Las Fuerzas Armadas no son el problema

Hace unos pocos años que se escuchan voces criticando lo que ha venido en llamarse Transición y cómo se llevó a cabo ésta. Suelen echar en cara que no se hiciera la ruptura lo que implicó el tener que contar con personas procedentes del franquismo que nos llevó a una reforma que transcurrió como lo hizo y nos llevó también a una democracia controlada por los integrantes de la derecha de siempre y que muchas cosas que, de otra forma, se pudieran haber hecho, se quedaran en el camino.

Bien. Es posible que algo de razón haya en ello, pero no deja de ser un acto de “presentismo” que, como siempre que se hace, adolece de errores de fondo al no tener en cuenta la situación de entonces, los códigos y condicionantes de esa época y los peligros a los que nos hubiese llevado la romántica y deseada aventura rupturista.

Se llegó a una Constitución pactada por derechas e izquierdas que nos ha sido muy útil durante todos estos años. Precisamente por ser una Carta Magna pactada por todos, ha funcionado. A sus críticos más radicales les pediría que se leyesen la Constitución de la II República, hecha por una parte de los dirigentes políticos, y que no podía funcionar porque, simplemente, no era hija del consenso. Todo ello no justifica, ni mucho menos, la sublevación militar, llamemos franquista, que nos llevó a una guerra civil y a un régimen falto de libertades y violento de casi cuarenta años en el que los intereses de la gran derecha y de la Iglesia vivieron como pez en el agua…durante bastante tiempo.

Luego, las circunstancias exigían cambios para poder seguir nadando en esas aguas y eso fue lo que empujó al pacto constitucional y a todo su desarrollo. Y no solamente a la aceptación, sino también al enaltecimiento de la Monarquía como sistema de Estado. Esa parte, no pocas renuncias y otras circunstancias, fué lo que “sujetó” a las Fuerzas Armadas – abiertamente contrarias al cambio – que veían en Don Juan Carlos a su jefe y al heredero de Franco.

El que luego organizaran varios golpes de Estado y que don Juan Carlos fuera pieza importante para abortar uno, en defensa de los intereses de la Corona, no se olvide, sirvió de vacuna y la legislación iniciada por ese gran patriota que fue el teniente general Gutiérrez Mellado, ayudaron a que hoy España disponga de unos ejércitos modernos alejados de cualquier veleidad golpista.

Dicho todo lo anterior, y mucho más que podría decirse y que ha sido tratado en libros y publicaciones, hay que plantearse ahora, desde diferentes ópticas si la Constitución de 1978 puede seguir siendo el buen instrumento que ha sido hasta ahora o si es necesario reformarla. Me voy a referir ahora simplemente al temor a las Fuerzas Armadas españolas de cara a cualquier reforma, temor que se utiliza a veces sabiendo lo que de falacia tiene. Y las Fuerzas Armadas no son el problema, ni mucho menos.

Lo primero que hay que analizar es si quienes tienen posibilidad de hacer las reformas que este país necesita, tienen también voluntad política de ello o si no es menos cierto que lo que les hace pensar en su reforma o no, se aleja mucho del interés general y se circunscribe a intereses de partido para acercarse al poder lo que, naturalmente, entra de lleno en el terreno de lo despreciable. Ese es uno de los problemas.