¿Es pedir perdón una acción con fuerza política ante la violencia machista institucional?

He terminado de ver la serie documental producida por Unicorn Content y la periodista Toñi Moreno que habla de la vida de Dolores Vázquez. Supongo que muchas somos las personas que ya la hemos visto pero, en cualquier caso, aprovecho para recomendarla.

Siempre me han fascinado las biografías y las películas basadas en hechos reales. Me gusta la ficción, pero conforme se vive, comprendes que la realidad la supera con creces. Las historias más impactantes de amores prohibidos, terror, policiales, suspense, injusticias, lucha por cambiar las cosas, superación, finales trágicos o increíbles son reales. Luego viene el aprendizaje, el mensaje, el poso de lo que vas siendo al leer, ver, sentir y pensar.

Las chicas asesinadas en Málaga por aquel entonces tendrían ahora 41 y 35 años, respectivamente. Recuerdo perfectamente que en la televisión y en la prensa el caso de Rocío Wanninkhof era el pan nuestro de cada día, y cómo en el ideario de todo un país, Dolores Vázquez quedó como la asesina de esa chica. Ni siquiera el asesinato de Sonia Carabantes, que al defenderse del agresor se llevó consigo su ADN bajo las uñas, pudiéndose comprobar que coincidía con el de una colilla del lugar del crimen perpetrado sobre Rocío, hizo posible que a gran parte de la ciudadanía nos quedara claro que aquella mujer de asesina no tenía nada, y que los autores de estas crueles violencias machistas se cobrarían la muerte en vida de otra mujer más.

Esta vida, esta vida tan desagradable y horrorosa, tan cruel y despiadada para muchas personas, es así. Y cuando parece que no se puede hacer nada comprendes que se puede hacer mucho. De esto va este artículo, de pedir perdón y recibirlo, porque nunca es tarde para ponerse del lado de la verdad, la justicia y el amor.

Dolores Vázquez está deseando perdonar. Solo necesitaba que le pidieran perdón de forma sincera para poder continuar con su vida. Dolores merece recibir una petición sincera de perdón por parte de la Guardia Civil, de toda la prensa y los medios de comunicación que metieron su caso en las casas españolas, del fiscal, del jurado popular que la sentenció y de la propia familia de Rocío. Pero si bien por parte de muchas personas todo es algo personal, por parte de las instituciones públicas, pedir perdón debe ser algo que trascienda de lo personal para convertirse en justicia y reparación. Nos iría mejor en este mundo funcionando así.

No nos engañemos. Todo cuanto hace referencia a las decisiones y la acción es política.

Solo la filosofía nos aleja de la política, decía Hannah Arendt, que se definía a sí misma como una teórica política y no como una filósofa. Entendía que existe una experiencia de vida filosófica, la de las verdades eternas, una vida contemplativa donde solo caben los pensamientos en busca de la belleza y que ahí está la eternidad; y una experiencia de vida política, activa o práctica que se centra en las relaciones humanas a través de las cuales también es posible encontrar la belleza. Pero hasta esta distinción podría cuestionarse porque hay quienes sostienen que ella sí era una filósofa. En lo que sí hay unanimidad es en que se trata de una de las mentes más brillantes del siglo XX. De cualquier modo, nada hay de bello en dejar a una víctima sola durante la vida que le queda tras una serie de decisiones nefastas (con dolo o sin dolo, con más o menos profesionalidad), y nada hay de bello en no pararse a reflexionar.

Los sistemas judicial, policial y mediático pueden fallar en algún momento. Nada hay infalible y lo sabemos, pero lo que no deberíamos permitir es que, una vez detectados esos fallos del sistema, se haga muy poco o no se haga nada para restituir el daño de las víctimas de esos errores. El sistema está formado por personas y los sistemas deshumanizados son muy peligrosos. Pedir perdón cura. Mirar para otro lado es una decisión política, pedir perdón también.

“Pedir perdón y perdonar por parte de las instituciones públicas, sin complejos, es bello, es lo correcto”.

Para Aristóteles el perdón es la capacidad de ponerse en el lugar de otro con comprensión. El perdón al que se refiere es el perdón de aquello que se hace involuntariamente, sin querer. Y cuando alguien toma una decisión bajo una presión que trae consecuencias que dañan podemos entenderle y perdonarle. Por otra parte, el perdón, en una línea filosófica del cristianismo, no como religión, conecta con el amor. Se puede perdonar lo que parece inexcusable por amor. Pedir perdón restablece la relación con la otra persona al devolverle al momento de la ofensa y permite poder decir “Tú no eres esto. Esto no te define”. Pero también es cierto que para perdonar a alguien en según qué hechos, se necesita un acompañamiento psicológico y a veces no se consigue dar. Pero, ¿qué pasa cuando alguien está deseando perdonar pero no puede hacerlo hasta que quien le ha ofendido no le pide sinceramente ser perdonado? Le pasa que siente que no importa.

Este es el caso de Dolores Vázquez. A Dolores yo le pido perdón. Me pongo en su lugar y no puedo hacer otra cosa que pedírselo en mi nombre, como ciudadana española que la identificaba con una asesina cuando no lo es. Pero también estoy de acuerdo con Hanna Arendt en que el perdón es una acción con fuerza política. Debe ser usado muchísimo más en esta sociedad. Pedir perdón y perdonar por parte de las instituciones públicas, sin complejos, es bello, es lo correcto.

A Dolores Vázquez se la incriminó en una investigación por asesinato por ser lesbiana, por demostrar comportamientos estereotipados que se asocian a hombres y no a lo que se espera cuando eres mujer. Fue privada de libertad tras un juicio injusto sin pruebas ni indicios de prueba sino por conjeturas extraídas de una investigación que se realizaba bajo presión mediática y social. Dolores Vázquez fue y sigue siendo la víctima de un sistema patriarcal tan podrido que hace aguas cuando menos te lo esperas, y coincido con ella en que su vida en libertad hoy se la debe a la resistencia que opuso Sonia Carabantes frente a su agresor sexual y asesino.

Lo que no se puede cambiar no se puede cambiar, pero lo que sí se puede hacer es ser capaces de elevarnos de forma humana dentro de los sistemas y pedir perdón cuando le han fallado a personas inocentes. Esto honra, esto cura, esto es hacer las cosas de otra forma.

Si yo fuera alguien con capacidad de decisión en la Guardia Civil lo haría a posteriori, aunque hayan pasado muchos años, y si fuera el fiscal también, y el juez, y la dueña de los medios de comunicación que no actuaron de forma proporcional cuando se supo que ella no asesinó a Rocío. Con este documental creo que la inmensa mayoría de personas en este país somos capaces de ponernos en su lugar y comprender que necesita que le pidan perdón de forma sincera, y no precisamente la madre de Rocío, que es otra víctima en vida de todo lo ocurrido.

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Teresa Franco es militar en servicios especiales y concejala del PSOE en el Ayuntamiento de Murcia.

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