Franco y la cruz laureada de San Fernando: un caudillo que se cree sus propias mentiras (2/12)

Julián Serran Orive era un jefe que ya se había distinguido en tierras de Filipinas y que poco después de la llegada del aspirante a héroe a quien se refiere esta serie fue ascendido a teniente coronel por méritos de guerra. Coronel cuatro años más tarde, alcanzó el generalato en 1924 y cayó en combate pocos meses después. Hemos de suponer que la actividad de Franco bajo su mando, en tanto que ayudante segundo, no pudo ser de lo más intenso en términos de actividad guerrera.

El 16 de enero de 1915, a las órdenes inmediatas del teniente coronel Serrano Orive, el primer teniente que era entonces el protagonista de estos articulitos “tomó parte en el combate que tuvo lugar para la ocupación de la Peña de Beni-Hosmar, siendo citado en el parte de este día como distinguido”. Llamo la atención toda de los amables lectores sobre el hecho de que ESTA ES LA PRIMERA VEZ QUE APARECE TAL MENCIÓN, p. 35, en la hoja de servicios publicada de Franco (se repitió el 3 de noviembre de 1915, misma página). Supongo que algo análogo ocurriría también con otros oficiales en numerosas ocasiones y que los casos igualmente se incorporarían a su respectiva documentación, pero esto me lleva a preguntarme, ingenuo que soy, cuáles serían realmente los méritos por los que le habían concedido previamente la medalla del Mérito Militar de primera clase con distintivo rojo. Por desgracia, no los he encontrado, aunque como verán quienes sigan esta serie en realidad no tiene demasiada importancia.

En todo caso, me deja un pelín “sorprendido” que con tales “hechos de armas”, NO OTROS, siempre según la hoja de servicios publicada, el joven primer teniente hubiera ascendido a capitán con antigüedad de 1º de febrero de 1914 (!!!!), es decir en el corto lapso de año y medio. El historiador que lea entre líneas es difícil que no se pregunte: ¿qué diablos hizo Franco en tal período cuando nunca se le mencionó en ningún despacho, parte o notita elevada a la Superioridad?. Si las hubo, nuestro futuro héroe fue tan poco atento que no se preocupó de que se incorporaran a la antedicha hojita. Pero no me lo creo.

Así pues, salvo EPRE en contrario, que por lo que sé nadie ha exhibido y que tampoco he visto en su expediente personal no publicado, cabe concluir que hasta el 31 de enero de 1914 Franco no había tenido ninguna actuación espectacular que debiera reseñarse en su hoja de servicios. Tal vez la incomparable Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) pueda corregirme gracias a su afamada documentación y su devoción al héroe de quien toma el nombre, pero reitero mi tesis sabiendo que había oficiales y jefes que se preocupaban de que en sus correspondientes hojas de servicio figuraran hasta los detalles más nimios de interés militar.

Lo que no es dudoso, al menos para mí, es que lo que Franco habría hecho fue cumplir con su deber como tantos otros. Claro que había que justificar el ascenso y la hoja publicada lo explica en la p. 34: “En recompensa por los méritos contraídos en los hechos de armas, operaciones efectuadas y servicios prestados desde el 1º de enero a fin de abril del año de 1914”. Es decir, en cuatro meses absolutamente anodinos. La hoja ni siquiera se refiere a algo que hubiese hecho en el año y medio anterior. Todo historiador debe preguntarse: ¿no se me escapará algún detalle?

Quizá. Por ello hay que acudir en demanda de explicación a uno de los más aguerridos y excelsos chantres del futuro Caudillo: Ricardo de la Cierva. La ofreció a su manera. El 1º de febrero de 1914 hubo un combate en Beni Salen. Es cierto. Figura en la hoja de servicios publicada sin el menor comentario, sin el más pobre adorno. Tampoco lo hace en el original manuscrito que he consultado en el expediente personal de Franco no publicado. Pues bien, en dicho “acontecimiento” se cebó tan distinguido cortesano para destacarlo como el instante mismo –acontecimiento sublime– en que el general Dámaso Berenguer, de posterior fama, “se fija insistentemente en el teniente Franco”. ¿Evidencia primaria relevante de época?. Cero absoluto. Razón de más para no fiarse del profesor De la Cierva, que se ganó a pulso su fama de palmero mayor del Reino.

Para explicar lo racionalmente no explicable el coronel Blanco Escolá adelantó una tesis muy verosímil: los méritos de Franco no fueron adquiridos en el campo de batalla. ¿Cómo pudo ocurrir esto? De una forma muy simple. A falta de cualquier otra documentación fidedigna, dicho autor planteó la hipótesis de que bien pudo ser una consecuencia de su cargo de ayudante del teniente coronel Julián Serrano Orive, probablemente muy feliz con su propio ascenso.

Los años de mi “mili” son ya muy lejanos, pero me parece verosímil que el joven Franco no pudo tener entonces, como simple segundo ayudante, demasiadas ocasiones de ejercer mando de tropas en acción, en duros combates cuerpo a cuerpo contra un escurridizo enemigo. No consta que hubiera estado asignado, incluso temporalmente, a ninguna unidad. Ahora bien, es indudable que sí pudo tener muchas oportunidades de camelar a su jefe más directo, que era quien tenía que proponer su ascenso.

“Franco, gracias a su proverbial astucia y su afán arribista, pero también a su imagen de hombre disciplinado, cumplidor, aparentemente dócil y servicial…, supo ganarse [su] confianza (…) hasta conseguir que le propusiera para el ascenso a capitán”. Tal fue el veredicto de Blanco Escolá que desestima con malas palabras el hoy por hoy último turiferario del Caudillo del que tenemos noticia: un general cuyo nombre no revelaré en esta serie. Dice el recio refrán castellano que el mejor desprecio es no hacer aprecio. Lo aplico con frecuencia.

Nada de lo que antecede significa minusvalorar aquellas dotes que subrayó Blanco Escolá. Ya capitán no sabemos si en algún rato de ocio tuvo ocasión Franco de profundizar sus conocimientos de táctica o incluso de estrategia en una guerra ferozmente primitiva. No se han encontrado, que sepamos, listas de sus lecturas. Ahora bien, sí es muy verosímil que no tardase en comprender, bien por “radio macuto” o por sus dotes congénitas, que a los osados solía sonreírles la fortuna.

A ello añadió una conciencia aguda del valor de la publicidad orientada hacia su propia persona, algo sobre lo que se ha escrito largo y tendido y que Sir Paul Preston ha resaltado. El tema, muy interesante, no es relevante aquí. Si haciendo la pelota al teniente coronel Serrano Orive había tenido un primer ascenso “por méritos de guerra”, ¿qué no podría conseguirse si se era un pelín más audaz? La respuesta la hallarán los amables lectores en los próximos artículos de esta serie.

(continuará)