Finalizaba la primera parte (relativa a la hegemonía) de este artículo concluyendo que el auténtico Flanco Sur, que tanto parece preocupar a los países europeos, fundamentalmente a los mediterráneos, es África, su vertiente mediterránea y su retaguardia sahero-saheliana. Y no precisamente porque en ellas se esté -o se pueda vislumbrar que en un futuro previsible se pueda estar- jugando la hegemonía que tanto preocupa a Estados Unidos y la OTAN, sino, fundamentalmente, por dos fenómenos que afectan e inciden directamente en la vida cotidiana de sus respectivas poblaciones: la inmigración y el terrorismo.
Uno de ellos es irresoluble, la inmigración no controlada; el otro, el terrorismo, está sobredimensionado.
El problema de la inmigración no controlada es irresoluble porque se debate entre una realidad histórica y un valor humanista y una realidad práctica. Los dos primeros pueden sintetizarse como que “la historia de la humanidad y de la evolución de las civilizaciones es la historia de las migraciones” (la realidad histórica) y “tienen derecho a intentar mejorar sus condiciones de vida” (el valor humanista), frente al inapelable “aquí no cabemos todos” (la realidad práctica).
El problema de la inmigración no controlada es irresoluble porque se debate entre una realidad histórica y un valor humanista y una realidad práctica
Razón por la cual, a lo que más se puede aspirar es a paliar en lo posible las disfunciones que esta emigración no controlada pueda provocar en el país de origen o en el país de acogida. A través de medidas parciales positivas como la conocida como “migración circular” o formación y contratación en país de origen y estancia estacional o temporal de trabajo en el país de acogida; o inversiones en el país de origen, que no deja de ser un pseudo-neocolonialismo, ya que por definición una inversión es para obtener beneficios, de forma que aunque el país receptor de la inversión salga socioeconómicamente beneficiado, también lo hace el país/empresa inversor/a, con el posible resultado de que la brecha socioeconómica entre ambos se incremente.
Prueba de que estas medidas, por legítimas que sean, no están siendo suficientes para retener la ola migratoria hacia los países europeos en proporciones aceptables es la adopción de fórmulas, claramente neocoloniales, de delegación de su control a los países de origen o de tránsito. Llamémoslo por su nombre, comprándolos.
Se les cede o se les vende a precio de ganga o a través de la ayuda al desarrollo el material (y el aprendizaje de su funcionamiento) adecuado para reprimir las salidas hacia Europa o del cruce por su territorio de posibles emigrantes. Represión que, está comprobado, deja muertos y desarraigados en el mar, en el desierto y en las ciudades de países que si las europeas no son capaces de absorber, mucho menos ellas. ¿Cuántos compañeros de emigración de esos emigrantes que nos están colapsando las islas Canarias o nuestras costas sureñas (y las de otros países euromediterráneos) se han quedado en el mar o en el desierto?
O se les financian campos de concentración donde retener a los emigrantes hasta decidir cuántos y quiénes de ellos pueden acceder al ansiado país europeo. Campos de concentración de dudosos estándares de vida, salud y respeto de los derechos humanos, comparados con los que las legislaciones de los países europeos de deseada arribada exigen y mantienen. Aunque los más conocidos sean los que Italia tiene en Albania, también los hay en Túnez, Siria e, incluso, en Afganistán.
La inmigración no controlada no es un problema de seguridad, sino socioeconómico y mucho menos un problema a resolver por una organización de carácter esencialmente militar como la OTAN
Y como nada de esto parece estar siendo suficiente para contener la ola “de huida de la pobreza”, cada vez parece estar poniéndose más de moda la idea de las deportaciones masivas (las caso a caso llevan mucho tiempo funcionando sin garantías de qué va a pasar cuando el migrante es retornado). Ya no se trata de que no lleguen, sino de que se vayan los que ya han llegado. El Reino Unido lo ha intentado con Uganda, aunque al final no les ha sido posible, Pero lo han puesto de moda y cuando el río suena es que agua lleva,
En cualquier caso, la inmigración no controlada no es un problema de seguridad, sino socioeconómico y mucho menos un problema a resolver por una organización de carácter esencialmente militar como la OTAN. ¿O es que la OTAN va a terminar abarcándolo todo porque todo, de alguna forma, tiene alguna relación con algún tipo de seguridad?
Por su parte, no está claro que la “amenaza terrorista” desde el Sahel sea realmente una amenaza y que ésta sea de carácter terrorista, debido a que desde el 11-S, momento en que Estados Undos impone al resto del mundo el concepto geopolítico y estratégico de la “guerra al terrorismo”, los conceptos de yihadismo y terrorismo se han vuelto sinónimos.
No tendría por qué ser así. El yihadismo (de yihad o guerra santa) es, tal como se práctica en el mundo actual, no en su sentido clásico y canónico en el Islam, una ideología que preconiza la expansión e imposición del Islam a través de la lucha armada. El terrorismo es una modalidad de combate “guerrillera” (del debil frente al fuerte) que pretende poner a una población en contra de sus autoridades, amedrántandola con acciones criminales contra ella. Puede, por tanto, en teoría, haber terrorismo sin que éste tenga finalidad yihadista (ETA, o el IRA, por ejemplo); como puede haber yihadismo sin terrorismo, sin acciones criminales contra población civil indefensa, enfrentándose en combate regular o irregular contra sus fuerzas armadas o de seguridad. En teoría, porque para la imperante Guerra al Terrorismo yihadismo es sinónimo de terrorismo.
El yihadismo penetra en el Sahel procedente de Argelia. Como consecuencia del golpe de Estado militar dado en este país en enero de 1992, que impide la subida al poder del islamista Frente Islámico de Salvación, que acababa de ganar la primera vuelta de la elecciones legislativas y estaba punto de ganar la segunda, éste debe pasar a la clandestinad, desde la que organiza su rama militar, el Ejército Islámico de Salvación, que acabará siendo derrotado por las Fuerzas Armadas y de Seguridad argelinas; no sin que antes se hayan ido desgajando de él una serie de grupos que progresivamente van adoptanto el terrorismo (las acciones terroristas) como método de combate. El principal de ellos, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, presionado por las fuerzas argelinas abastecidas por Estados Unidos tras el 11-S, se refugia en el norte de Malí, donde se alía (2012) con el secesionista Movimiento Nacional de Liberación Nacional tuareg, que combate contra las autoridades nacionales de Bamako para conseguir la independencia de la región tuareg de Azawad, al que progresivamente se irán uniendo otros movimientos secesionistas sahelianos. Un matrimonio de conveniencia, que todavía dura.
El yihadismo penetra en el Sahel procedente de Argelia. Como consecuencia del golpe de Estado militar en 1992, que impide la subida al poder del islamista Frente Islámico de Salvación
Frente a este doble reto yihadista y secesionista se va a producir una importante reacción internacional (2012-2014), encabezada por Francia (operaciones Serval y Barkhane) y apoyada por otros países europeos (operaciones Takuba, EUTM y EUCAP) y organizaciones internacionales (MIAM de la CEDEAO y MINUSMA de las Naciones Unidas), que no sólo hoy día se pueden considerar fracasadas (prácticamente todas han tenido que abandonar el área), sino que han producido efectos contrarios a los que se pretendían: la alianza entre yihadistas y secesionistas es cada vez más solida, permanente y diversificada; en los países sahelianos de despliegue, incluido Malí en primer lugar, se han producido golpes de Estado militares de Juntas claramente enfrentadas con los países participantes en esas operaciones militares europeas, lo que indirectamente es con la OTAN y lo que ella representa; han propiciado la presencia militar/paramilitar, y por lo tanto económico-comercial, rusa en el área; y han puesto a yihadistas y secesionistas en las manos del contrabando de tráficos ilegales, con quien también se han aliado porque les aporta financiación.
La amenaza terrorista no proviene del Sahel, sino que se incuba dentro de la propia Europa, porque el terrorismo yihadista no se desplaza moviéndose físicamente, sino mentalmente
Efectivamente, la protección que la presencia de fuerzas yihadistas y separatistas pueden brindar al comercio ilegal de personas, drogas, armas, petróleo y derivados, metales, piedras preciosas y todo tipo de comercio, a cambio de financiación, es la base de la gran alianza entre yihadistas, secesionistas y contrabandistas contra los respectivos Gobiernos (sean democráticos o Juntas militares) y sus aliados externos (sean europeos o rusos). Una guerra en la que a los yihadistas, que pretenden “hacerse con”, “islamizar a”, la población y a la sociedad local, no le resultan, en general, rentables las acciones terroristas, sino “derrotar en el campo de batalla”, por decirlo de alguna forma, a las fuerzas que se oponen a la islamización, sean los ejércitos locales o los venidos del exterior. Quizás un ejemplo de que no necesariamente yihadismo y terrorismo sean sinónimos. Lo que no quita que, dada la teórica adscripción de estos grupos yihadistas a las grandes “internacionales” terroristas yihadistas, al-Qaeda y Estado/Emirato Islámico, respecto a las cuales funcionan a modo de “franquicias”, en algún momento desde ellas se pueda estar prestando algún tipo de apoyo a acciones terroristas a realizar en territorio europeo.
¿Cómo piensan los países precursores del Frente Sur de la OTAN que esta puede contribuir a deshacer el nudo gordiano de la triple alianza secesionismo/yihadismo/tráficos ilícitos en el Sahel? ¿Combatiendo los tráficos ilegales, sin los cuales el separatismo y el yihadismo estarían condenados al fracaso? ¿Es que la OTAN va a terminar abarcándolo todo porque todo, de alguna forma, tiene alguna relación con algún tipo de seguridad?
Enrique Vega es coronel de Infantería (retirado). Licenciado en Psicología y doctor en Paz y Seguridad Internacionales