Guerra civil en el mundo islámico

Publicado en republica.com

Las intervenciones foráneas en cualquier guerra civil suelen producir resultados imprevisibles. Un ejemplo evidente fue la muy conocida y estudiada intervención de EE.UU. en Vietnam. Se inició sobre la idea de que un Estado soberano -Vietnam del Sur- estaba siendo invadido por su vecino septentrional y que había que acudir en su ayuda para evitar que, como las fichas alineadas de un dominó, otros Estados del sureste asiático cayeran bajo el dominio comunista.

Tan errónea suposición llevó, en último término, al arrasamiento del país, a la descomposición moral del ejército invasor y a la grave crisis política que el movimiento pacifista generó en la nación americana. Solo se regresó al sendero de la razón cuando la situación se valoró así: “No hay dos Vietnam. Es un solo Estado, artificialmente dividido, que padece una guerra civil. Intervenir en ella agravará el problema. Cuanto antes lo abandonemos, mejor”. Y así ocurrió. Se retiraron los invasores extranjeros, la “teoría del dominó” se demostró ser un simple engañabobos y los pueblos que padecieron la guerra dejaron de ser arrasados por el napalm y los letales bombardeos “en alfombra”.

¿Están hoy las potencias occidentales, dirigidas también por EE.UU., cometiendo este mismo error en la guerra que han declarado al Estado Islámico? Por lo escuchado durante la campaña electoral en EE.UU., parece que se enfrentan dos estrategias: la de Obama, consistente en aumentar gradualmente la presión militar contra el EI (más bombas, drones y comandos) y la de ciertos exaltados republicanos: arrasar el terreno ocupado por el EI, si es preciso con armas nucleares tácticas.

Por otra parte, en Europa, con timidez para no irritar al poderoso aliado trasatlántico, son pocas las voces que se oyen poniendo en duda la necesidad de seguir combatiendo al EI. Solo se discuten las modalidades de las operaciones y las tácticas a utilizar. Nunca se habla del “después”, error común en casi todas las intervenciones occidentales en el Oriente Medio, y por supuesto los que sugieren una retirada total no gozan de buena prensa.

Sin embargo, es necesario aprender de la Historia. Si lo que se está debatiendo con las armas en la mano en Oriente Medio es una guerra civil islámica, la experiencia ha mostrado que las intervenciones extranjeras están condenadas al fracaso.

Muchos indicios apuntan en este sentido. Es evidente que el EI no pretende invadir Occidente, ni posee medios para hacerlo, y tampoco aspira a desencadenar la fantástica guerra apocalíptica que anuncian algunos de sus alucinados predicadores. Pero la intervención militar occidental juega en su favor, porque lo que desean sus dirigentes es ganarse la voluntad de los pueblos musulmanes en todo el mundo, desde Nigeria a Indonesia. Pocas cosas les ayudarán más que los bombardeos indiscriminados, los ataques con drones y la sensación de que siguen siendo humillados y aplastados por las antiguas potencias coloniales.

Esto no quiere decir que el EI (y otras organizaciones con propósitos similares) no lleven a cabo acciones terroristas fuera de la comunidad islámica, como las sufridas en EE.UU. y Europa. Su objetivo es triple: forzar a Occidente a responder con más violencia militar; convertirse en el enemigo principal de EE.UU., lo que aumenta su prestigio y ayuda a crear “sucursales” en otros Estados musulmanes; y radicalizar a los seguidores de Mahoma residentes en Occidente para reclutarlos. Pero conviene insistir en que el principal teatro de operaciones del EI está en el territorio de la comunidad islámica.

El EI es parte importante, pero no única, de la guerra civil que padece el mundo islámico. No es una guerra entre dos bandos ni una guerra religiosa entre suníes y chiíes. Así lo explica Ira Chernus (escritora y profesora en la Universidad de Colorado Boulder): “Los suníes tradicionalistas luchan contra otros que también lo son (Al Qaeda contra el EI). Los modernizadores se unen a los tradicionalistas para luchar contra otros tradicionalistas (Turquía y Arabia, aliados dudosos, contra el EI). Kurdos suníes e iraquíes chiíes luchan juntos contra el EI. EE.UU. apoya a la vez a los chiíes de Irak y a los Estados suníes del Golfo, mientras frena el auge de los chiíes iraníes y de los suníes del EI.” ¿Cómo intervenir con acierto en tan complejo conflicto?

Todo indica que Europa y EE.UU. son piezas excéntricas en esta guerra civil de la comunidad islámica, cuyo objetivo es ganar la voluntad de sus pueblos. Si así fuese, quizá lo mejor sería iniciar un debate trasatlántico sobre la continuidad de esta “guerra contra el terror” en las tierras del Oriente Medio ampliado y sobre la conveniencia de no contribuir más al auge del terrorismo, resultado de la insistente agresión militar occidental.

Es probable que aquella “teoría de la contención” (evitar la expansión ideológica y territorial del bando opuesto), que rigió la política exterior de EE.UU. durante parte de la Guerra Fría, adaptada a las circunstancias actuales, fuese más apropiada que los bombardeos de la coalición internacional frente a la guerra civil islámica. En todo caso, mejor sería abrir un foro internacional sobre este asunto que seguir ciegamente los mismos pasos que llevaron a EE.UU. al fracaso en Vietnam.