De ejércitos y olimpiadas

Ahora que ha amainado el temporal que se abatió sobre Londres, con motivo de los Juegos Olímpicos 2012, parece llegado el momento de hacer balance de los efectos de su paso por el Reino Unido. De los muy variados aspectos que este balance presenta, voy a aludir a uno poco comentado, pero sobre el que sería conveniente que en España reflexionaran quienes con entusiasmo promueven futuras candidaturas para albergar este acontecimiento.

El coronel de Aviación responsable de la planificación del despliegue militar realizado en Londres y sus alrededores, para mejorar las garantías de seguridad durante el desarrollo del evento, ha declarado recientemente que el Ejército británico “tardará dos años en recuperar la normalidad tras su implicación en los Juegos“, dado el gran contingente de tropas que fue necesario retirar del servicio ordinario y dedicar, con urgencia, a las tareas de seguridad ciudadana.

¿Cómo puede ser esto posible? se preguntará el lector. ¿Acaso un ejército que ha desplegado y combatido en Irak y en Afganistán tiene tan limitada capacidad de reacción? El asunto tiene su explicación. Ante el temor, lógicamente fundado, de que con motivo de los Juegos se produjera algún atentado terrorista (recuérdense los inoportunos comentarios que al respecto profirió el impresentable candidato republicano a la presidencia de EE.UU., y que le valieron la rechifla general de los británicos), el comité organizador había contratado previamente los servicios de una importante compañía privada de seguridad: G4S Secure Solutions.

Pero en junio pasado, G4S tuvo que admitir que le era imposible contratar y preparar personal en número suficiente para atender al compromiso contraído. Esto ha generado una gran polvareda política en el país, que todavía sigue dando que hablar, y ha puesto además de manifiesto los riesgos que supone derivar a empresas privadas lo que debería ser una responsabilidad de los Estados, como es la seguridad y el orden público. Hábito cada vez más extendido y del que EE.UU. es ejemplo patente, cuando para proteger sus bases militares en el extranjero el Pentágono recurre a compañías privadas y el Gobierno pone las prisiones bajo la responsabilidad de empresas que cotizan en Bolsa.

Por esa razón, en vez de los 5.000 soldados que en mayo se había previsto utilizar, fue preciso movilizar 18.000 (más del triple) en un breve plazo, lo que se llevó a efecto con loable y militar eficacia. El citado coronel lo explicó así: “No es que nos sobraran 18.000 soldados; es que el Gobierno dio prioridad a los Juegos. Si se hubiera superado esa cantidad, habríamos tenido que sustraer medios dedicados a la defensa”. Aprovechó para puntualizar que los Juegos han demostrado que “el país necesita a sus soldados para otras cosas, además de combatir”. Aclaró que el despliegue en Afganistán no se ha visto afectado, pero se había rebasado en 6.000 efectivos el límite que el Ministerio de Defensa considera posible utilizar. Añadió gráficamente: “es como si estuviéramos construyendo un avión y, a la vez, volándolo”, al aludir al esfuerzo urgente y simultáneo de seleccionar el personal e instruirlo para sus nuevas misiones.

Por otro lado, declaró que el Gobierno no quería “militarizar” los Juegos, multiplicando la presencia de soldados en las instalaciones deportivas, pero se ha comprobado que eso era un temor infundado: “Ha sido una positiva experiencia para todos”. Y precisó: “Deseamos conectar con la población de la que procedemos. Esto nos ha dado la oportunidad de presentarnos como personas eficaces y próximas”.

Un general de brigada declaró que esta misión ha sido comparable, en términos de preparación del personal y de logística operativa -aunque no en riesgo militar-, a las de Irak o Afganistán. Ciertamente la operación fue de gran envergadura y requirió disponer de vastos recursos en un plazo limitado. Por ejemplo, hubo que instalar duchas y retretes transportables para un gran número de soldados: el ejército británico requiere un retrete para cada 10 personas y una ducha para cada 20.

Los detalles no se paran ahí: “Deseamos que nuestro personal aparezca bien presentado; si todos se ponen a planchar a la vez sus uniformes por la mañana, se sobrecargaría el tendido eléctrico”. Hubo, pues, que contratar los servicios de lavado y planchado diario de los uniformes. También fueron necesarios autobuses para llevar a los soldados diariamente a sus puestos de trabajo y hubo que invertir 300.000£ (382.000€) para equipar las bases temporales donde se alojaron durante el despliegue londinense. La prensa británica cuenta que las tropas consumieron más de 200.000 huevos, 21.000 litros de helado de vainilla, más de 7 toneladas de carne de bovino, 8 de salchichas, 5 de pollo, 39 de patatas y 33 de manzanas.

Es evidente que las teclas que hay que tocar para desarrollar unos juegos olímpicos son muchas y, como se ve en este comentario, algunas ni siquiera previsibles. Vaya esto en reconocimiento del esfuerzo del ejército británico, tan positivo para el éxito del acontecimiento, y al que simbólicamente hacemos merecedor de una medalla de oro.