Estrategias político-militares

El General Stanley McChrystal fue de junio de 2009 a junio de 2010 el Comandante en Jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (FIAS, o ISAF en inglés), agrupando bajo el paraguas de la ONU una amplia coalición de la OTAN y de otros países de diversos continentes. Este General, ya retirado, insistió antes del verano pasado en la necesidad de una clara visión política, que estima ausente, para enmarcar las operaciones militares aéreas norteamericanas en Irak y Siria contra los terroristas del autodesignado Estado Islámico, Daesh o Califato islámico como lo ha proclamado su líder suní Al Bagdadi, incidiendo en las guerras religiosas ente chiís y sunníes desde una base territorial.

McChrystal contribuyó al establecimiento de una doctrina contra la insurgencia en la que se insistía en la necesidad de que las fuerzas militares sean capaces de confraternizar con las poblaciones locales para que estas las vean más como fuerzas protectoras frente al terrorismo del que son víctimas que como ocupantes. Durante su jefatura en Afganistán trató de aplicar este principio que bucólicamente traducía con la imagen de los mandos de una patrulla tomando té con el Jefe y los Ancianos de cualquier pueblo. Con ello McChrystal quería poner el dedo también en ese problema esencial de determinar claramente el objetivo político al que toda acción militar debe de estar subordinada.

Si consideramos las operaciones militares en Irak (dos guerras), Afganistán y Libia se pone en evidencia lo antes señalado. En la primera guerra contra Irak, avalada por la ONU, el objetivo político de la coalición encabezada por Bush (padre) fue la liberación de Kuwait ocupado por Irak. La guerra fue política y militarmente exitosa.

Cuando la ilegal, innecesaria y errónea ocupación de Irak por Bush (hijo) el objetivo político fue el derrocamiento de Sadam Husein y la sustitución de su dictadura por una democracia. Juzgado y ahorcado Sadam y finalizada la ocupación militar los iraquíes disponen de un sistema político democrático que malemplean porque, sin perjuicio de errores políticos graves norteamericanos cometidos durante la ocupación, ha sido el sectarismo de la mayoría chií contra la minoría suní (al revés que cuando Sadam) el que ha acabado facilitando la implantación del Califato islámico en un Irak donde sus fuerzas militares son incapaces de combatirlo.

Tras la expulsión de los Talibán el objetivo político en Afganistán era el de favorecer una democracia capaz de mantener su propia seguridad. La cooperación al desarrollo y la acción militar tuvieron éxito si bien, a medida que se retiran las tropas de la coalición, el mantenimiento de la seguridad está cada vez más en las propias manos de los políticos y militares locales. De su competencia depende la viabilidad democrática afgana y muchos desconfían de ello.

En Libia los objetivos militares fueron definidos políticamente por la ONU para proteger la población Libia frente a Gadafi, su dictador enloquecido. En cambio el post-Gadafi no fue enfocado entre otras cosas por la resistencia de los países coaligados, árabes incluidos, en ocupar el terreno. De ello solo podía ser consecuencia, tras la muerte del dictador, el caos habido y su exportación al Sahel. Las operaciones militares aéreas sin ocupación del terreno suelen tener un éxito relativo, circunstancial o efímero.

Es importante para la Comunidad Internacional poder contar siempre con la acción y dirección del Consejo de Seguridad de la ONU. Entre sus Miembros Permanentes la actitud de Rusia y China junto al declive, relativo, de los EEUU parecen alejarnos del objetivo. Moscú no desea someter sus diferendos con Europa y los EEUU porque en Crimea y Ucrania está violando el Acta Final de Helsinki, Carta Magna de la seguridad en Europa. Beijing pretende no estar concernida por una ONU, en cuya creación no participó la China comunista, porque quiere las manos libres para reordenar en el Extremo Oriente los mapas e incrementar su influencia. Washington está perdiendo la voluntad de involucrarse en operaciones militares internacionales. París y Londres actúan según sus intereses nacionales. La Unión Europea no consigue emerger como autentica potencia mundial y Alemania no es tampoco ajena a ello.

Caminamos hacia un panorama mundial inestable y desordenado del que no están ausentes, entre otros, los riesgos nucleares además de los del terrorismo. La UE debe apostar por modernizar y robustecer el Consejo de Seguridad y con una Defensa Europea común ser una proveedora de seguridad en su entorno inmediato fortaleciendo al mismo tiempo la Alianza Atlántica.

En Siria ha sido la falta de una visión común de la Comunidad Internacional la que ha facilitado el caos sobre el que el terrorismo califal se ha asentado. El reciente acercamiento habido en Viena entre grandes potencias y algunas regionales y extraregionales, con la sorprendente ausencia de España, podría resolver éste y otros conflictos internacionales mediante la diplomacia y la concertación internacional. ¡Ojalá!