La lucha contra el Estado Islámico

Publicado en republica.com

Como los arcaicos escritos apocalípticos de los primeros tiempos del cristianismo, los textos de los que se alimentan los yihadistas también advierten sobre los signos que anunciarán el fin del mundo, “la hora” o “el tiempo señalado” en argot coránico:

“La piedad dará paso al orgullo, y la verdad a las mentiras, mientras prevalecerán costumbres licenciosas como la música, beber vino, la usura, el adulterio, la homosexualidad y la sumisión de los hombres a sus esposas. Se practicará el sexo en lugares públicos, las bodas entre primos cederán ante las uniones extrafamiliares y no habrá ningún imán que dirija la plegaria de los fieles…”

Pero si apenas ningún cristiano espera ya la llegada del Mesías ni ajusta su vida a lo anunciado en el “libro de las revelaciones” que dictó san Juan, para los actuales yihadistas lo que anunció Mahoma está sucediendo ya en el Medio Oriente. El régimen de El Asad, dominado por los alauíes prochiitas, reprime a los verdaderos fieles y muestra el abandono de los valores fundamentales del islam. La batalla que precederá al final está anunciada en un hadiz recopilado en el s. XIV, que anticipa el conflicto entre suníes y chiitas como otro signo del fin del mundo:

“La Hora no llegará hasta que ocurran estos sucesos: los pueblos competirán construyendo altos edificios; dos grandes grupos lucharán entre sí, habrá muchas víctimas pues ambos seguirán las mismas enseñanzas religiosas; aumentarán los terremotos; el tiempo pasará deprisa; aumentarán la aflicción y las muertes…”

Así pues, los grandes rascacielos de los Emiratos o Arabia Saudí, la guerra entre el sunismo y el chiismo son, para muchos combatientes del Estado Islámico (EI), signos inequívocos que anuncian el fin del mundo, cuando “un gran viento se lleve las almas de los creyentes resucitados ante el divino tribunal donde serán juzgados”.

Los textos citados son una muestra de las raíces del ideario que mueve a los combatientes del EI, Califato, ISIS, Daesh o como quiera que se llame. Su interpretación es un rompecabezas para los servicios de inteligencia occidentales que tratan de derrotar a lo que hoy se tiene como un grave peligro de alcance mundial.

Europol (Oficina europea de policía) supone que en las filas del ejército del EI hay unos cinco mil ciudadanos europeos, incluyendo jóvenes de ambos sexos. En su mayoría proceden de los países más desarrollados de la Unión Europea (unos mil del Reino Unido y otros tantos de Francia). ¿Qué es lo que suscita el reclutamiento más rápido y entusiasta hasta ahora conocido, que supera en mucho al de Afganistán en los años 80 para luchar contra la URSS?

Se entiende que una parte del ideario yihadista, incluida su extrema brutalidad y violencia, atraiga a jóvenes en paro, desarraigados, que arrastran una existencia marginal en los suburbios europeos, como los autores de los atentados en París. Pero muchos combatientes del EI no encajan en este perfil. El tristemente conocido asesino enmascarado, el que ante las cámaras ha decapitado a varios prisioneros y se expresa en un inglés cultivado, es un graduado universitario, programador informático que vivía en un acomodado barrio londinense. También van a luchar a Siria europeos sin antecedentes musulmanes, recién convertidos al islam.

La retórica apocalíptica no es exclusiva del EI pues también la utilizan varias filiales de Al Qaeda para atraer nuevos adeptos europeos. En Francia se habla de los “padres huérfanos”, cuyos hijos adolescentes se enrolan en la yihad, incluso procedentes de familias no religiosas y profesionales de clase media.

Una joven parisina de 15 años se despidió así de su madre: “Cuando leas estas líneas estaré en la tierra prometida… En ella moriré para ir al paraíso… Todos vamos a morir, castigados por la ira divina. Hay demasiada miseria, demasiada injusticia y llega el fin del mundo… Todos irán al infierno menos nosotros, los que luchamos por el último imán en la tierra prometida…”.

Salta a la vista la semejanza entre el antiguo milenarismo cristiano (que todavía pervive en algunos evangélicos fundamentalistas) y la moderna práctica de la yihad, que aspira a establecer un califato, bajo un soberano islámico que sea fiel a la legislación mahometana y gobierne sobre toda la comunidad musulmana, preparándola para el fin de los tiempos.

La guerra emprendida por Occidente contra el EI no es solo el enfrentamiento militar contra el ejército yihadista. Más difícil es derrotar las ideas mesiánicas inducidas por la divinidad bajo la dirección de un líder carismático, que tanto atraen a los que buscan nuevo sentido a una vida que carece de presente y de futuro.

Esas ideas encajan con las aspiraciones de los nuevos yihadistas que no encuentran su sitio en una sociedad que les rechaza. Y las modernas redes sociales hacen llegar a cualquier lugar del mundo las fantasías que muchos están deseando escuchar. El terreno en el que el EI deberá ser derrotado no es solo el campo de batalla sino las mentes de todos los que aspiran a algo que dé sentido a su vida y a su muerte. Arduo problema para los estados mayores.