El gasto militar en los Presupuestos

Según supimos el pasado 24 de noviembre, la UE aplaude el proyecto de los Presupuestos del Gobierno para 2022, aunque les pone un “pero”: son “contractivos”, es decir, conservadores y un tanto restrictivos en cuanto al crecimiento. Abro un paréntesis para señalar que no se entiende por qué el principal partido de la oposición (Partido Popular) y los otros dos partidos de la derecha (Ciudadanos y Vox) afirman que son derrochadores y que llevan al país a la quiebra. Porque podrían haber acusado de timorato al Gobierno, apoyándose en lo que dice la UE, y no de manirroto como hacen ahora sin apoyo en hechos o declaraciones de organismos supranacionales. Claro que acusarle de timorato supondría pedir que llevaran a cabo más inversión pública, lo que va en contra del ideario neoliberal que proclaman. En fin, ellos sabrán.

Yo, en cambio, me permito decir que son timoratos y continuistas, especialmente, y por lo que afecta a este espacio que infoLibre nos cede al Foro Milicia y Democracia, en lo relativo al gasto militar, al menos por lo que sabemos hasta hoy y lo que será aprobado en el Congreso de los Diputados. Y lo digo porque, al igual que en años anteriores, el Gobierno nos “vende” que el gasto militar en España queda circunscrito al Ministerio de Defensa, cuando no es así. Quedan excluidos del presupuesto de ese Ministerio gastos relacionados con lo militar que, siguiendo simplemente el criterio de la OTAN, por ejemplo, deberían contabilizarse dentro de dicho gasto militar.

Por ejemplo, son “gasto militar” los fondos destinados a la Guardia Civil, que aunque están encuadrados en el Ministerio del Interior, al ser este cuerpo “en su organización y funcionamiento” un “instituto armado de naturaleza militar”, sus dineros deberían computarse como gasto militar, a menos que, con una valentía que aún no se ha demostrado, se cuestionara desde el Gobierno, con el correspondiente decreto-ley, ese carácter militar. No deja de ser chusco que la única fuerza de orden público que lleva en su nombre el adjetivo “civil” tenga carácter militar.

También lo son los gastos destinados a I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación) relativos a la Defensa, que sin embargo se contabilizan en los presupuestos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, así como el presupuesto destinado a financiar nuestra pertenencia a determinadas estructuras militares internacionales que se contabiliza en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación.

Mientras que los militares no sean considerados “ciudadanos de uniforme”, como vengo reclamando desde esta tribuna hace ya mucho tiempo, los gastos relativos a sus pensiones (clases pasivas y pensiones de guerra) y las aportaciones a la mutua militar del Instituto Social de las Fuerzas Armadas (ISFAS), deberían ser considerados, así mismo, gastos militares.

Para acabar con este recuento, parcial y somero, seguro que voces más autorizadas que la mía llevan a cabo un estudio más profundo de todos estos aspectos, no se desglosan dos aspectos muy importantes para incluirlos dentro del gasto militar en España. El primero, la diferencia entre lo presupuestado y lo realmente gastado en 2021 (aunque aún falta más de un mes para acabar el año, se podría hacer la previsión adecuada) y el pago de la deuda generada por gastos militares y los intereses de la misma. Para hacernos una idea, en el mes de junio se aprobó destinar 3.000 millones de euros al Futuro Sistema Aéreo de Combate (FSAC) y la compra de tres aviones MRTT (Multi Role Tanker Transport, un avión de cisterna y de transporte multipropósito). No quedó claro si se trataba de un crédito extraordinario o un gasto ya planificado, pues en cuanto al FSAC, se trataba de la segunda fase del mismo.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el incremento real del presupuesto destinado a lo militar excede, seguro, de los 10.152 millones de euros del Ministerio de Defensa. Y para calcular el porcentaje real de subida (que se estima en un 8% aproximadamente) habría que tomar todos estos aspectos del año en curso para estimar ese porcentaje real.

Algo que sí debemos agradecer en estos presupuestos es la separación del presupuesto ordinario del Ministerio de Defensa (7.304 millones de euros), destinado a gastos de personal mayoritariamente, que crece poco más del 3%, del presupuesto destinado a la modernización de las Fuerzas Armadas (2.848 millones de euros), que sufre un incremento de más del 21%, del cual se destina casi una quinta parte (503 millones) a programas especiales de armamento.

Nótese que el personal merece menos subida que el armamento que maneja.

La Seguridad Nacional y la Defensa no pueden basarse ya mayoritariamente en el armamento. Un “apagón” digital dejaría sin cobertura a la mayor parte del armamento más moderno, lo que supondría la paralización prácticamente inmediata de cualquier ejército

La partida de personal crecerá un 2,71% en 2022, lo que incluye el aumento salarial del 2% como cualquier funcionario y la consolidación de las mejoras aplicadas este año y el incremento de plantilla (según el Ministerio el porcentaje de reposición será del 120%). Incidentalmente tengo que señalar que estas circunstancias quedan muy lejos de lo solicitado por las asociaciones profesionales de militares, que reclaman la “dignificación” de sus retribuciones.

No puedo evitar que, ante esta constatación, me venga otra vez a la cabeza el poema de Bertolt Brecht La demolición del barco Oskawa por su tripulación.

Y se lo debemos agradecer porque incide en la misma miopía que lleva aquejando a nuestras Fuerzas Armadas desde hace ya varios años. En la situación mundial global, el armamento convencional pierde una parte sustancial de su importancia por su dependencia tecnológica, por el riesgo cierto que suponen los ataques cibernéticos. Y para comprender por qué digo esto, señalaré tan sólo que frente a ese 21% de incremento de inversión en armamento (modernización y programas especiales), el presupuesto destinado a I+D+i, que no todo estará destinado a la seguridad informática, ya que también se investiga en modernización de armas que exportamos con bastantes ingresos derivados de la misma, aumenta algo más del 9% (939 millones de Euros), y que no se adscribe al Ministerio de Defensa, por lo que no parece “militar”.

Como dije en este artículo publicado en este mismo blog, la Seguridad Nacional y la Defensa no puede basarse ya mayoritariamente en el armamento. Un “apagón” digital dejaría sin cobertura a la mayor parte del armamento más moderno, lo que supondría la paralización prácticamente inmediata de cualquier ejército. Y no digamos ya si un pirateo informático sobre los centros logísticos permitiera al enemigo controlarlos y por tanto manejar los ejércitos de un país. Y no es algo de ficción científica. Y ello sin contar con que las guerras que actualmente se libran son de componente económico, salvo las localizadas y mantenidas con el apoyo de las grandes potencias para probar su armamento más reciente.

En resumen, del análisis de los Presupuestos no parece deducirse que haya una voluntad del Gobierno para desmarcarse de la tradición de Ejecutivos anteriores (todos han seguido más o menos la misma senda) y plantear un estudio en profundidad del tipo de Defensa real que necesita España, de la situación de los militares y su “desmilitarización” cuando actúan como ciudadanos en su vida privada, así como las medidas reales de protección cuando deben abandonar las FAS a los 45 años, la desmilitarización de la Guardia Civil y que se convierta en una fuerza de orden público civil alejada de una naturaleza “militar” que coarta muchos de sus derechos como ciudadanos.

Y eso sin entrar en asuntos relacionados con nuestra industria armamentística y otras cuestiones espinosas como la venta de armas a dictaduras que demuestran un nulo respeto por los derechos humanos. Todo ello forma parte de una concepción de Defensa Nacional diferente que necesitaría un cambio de inversión real para afrontar esa nueva concepción.

Otra Defensa es necesaria. Una que mire al futuro de verdad que nos está mostrando con insistencia este presente altamente tecnificado e informatizado, invirtiendo más en defensa cibernética e inteligencia artificial enfocada a Defensa y menos al armamento convencional. Y que, además y por encima de todo, considere a los ciudadanos que la ejercen como ciudadanos de primera, con todos sus derechos intactos mientras que una situación de emergencia no haga “emerger” al militar para la Defensa del país.

Joaquín Ramón López Bravo es abogado y periodista

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