Incertidumbres

Publicado en estrelladigital.es

Dicen que el vuelo de Germanwings fue estrellado deliberadamente por su copiloto. Ser asesinado por quien debe conducirte sano y salvo a tu destino es la peor traición. No deja esta catástrofe de ser culpa, aunque indirecta, del terrorismo. Una puerta blindada para convertir la cabina de los pilotos en un fortín responde a la necesidad de impedir su acceso a terroristas, o a perturbados. Pero, esta vez, ya había uno dentro.

En el puesto de mando de un avión deberían estar siempre dos pilotos. Hay aerolíneas en las que cuando un piloto sale de su cabina entra el sobrecargo garantizando así que el piloto ausente pueda volver a entrar. Aparentemente podría haber, también, un conflicto entre el derecho a la intimidad y el interés general. Este copiloto tenía una baja laboral. Su médico estableció que había motivo para ello pero no parece que tuviera la obligación de comunicarlo a la compañía aérea. Firma dos formularios, uno motivado para el paciente y otro sin explicación para el empleador que solo es avisado por el propio empleado que puede elegir no decir nada, como hizo el copiloto. El interés general pudo ser sacrificado al de la intimidad y con ello los pasajeros del vuelo.

Los humanos no estamos exentos de ánimos criminales, destructivos o de perturbación mental. Además de requerir el certificado de penales habrá que examinar de modo continuado el estado psíquico de todos aquellos cuya actuación puede producir cualquier desastre.

¿Podría ser esto válido también con los políticos viendo lo que hacen algunos de ellos y los desvaríos que a veces oímos? ¿Debieran pasar un examen psicológico antes de cada elección? ¿Antes de empezar a gobernar? ¿Y los electores? Porque no solo puede llegar a ser fascinante comprobar lo que hacen algunos políticos, banqueros, empresarios, directivos de futbol, entre otros, sino que asimismo sorprenden ciertas fidelidades personales hacia gente cuestionada que recibe una y otra vez la confianza de electores, accionistas, socios, etc.

La legitimidad de las urnas es esencial. En política se está empezando a extender incluso a la designación de los candidatos arrinconando procedimientos cooptativos que sin perjuicio de su posible eficacia pueden convertir al partido, o cualquier organización,  en el cotarro de unos cuantos, más bien pocos. Incluso de uno solo cuando, a pesar de poder contar con muchas manos, resulta que solo hay un dedo.

Frente a la legitimidad de las urnas tenemos la de la fuerza tantas veces empleada en la historia de la humanidad. Fuerza impuesta por desalmados o entregada por súbditos desamparados, desesperados o distraídos cuando vitorean a un posible salvador. En la Biblia los israelitas se autogestionaron desde la huida de Egipto con caudillos circunstanciales en momentos de crisis. Así estuvieron hasta que, azuzados por la realidad, pidieron un día a su creador un rey, es decir: un Estado. Les fue concedido, pero fueron también advertidos de que, al no ser ya Yahvé su rey en la tierra, necesitarían adaptarse ahora al modo de vida de los demás humanos teniendo que formar ejércitos para defenderse y enviar sus hijas a la corte para ser cortesanas. Como no les fue siempre bien, algunos nostálgicos deseaban volver a ser gobernados directamente por Dios.

¿Será, quizás, lo que nos ofrece Pablo Iglesias? Su vaga e irrealista  oferta politica y económica lo parece por su falta de concreción y por sus letanías facilonas pidiendo la salida de todos lados, Unión Europea y OTAN ente otros, y solucionar los problemas económicos con el manido “¡que paguen los ricos!” reminiscente de Robin Hood. Su mensaje parece más bien un quítate tú que me pongo yo y dadme el dinero para gastarlo como diga yo. Pero no parece ungido por Yahvé.

Quizás lo esté Esperanza Aguirre  que ha revelado esta semana que ante la subida en las encuestas de Podemos decidió envolverse en una capa de supewoman para salvar Madrid de la llegada del mal. Para demostrar su sinceridad ha confesado que lo del PP en Andalucía fue un desastre lo que, sin perjuicio de ser cierto, nadie quiere admitir abiertamente en su partido salvo Margallo que no debió recibir a tiempo la instrucción de callarse.

La que sí consiguió parar a Podemos ha sido Susana Díaz en Andalucía. Superwoman de verdad. Probada ante el fuego adversario, aunque le quede el reto de lograr su investidura sorteando demandas absurdas o imposibles de otros partidos. Todos debieran entender, sin embargo, que ahora son tiempos de pactos. Un reto que probablemente logrará superar. Su sentido político innato le sitúa entre los que se considera que saben gobernar. Su victoria en Andalucía lo es también de todo el PSOE, como señaló Pedro Sánchez. Los líderes ayudan, o no, a las siglas de sus partidos, pero no las sustituyen.