España, un reino en descomposición (2)

 

La crisis del régimen de la Transición

En mi reciente intervención como presidente federal de Unidad Cívica por la República, en la Asamblea General de la citada asociación, el pasado 3 de noviembre, afirmé:

“Durante estos últimos años, los trabajadores y clases populares, hemos visto fracasar el pacto social que posibilitó la Constitución de 1978, cuyas promesas de bienestar y de libertad han resultado bien efímeras y finalmente vanas.
Cuarenta años después de su promulgación, nos encontramos con una precarización creciente; un paro de larga duración; más de cuatro millones de personas al borde de la indigencia; la hucha de las pensiones, desvalijada; los pensionistas, abandonados a su suerte; la sanidad y la educación, recortadas y privatizadas; las mujeres, oprimidas y explotadas por un patriarcado que domina tradicionalmente las relaciones sociales; los jóvenes estudiantes, sin un futuro digno; los migrantes, que huyen de las guerras provocadas por la voracidad imperialista, maltratados criminalmente; el pueblo catalán, apaleado y amenazado; las cárceles del Estado, con presos políticos, cuando no en el exilio.”

A lo anterior es necesario añadir que el albacea del dictador y último jefe de la dictadura -el rey Juan Carlos, hoy rey emérito- tiene una grave responsabilidad política en la llamada Transición, no solo por su inviolable y vitalicia posición en la Jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas, heredadas de la dictadura franquista, sino también por su desmedida fortuna, presuntamente obtenida por medios ilícitos.

Los presuntos delitos de la monarquía están empezando a ser debatidos por la opinión pública, lo que está generando un creciente rechazo a la incomprensible impunidad del rey. Prueba de ello es la reciente querella contra el rey emérito y la aristócrata Corinna presentada por Izquierda Unida y el PCE.

Por otro lado, el enorme terremoto financiero iniciado hace 10 años, con su epicentro en el corazón del imperio, ha erosionado la confianza en los políticos del establishment, que han proseguido con sus políticas neoliberales de recortes sociales, acelerando la crisis del Régimen del 78, cuyos pilares monárquico-franquistas se están resquebrajando.

Por si todo esto fuese poco, la irrupción política de la muy franquista y monárquica VOX, amparada por las simpatías que suscita entre lo más retrógrado de los funcionarios civiles y militares, es especialmente peligrosa para la democracia por su estrategia de proselitismo judicial, militar y policial. El ondear de banderas borbónicas (la bicolor) y los gritos de ¡viva el rey! en la noche electoral que les dio doce diputados en el Parlamento de Andalucía, es el preludio de lo que se avecina.

El fascismo ha emergido abiertamente en la arena política con el pretexto del independentismo catalán. La realidad es que VOX ha salido de las entrañas del núcleo duro del régimen, pues el franquismo sigue anidando en el Ejército, en la Guardia Civil, en la Judicatura, en la Policía, en el Clero -castrense y no castrense- así como en la Familia Real y sus aledaños, siendo la expresión de los más rancios valores medievales de la Corona y de la Iglesia católica, apostólica y romana.

El engendro que están alimentando desde los platós de TV, incluido un conocido programa de La Sexta, es la misma bestia que asoló Europa en los años 30 del siglo pasado, aunque ahora presente un look postmoderno, vista ropas de Armani y utilice técnicas de marketing político.

Este espectro de tiempos pasados ha recobrado vida propia y actúa con absoluta autonomía respecto a su partido matriz, el PP, buscando alianzas con otros neofascismos europeos emergentes. La felicitación de Marine Le Pen, lideresa del ultraderechista FN francés, a Santiago Abascal, líder de VOX, no deja dudas al respecto.

El desastre electoral en las recientes elecciones autonómicas andaluzas ha sido propiciado por las políticas neoliberales impulsadas por la derecha que habita el PSOE, representada por Susana Díaz y el sector felipista, lo que ha originado una fuerte abstención entre el electorado de izquierdas. Muchos simpatizantes y militantes del PSOE le han vuelto la espalda a Díaz, restando apoyos al régimen.

La demonización por parte del rey, el 3 de octubre de 2017, de los representantes democráticos del pueblo catalán, ha incidido negativamente en el imaginario popular, siendo por tanto uno de los factores que más han contribuido a la irrupción de la ultraderecha en el Parlamento de Andalucía.

La crisis del Estado español

La falta de respeto a la soberanía popular -que siempre han manifestado los Borbones, instigadores de dictaduras y contiendas civiles, cuando sus intereses se han visto seriamente amenazados- no es ajena a la grave situación por la que atraviesan nuestro pueblos, puesta en evidencia por el grave conflicto que enfrenta a las instituciones democráticas de la Generalitat de Catalunya con el Régimen del 78.

Si tenemos en cuenta, además, que líderes políticos catalanes, muchos de ellos relevantes cargos electos, se encuentran en prisión preventiva, y otros en el exilio, desde hace más de un año, pendientes de procesos judiciales de carácter político, y que varios de ellos iniciaron una huelga de hambre, poniendo en riego su vida, es evidente la grave crisis de Estado en la que nos encontramos.

La intervención del rey en la celebración de la llamada Pascua Militar ha puesto a su vez de manifiesto la falacia de sus pretensiones, muy lejos de la realidad social y de la verdad histórica. En particular, puso especial énfasis refiriéndose a la bandera del Reino de España, que es en realidad la bandera bicolor borbónica, reinstaurada por el golpe militar fascista del 18 de julio de 1936 e impuesta por la dictadura franquista, seriamente contestada por amplios sectores populares, siendo por tanto símbolo de opresión y no de unidad como pretende .

Un hecho más que corrobora la situación de emergencia democrática es el reciente manifiesto franquista contra el Gobierno de España, que preside el socialista Pedro Sánchez, promovido por un nutrido grupo de generales y almirantes, que hasta ayer ocupaban la cúpula militar, hoy en retiro o en la reserva, secundados por más de mil oficiales. Los generales y almirantes más caracterizados de esta farsa palaciega están o han estado muy relacionados con la Casa Real, lo que hace incomprensible que el discurso del rey del pasado 6 de enero no hiciese la menor mención a un asunto tan grave, poniendo en evidencia sus querencias al encubrirlos de hecho con su silencio, pues no en vano es jefe de las Fuerzas Armadas (Artº 62.h de la CE), además de jefe del Estado (Artº 56.1 de la CE) y, por tanto, supuestamente responsable del ordenamiento constitucional (Artº 8.1 de la CE).

Una estrategia democrática de salvación nacional

La ruptura con el franquismo no se llevó a cabo por las fuerzas opuestas a la dictadura que pactaron la Transición y, en consecuencia, su aparato de Estado se integró intacto en la nueva legalidad.

Judicatura, Ejército e Iglesia siguen siendo pilares fundamentales de una monarquía franquista que cierra el paso a cualquier avance auténticamente democrático, poniendo en riesgo el futuro de las clases populares y de los derechos de los pueblos.

Frente a una monarquía de origen ilegítimo, que se torna amenazante, es urgente aunar voluntades en torno al movimiento republicano emergente, amplio y diverso, apoyando los derechos sociales y nacionales, pues solo desde la libertad y el respeto al derecho de autodeterminación de los pueblos es posible construir la deseable unidad. Exijamos, pues, el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español y la libertad de los presos políticos, hoy en las cárceles del reino.

El régimen del 78 es irreformable en sus aspectos más esenciales para los intereses populares, y su Constitución un señuelo escasamente democrático, sin posibilidad alguna de constituir un instrumento político apto para transformar la realidad en favor de las clases populares expoliadas y de los derechos de los pueblos, puestos en riesgo por un rey que se complace en un pasado imperial impresentable.

La estrategia democrática frente al régimen de 78, nacido del franquismo, ha de ser rupturista para ser efectiva, y ha de articularse como un poder compartido entre las fuerzas opuestas a la monarquía. Ese gran pacto democrático habría de proyectarse en torno al bloque político y social que posibilitó el ascenso del socialista Pedro Sánchez al Gobierno de España, al que habrían de adherirse los sectores del PP y de Ciudadanos que aspiren a formar parte de una derecha democrática republicana, so pena de unir su suerte a la de una monarquía irreversiblemente franquista, incompatible con un estado de derecho.

De no llevarse a cabo este proceso constituyente de salvación nacional, la involución autoritaria en curso es muy probable que siga su avance, con la consiguiente descomposición del Reino de España, pues es improbable que un régimen autoritario, y menos aún una dictadura militar, fuese viable hoy en un país de la Unión Europea.

Por todo ello es cada vez más necesaria la abolición de la monarquía y con ella el franquismo que la acompaña, que parasita peligrosamente las instituciones del Estado; en particular sus Fuerzas Armadas, Judicatura y Policía.

Aunemos, pues, voluntades; enarbolemos con orgullo todas las banderas de las naciones y pueblos del Estado, que han de ser símbolos de unidad democrática, aunadas por la bandera tricolor, pues sin la necesaria unidad estratégica dejaríamos inerme a nuestros pueblos a los pies del enemigo, que hoy como ayer no es otro que el fascismo. Un fascismo amenazante que regresa, porque nunca se fue.

(*) Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, portavoz del colectivo de militares demócratas Anemoi, Presidente Federal de Unidad Cívica por la República (UCR), antiguo miembro de la Unión Militar Democrática (UMD).