El general Domingo Batet Mestres: católico, liberal y republicano

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 El general Domingo Batet pasa revista a los Mossos.

Nace en Tarragona el treinta de agosto del año 1872.  Sus padres son Domingo Batet y su madre Buenaventura Mestres.  Ingresó en la academia militar en septiembre del año 1887.  Obtiene la graduación de teniente en el año 1895, siendo su primer destino el regimiento de Infantería con guarnición en Barcelona.

Es designado alumno de la Escuela Superior de Guerra, pero no llega a terminar sus estudios pues parte como voluntario a la guerra de Cuba de 1895 a 1898.  Participa en la guerra con el batallón provincial de La Habana en las campañas que acabaron en la guerra con los Estados Unidos y que culminó con la pérdida de Cuba.  Domingo Batet creía que la causa de la derrota, más que la presencia naval norteamericana, había sido el deseo del pueblo cubano de acceder a su independencia.

Domingo Batet participa y destaca en la operación militar desarrollada en Ticarita, el cinco de junio del año 1896, por la que se le concede en noviembre de ese mismo año el ascenso a capitán por méritos de guerra.

Siendo ayudante de dicho batallón sufre una grave caída del caballo, produciéndose la factura transversal de la rótula derecha y contusión de primer grado en el pie derecho.  Fue ingresado en el hospital militar de La Habana, el veintiocho de enero del año 1897.  Es dado de alta y en abril de dicho año, se traslada a España en el vapor María Cristina, con permiso de cuatro meses para su recuperación y para recibir baños termales en Caldas de Montbuy.

Continúa sus estudios en el Escuela Superior de Guerra y los finaliza en el año 1900.  Es destinado al regimiento de Luchana, y un año después pasa a los Somatenes de Cataluña, donde permanecerá hasta su ascenso a comandante en el año 1909.

Asciende a teniente coronel en el año 1915 y es destinado nuevamente al regimiento de Luchana.  Fue ascendido a coronel en el año 1919, siendo destinado a Lérida. Se le destina en el regimiento de Valladolid en el año 1922.

Fue nombrado juez de los procedimientos motivados por el denominado “Expediente Picasso” tras el llamado desastre de Annual. Sin embargo, considera que esta misión debe corresponderle mejor a un militar del Cuerpo Jurídico, por lo que después de una temporada desarrollando esta labor renuncia.

Como parte de dichos procedimientos, escribió un informe sobre los altos mandos del ejército español en Marruecos, en el que Franco no quedó muy bien parado, como veremos posteriormente.

Se hace cargo del regimiento de Jaén, y al año siguiente del de Alcántara.  Es ascendido a general de brigada en el año 1925 y destinado a la ciudad de Alicante al mando de la 1ª Brigada de la 6ª División.  Posteriormente, es trasladado a su ciudad natal, Tarragona.

En los primeros momentos de la dictadura de Primo de Rivera, Batet aceptó el nuevo régimen. Sin embargo, es detenido y procesado en el año 1926, acusado de complicidad en el intento de alzamiento militar contra la dictadura, conocida como la Sanjuanada.  Se le sanciona con el retiro, aunque posteriormente, el Consejo Superior de Guerra lo absolvió.

LA II República

Al ser proclamada la II República en el año 1931, se encontraba destinado en Mallorca dirigiendo una Brigada. En julio del año 1931, sustituyó al general López Ochoa como Capitán General de Cataluña y general en jefe de la IV División Orgánica al ser éste relevado por discrepancias con el ministro de la Guerra, Manuel Azaña.

Durante su permanencia en este destino, se distinguió por su acatamiento de la autoridad civil, el respeto al régimen autonómico catalán y la prudencia con que actuó en las tensiones entre algunos sectores militares y la nueva administración autonómica.

Su destino de Barcelona es muy complicado por la situación política y económica que sufre la ciudad.  Esto le hace actuar con prudencia para limar las tensiones existentes entre algunos sectores militares y la nueva administración autonómica.  Asciende a general de división en el año 1932.

Al producirse la insurrección de la Generalidad, el seis de octubre del año 1934, Lluis Companys le conminó a que se pusiera a las órdenes de la Generalidad, que además coincide con el estallido de la revolución asturiana. Sin embargo, Batet se puso en contacto con el presidente del Gobierno, Alejandro Lerroux, el cual le ordenó que declarase el estado de guerra.

Recibe la orden de aplastar con dureza el movimiento secesionista para así aplicar un escarmiento ejemplar. Tras diferentes disturbios con el resultado de tres muertes, el ejército comandado por Batet toma la plaza de San Jaume. El general dialogó con Enrique Pérez Farrás que era el jefe de los Mossos de Escuadra, para que abandonaran las armas.

Aquel no se rindió y los mossos comenzaron a disparar contra las tropas, produciendo varías muertes y heridos. Entonces, los cañones del ejército dispararon contra el palacio de la Generalidad de Cataluña. Tras cinco horas, los insurrectos comandados por el coronel Frederic Escofet se rindieron y fueron hechos prisioneros.

Pese a los combates, se considera que consiguió dominar la situación con el mínimo de destrucción y violencia, actitud que le valió ataques de ambos bandos.  Esta critica parte de la derecha política y de algunos sectores militares por un lado y de los insurrectos por otro.

El historiador británico Hugh Thomas en un estudio sobre la Guerra Civil española, describe así estos acontecimientos:

“Aquel verano había inundado toda Cataluña una oleada de nacionalismo catalán y de hostilidad contra todo lo castellano, que Companys, hombre débil, no había podido resistir.   Resultaron muertas unas cuarenta personas.  Los anarquistas se mantuvieron al margen diciendo que no colaborarían con la Esquerra.  Dencás se apresuró a arrestar a Durruti y a otros dirigentes anarquistas.  Batet, aunque catalán, se puso a las órdenes del gobierno central y declaró el estado de guerra.  Actuando con deliberada lentitud para salvar vidas y permitir fugas, arrestó a Companys y su gobierno con la excepción de Dencás, que encontró el camino de la libertad a través de una alcantarilla y se escapó a Roma.  Toda la resistencia de Barcelona fue dominada rápidamente, y Companys dirigió por radio un digno llamamiento a sus seguidores pidiéndoles que depusieran la armas”.

El falangista José Antonio Primo de Rivera declaró que aquel bando era “indigno de un general español”.  El historiador Ricardo de la Cierva, asegura que Batet se ganó aquella noche una injusta reprimenda de Franco.  Y éste se tomó peor que se le concediera a Batet, en esa ocasión, la Laureada, que Franco tanto codiciaba.

Durante la guerra civil, la familia de Batet, que era profundamente católica, sufrió persecución, hasta que por intermediación del president Josep Tarradellas, amigo de Batet, pudo huir a Francia.  Por su participación en la restauración del orden en Cataluña, obtuvo la Cruz Laureada de San Fernando.

En marzo del año 1935, Batet fue nombrado Jefe del Cuarto Militar del Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. El trece de junio del año 1936, cesó a petición propia, y fue designado general en jefe de la VI División Orgánica de Burgos.

Guerra civil española

El general Batet, en la imagen junto a Francesc Macià y Lluís Companys

EMILIO MOLA Y EL GENERAL DOMINGO BATET

Domingo Batet era un militar con profundas raíces católicas y conservador.  Llegó a Burgos un mes antes del golpe militar y su hoja de servicios era impresionante.  Burgos era uno de los lugares clave de la rebelión que ya estaba en marcha.

Domingo Batet sabía de la existencia de la conspiración, pero no que estuviera tan avanzada.  Emilio Mola y Domingo Batet eran amigos y no dudo de que pudiera ser traicionado.  Domingo Batet había defendido y protegido a Emilio Mola con la llegada de la II República, pues había caído en desgracia.

Emilio Mola escribió una carta a Domingo Batet el veintinueve de junio del año 1936, como consecuencia de su nombramiento en la Capitanía de Burgos y le decía:

“Como esta actitud a mi entender constituye además de una injusticia un vejamen, y yo no olvido que cuando estuve perseguido, al proclamarse la República, fue Vd uno de los pocos generales en activo que entonces estuvo a mi lado y me defendió, me apresuro a hacerle presente mi más absoluta y leal adhesión”.

El ruido de sables era ensordecedor y el general Domingo Batet desconfiaba de la situación.

Durante los preparativos de la sublevación llevados a cabo por diversos sectores militares, tomó una postura contraria y el dieciséis de julio del año 1936, se entrevistó por propia iniciativa, en el monasterio navarro de Irache, con su subordinado, amigo y uno de los principales conspiradores, el general Emilio Mola, comandante militar de de la plaza de Pamplona.

Allí trató de averiguar si Mola estaba implicado en las conspiraciones, incluso llegó a pedirle su palabra de honor de que no participaría en la sublevación, que Mola efectivamente le dio, diciéndole que no estaba implicado en ninguna aventura militar.

El general golpista Emilio Mola.

Creyendo en la palabra de Mola, el dieciocho de julio, Batet no accedió a la petición del coronel Moreno Calderón, que era su jefe de Estado Mayor y posterior integrante de la Junta de Defensa Nacional, de ponerse al frente de la sublevación de su División Orgánica.

Intentó disuadir en conversación telefónica a los sublevados.  Por ello, fue detenido por sus subordinados, el teniente coronel José Aizpuru Martín Pinillos y el comandante Antonio Algar Quintana.

Emilio Mola intentó una vez preso el general Domingo Batet convencerle, para que se sumara a la rebelión.  Al negarse, Emilio Mola ordenó secamente “Que lo traten bien”.  Fue la protección de Emilio Mola el que lo mantuvo en vida durante un tiempo.  Lo que sucedía a los militares que se mantuvieron fieles a la República es que fueron pasados por las armas en las horas y días siguientes.

El general Domingo Batet fue trasladado al cuartel de San Marcial y posteriormente al penal central.  Fue juzgado el ocho de enero en Consejo de Guerra y fue condenado por adhesión a un gobierno que estaba fuera de la ley y por tratar de contrarrestar el alzamiento militar.

El coronel Miguel Ribas de Pina, que era mallorquín y que pertenecía a la aristocracia rural de la isla y miembro de la Real Academia de Historia y experto en Historia militar, asumió la defensa del general Batet.

Cuenta el historiador Hilari Raguer que cuando el fiscal acuso a Batet de rebelión militar, Ribas de Pina se limitó a transcribir, sin comentarios, la definición del art 237 del Código de Justicia Militar, entonces vigentes y decía:

“Son reos de rebelión los que se alcen en armas contra la Constitución del Estado Republicano, contra el Presidente de la República, la Asamblea Constituyente, los Cuerpos Colegisladores o el Gobierno constitucional y legítimo”.

La condena es a la pena de muerte por traición y rebelión, siendo una de las bromas macabras con que la Historia fue prolija en aquellos días oscuros.

El coronel Miguel Ribas de Pina fue fulminado al día siguiente, se le separó de su regimiento de artillería, al que mandaba, se le defenestró en el gobierno civil de la provincia de Palencia, y se le impidió todo ascenso desde entonces.  Se retiró en el año 1943, con el mismo grado de coronel, que tenía el día en que accedió a defender al general Domingo Batet.

Franco se impuso ante otros generales en ser el único jefe de la sublevación.  Fue entonces cuando se aceleró el proceso contra el general Domingo Batet.  Condenado a muerte en el Consejo de Guerra, que estaba presidido por el general Ángel García Benítez.  Fue fusilado el dieciocho de febrero del año 1937, a pesar de las gestiones que en su favor llevaron a cabo los generales Queipo de Llano y Cabanellas.  Franco en su retorcida mente tenía cuestiones personales pendiente con Domingo Batet.

Al despedirse de su defensor, le entregó diez o doce cigarrillos que le quedaban, diciéndole “Lléveselos usted, que yo no los necesitaré”.

Poco antes de morir, escribió una carta a sus hijos y en ella les decía:

“Sed buenos ciudadanos y cumplid siempre con vuestro deber cualquiera que sean las circunstancias que os depare el destino.  Las naciones sufren mucho por no cumplirse sus leyes y el mal es mucho mayor cuando faltan a ellas los propios gobernantes.  Son momentos de pasión, en que se desatan los instintos perversos, la justicia huye espantada, no actúa y se viste de luto.  Pero ella actuará.  Os bendice y abraza vuestro padre, Domingo”.

Eran la siete de la mañana del dieciocho de febrero del año 1937, era noche cerrada todavía en la ciudad.  Los integrantes del pelotón de fusilamiento tiritaban de frío,  El general Domingo Batet se dirigió a los soldados del pelotón de fusilamiento diciéndoles:

“Soldados, cumplid un deber sin que ello origine vuestro remordimiento en el mañana. Como acto de disciplina debéis disparar obedeciendo la voz de mando.  Hacedlo de corazón; os lo pide vuestro general, que no necesita perdonaros, porque no comete falta alguna el que obra cumpliendo órdenes de sus superiores”.

La descarga del pelotón de fusilamiento fue tan precipitada que el defensor y el padre jesuita que lo asistían tuvieron que apartarse de un salto.  El cuerpo del general Domingo Batet quedo inerte.  Al día siguiente, aparecen dos líneas escondidas en la prensa de Burgos en la que daban cuenta del fusilamiento del general.  Fue enterrado en el cementerio de Tarragona.  La ciudad de Barcelona puso su nombre a una de sus calles.  Su ciudad natal, Tarragona le declaro hijo predilecto.

Franco hizo caso omiso de las peticiones de Queipo de Llano en favor de su amigo Batet en venganza por la negativa de Queipo a perdonar la vida del general Campins.

FRANCISCO FRANCO Y EL GENERAL DOMINGO BATET

El historiador Hilari Raguer escribió una biografía del general Domingo Batet.  La relación entre ambos generales le lleva al famoso Expediente Picasso, del que el general Domingo Batet fue parte investigadora y en dicha investigación fue muy crítico con Franco y decía sobre él:

“El comandante Franco, del Tercio, tan traído y llevado por su valor, tiene poco de militar, no siente satisfacción de estar con sus soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza para curarse de enfermedad voluntaria, que muy bien pudiera haberlo hecho en el campo, explotando vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día en bares y círculos.  Oficial como éste que pide la laureada y no se le concede, cuando con tanta facilidad se ha dado, porque sólo realizó el cumplimiento de su deber, ya esta militarmente calificado”.

Domingo Batet acabó presentando su dimisión como miembro de la Comisión del Expediente Picasso, pues estaba escandalizado por el favoritismo con que se procedía, pidió ser relevado y transmitió al ministro de la Guerra, Niceto Alcalá Zamora, un informe sobre la ineficacia y corrupción de los oficiales africanistas, entre ellos los hermanos Franco.  De Ramón Franco cuenta sus orgías y escándalos.

Por sus escritos en el informe Picasso, Domingo Batet se granjeó muchos enemigos, sobre otros militares africanistas y escribió lo siguiente:

“Algunos oficiales de Regulares y del Tercio se sienten valientes a fuerza de morfina, cocaína o alcohol; se baten, sobre todos los primeros, en camelo: mucha teatralidad, mucho ponderar los hechos y mucho echarse para atrás y a la desbandada cuando encuentran verdadera resistencia”.

Sobre el fundador de la legión decía:

“El teatral y payaso Millán Astray, que tiembla cuando oye el silbido de las balas y rehúye su puesto y explota de la manera más inicua una herida que en cualquier otro hubiera sido leve, y por condescendencia de un médico, llega a ser grave”.

Esto ha podido ser ratificado por los historiadores Carlos Blanco Escolá y por Paul Preston. Ambos explican la habilidad de Franco con los periodistas para así forjar su leyenda y exigir la Cruz Laureada de San Fernando.  Al final de la guerra civil se la auto-concedió a sí mismo.

Otra de las cuentas pendientes de Franco con Domingo Batet, fueron los sucesos de Cataluña del seis de octubre del año 1934, cuando la Generalidad provocó una insurrección.  De esta forma lo relata el historiador Hilari Raguer:

“En la noche del seis al siete de octubre, Franco le ordenó que entrara en el Palau de la Generalidad a sangre y fuego.  El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, había encomendado a Franco la represión de la revuelta, aunque éste no tenía cargo oficial porque el jefe del Estado Mayor era el general Carlos Masquelet.  Por eso, Domingo Batet pudo desobedecer a Franco.  Quiso evitar la matanza de civiles y de soldados y apeló directamente a Diego Hidalgo y al jefe dl Gobierno, Alejandro Lerroux.  A las seis de la mañana, se había resuelto con muy poca sangre derramada”.

Franco nunca perdonó a Batet sus comentarios en el expediente Picasso ni los sucesos del seis de octubre en Barcelona, pues no pudo soportar la falta de contundencia del general catalán durante la proclamación de Companys y la desobediencia que realizó sobre su persona

Domingo Batet llevo su encierro en el penal con gran dignidad y un alto sentido del honor militar, pese a que Franco humilló a su familia.

A instancias de Franco, se le retiro la pensión correspondiente a la tenencia de la Laureada de San Fernando, que era inembargable según la ley.  Batet apeló y para contrariedad de Franco, la pensión le fue reconocida.

Las diferencias entre Franco y el general Batet eran abismales.  Los dos eran católicos practicantes pero el catolicismo de Batet era profundamente humanista, mientras que el de Franco era milagrero y oscurantistas.

Batet era un hombre inclinado hacia el liberalismo mientras que Franco era vengativo  inmisericorde y por encima de todo  antiliberal.

Juan Francisco Fuentes, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid define de esta forma a Domingo Batet:

“Militar, catalán, católico y republicano, la situación límite de la guerra civil haría imposible su posición tolerante y conciliadora, censurada, a la postre, desde ambos bandos, que crearon en torno a él una especie de leyenda negra de doble uso.  Tachado de traidor por cierto sector del nacionalismo catalán a causa de su lealtad al Gobierno central en octubre del año 1934, la extrema derecha española no le perdonó ni la prudencia con que actuó en Cataluña como jefe de la división orgánica, ni su fidelidad a la II República en el año 1936, aparte de lanzar contra el la consabida y en este caso falsa acusación de pertenecer a la masonería”.

BIBLIOGRAFÍA

Castillo Durán, Fernando del.  “El sable torcido del General”.   2006.  Barcelona.

Raguer Súñer, H.M. “El general Batet”.  1994. Abadía de Montserrat. Barcelona.

Angulo, Enrique de.  “Diez horas de Estat Català”.  2005.