Más problemas para octubre

Publicado en Republica.com

Si en el comentario de la pasada semana aludía a la posibilidad de un conflicto internacional incitado por Trump para apiñar en torno suyo los votos necesarios a fin de salir reelegido, hoy voy a citar otro posible campo de actuación, esta vez doméstico, con la misma finalidad.

Es la llamada “táctica de la intimidación”, para dificultar el derecho de voto a ciertos grupos sociales, recurrir a los tribunales para rechazar inscripciones de votantes y perturbar el recuento de los votos. En su primer debate presidencial Trump urgió a sus seguidores a “ir a las mesas electorales y observar con mucho cuidado”. Y amenazó, con su retorcida sintaxis: “Pido a mi pueblo -espero que sea una elección limpia- si es una elección limpia yo estoy plenamente de acuerdo. Pero si veo que se manipulan decenas de miles de votos, yo no puedo aceptarlo”. Contaría para ello con miles de “observadores” en los colegios electorales, formados por personal de las milicias de extrema derecha y de los llamados “vigilantes”.

El temor a esta maniobra ha llevado a doce gobernadores de Estado del Partido Demócrata a difundir un llamamiento en defensa de la democracia y para asegurar que “todos los votos serán contados”. Con ello replican a lo que Trump afirmó en el debate sobre la poca fiabilidad del voto por correo y su negativa a asegurar una transición pacífica del poder si perdía. En un video recientemente difundido, su hijo se expresaba así: “La izquierda radical está preparando el terreno para robar la elección a mi padre […] No podemos dejar que pase eso. Necesitamos a todos los hombres y mujeres capaces para formar un ejército que defienda la seguridad en los comicios”.

Trump se ha negado siempre a condenar públicamente las acciones de los supremacistas blancos y ahora exhortó al grupo extremista Proud Boys (Muchachos orgullosos) a permanecer “alerta y preparados” durante las elecciones, aún sabiendo que suelen portar armas y acostumbran a amedrentar a negros e hispanos. Una congresista californiana declaró esto sobre los “trumpistas”: “Amenazan a los grupos minoritarios y pobres para que no salgan a votar. Me gustaría que la policía anduviera por allí cuando aparezcan en sus motocicletas los matones armados”.

La idea general de este problema la resumió así la directora del Centro Brennan para los derechos de los votantes: “No podemos dejar que esas gentes ganen. Que los intimidadores y discriminadores nos impidan el derecho fundamental al voto. Hemos de estar dispuestos y listos. Hacer lo que podamos para impedirlo. Debemos saber qué hacer si eso sucede. Pero lo más esencial es que, a pesar de todo, vamos a salir y a votar”.

Mi insistencia en comentar los riesgos implícitos en el actual periodo electoral estadounidense obedece a la sensación generalizada, tanto en EE.UU. como en el resto del mundo, de que lo que ocurra allí en noviembre va a tener repercusiones vastas y de hondo calado. Entre la pandemia que ahora nos acosa, la emergencia climática que ya está dejando ver sus efectos e incluso sobre el áspero forcejeo político que lamentablemente padecemos hoy en España, del resultado final de las elecciones presidenciales en EE.UU. va a depender, entre otras cosas la supervivencia de la democracia tal como la entendemos. También resultarán afectadas las relaciones internacionales y los equilibrios de poder. Es mucho lo que nos jugamos ahora los habitantes del planeta.