vázquez, Julio Busquets, Díez-Gimbernat, Juan Diego, Arturo Gurriarán y Pedro Rodríguez fueron los elegidos. Se cerró la reunión con el propósito de celebrar la siguiente asamblea en verano.

Una fecha muy norteamericana, el 4 de julio, fue la elegida para la celebración de la quinta asamblea. El lugar elegido, la consulta de uno de los médicos de la organización, concretamente del Ejército del Aire, capitán Francisco Vaquero Cajal, en el centro de Madrid. Siete compañeros se encontraban en prisión como consecuencia de la sentencia del proceso 250/75. El acceso a la presidencia del gobierno de Adolfo Suárez levantó algunas expectativas sobre la pronta puesta en libertad de todos ellos pero la mayoría no era optimista al respecto. La implantación de la organización era en aquellos momentos la máxima que se consiguió y en guarniciones de toda la geografía española, por lo que la elección de los delegados tuvo que atenerse a esta realidad. Veintidós fueron los asistentes y dejaron constancia de una evidente contradicción: la tristeza por la situación personal de los condenados (y otros compañeros pendientes de ser procesados) y alegría por la salud de la organización. Dada la experiencia ya acumulada de asambleas, la organización de esta fue más técnica, con la confección previa de un orden del día así como limitación de intervenciones y de la duración de estas. Se tomó una importante decisión: la confección de un libro que contuviese todos los documentos aprobados oficialmente por la organización. La principal idea fue la búsqueda de ayuda para los condenados, económica y política, y la necesidad de seguir con el activismo ya que la situación en España a primeros de julio no era optimista en cuanto al proceso de democratización. Al tener la organización un número importante de afiliados y una implantación territorial muy extendida se tomó la decisión de avanzar en fórmulas de gestión más acordes con asociaciones similares, con la creación de la figura del secretario general. En papeletas individuales y en las que todos pudieron poner el nombre que les pareciese más adecuado (presente o no en la reunión), el elegido fue Julio Busquets. El resto de la dirección lo compusieron Bernardo Vidal, Restituto Valero, Guillermo Reinlein, Antonio Miralles y José Julve. Se fijó para fin de año la celebración de la siguiente asamblea.

34 afiliados asistieron los días 18 y 19 de diciembre a la sexta asamblea, conocida por todos como la de la nevada. Una indisimulada alegría invadió a los asistentes ya que los condenados en el proceso 250/75 y José Ignacio Domínguez, pendiente en esa causa y en una segunda, estuvieron entre los asistentes. Se redactó un orden del día y se siguió con la costumbre de limitar las intervenciones y la duración de las mismas. El principal motivo de discusión fue la posible disolución dado que Adolfo Suárez estaba dando señales más que evidentes de voluntad democratizadora, siendo el resultado de la discusión poco favorable ya que un grupo no mayoritario pero sí numeroso se opuso. Tomada esta decisión se nombró una nueva dirección, colegiada, sin secretario general, lo que sería revocado, de hecho, en la primera reunión de la nueva junta directiva por considerar necesario y operativo el que alguien asumiera esa función que, por unanimidad, se fijó en dos compañeros, uno en Madrid y otro en Barcelona, Martín-Consuegra y Julve. El resto del CEN lo compusieron López-Amor, Valero, Busquets, Fortes, Sanjuán, Perote y Vaquero. Para el verano de 1977 quedó convocada la siguiente asamblea.

La séptima fue la de la disolución. Convocada en Esplugues de Llobregat (en una casa de campo de la familia de Delás) el 26 de junio, diez días después de celebradas las primeras elecciones democráticas tras el franquismo, la asistencia fue muy numerosa, la mayor de todas. La razón la encontramos en que además de los delegados, como era habitual, se invitó a asistir a cualquier miembro, al atisbarse la decisiva decisión de disolver la organización. Se siguió con la costumbre de nombrar un presidente de asamblea, doble en este caso, los dos secretarios generales, Julve y Martín-Consuegra, y preparar un orden del día. Las palabras fueron numerosas y se centraron en hacer algo de historia y en emitir opinión sobre la necesidad, o no, de la disolución. De manera muy minoritaria se defendió la continuidad y de forma abrumadoramente mayoritaria la disolución. Finalmente, siguiendo los criterios democráticos que siempre guiaron la actividad de la organización, se sometió a votación secreta la decisión a tomar. Hubo un voto favorable a la no disolución y otro nulo. El resto a favor de poner fin a la actividad de la UMD. Las últimas palabras expresadas fueron de satisfacción por el trabajo hecho y de alegría por la llegada de España a la democracia.

Para finalizar, quisiera dejar constancia de que solo una persona asistió a las siete asambleas: Juan Diego García.

Javier Fernández López

Junta Directiva FMD