El legado de Obama a Trump: los drones

Publicado en Republica.com

Desde que Trump se asentó en el despacho oval de la Casa Blanca ha quedado bien visible uno de los ejes centrales de su política: deshacer el legado de Obama. En todos sus aspectos: desde las relaciones internacionales hasta el cambio climático.

Un exportavoz del Gobierno de Obama declaró: “Todas las opiniones políticas [de Trump] se orientan y coinciden en una cosa: su antipatía por Obama. Es patética. Vengarse de Obama es un elemento básico. Sabe, mejor que nadie, qué es lo que estimula a los republicanos, porque ha estado años excitando a la población contra Obama y mintiendo sobre él”.

En consecuencia, ha roto mucho de lo que Obama construyó: ha abandonado el Tratado Transpacífico (al que tachó de “violador de nuestro país”); canceló los acuerdos de París porque desdeña todo lo relativo al cambio climático; rescindió el acuerdo nuclear con Irán (“el peor acuerdo jamás negociado, que podría llevarnos al holocausto nuclear”). Y ha vuelto a marcar distancias respecto a Cuba. Aborda la política exterior de EE.UU. a través de sus sensaciones personales.

En el ámbito de la política interior ha dado un giro radical respecto a Obama en lo relacionado con el derecho al aborto, el control de las armas privadas y el persistente problema interracial. Ha derogado gran número de disposiciones gubernativas sobre la inmigración, la protección del aire y del agua y el control de las redes sociales. Y obligó al Pentágono a anular la orden de Obama que permitía a las personas transgénero servir en las Fuerzas Armadas.

En fin, para simplificar, quizá lo que mejor caracteriza a Trump es que, al carecer de convicciones, ideas o un conocimiento exacto de la realidad, lo que guía sus actos es hacer lo contrario de lo que hizo Obama.

Esto es cierto en casi todo menos en una cosa: el recurso al ejército privado de drones con el que los últimos presidentes de EE.UU. vienen ejerciendo de policía, juez y verdugo desde que el país se sumió en la interminable pesadilla de la guerra contra el terrorismo.

El asesinato de enemigos individuales comenzó en Afganistán en 2001 bajo la presidencia de Bush. Obama lo expandió, estableciendo las reuniones de los martes, donde examinaba la lista de asesinables, que hizo multiplicar por diez las operaciones con drones en Yemen, Pakistán, Libia, Somalia, Irak y Siria. Al principio eran contra determinados jefes terroristas pero al paso del tiempo se extendieron a cualquier individuo anónimo relacionado con el terror.

El día siguiente a su acceso a la presidencia Trump visitó la sede de la CIA. Según informaba The Washington Post, presionó a la Agencia para que armara sus drones en Siria: “Si pueden hacerlo en diez días, háganlo”. Le mostraron un vídeo de un ataque haciéndole ver cómo esperaban a que el objetivo se alejara de una vivienda para poder atacarlo sin riesgo para sus ocupantes, a lo que solo contestó: “¿Por qué han tenido que esperar?”.

Ya durante la campaña electoral Trump sugirió que además de matar terroristas con drones había que destruir las familias porque “cuando ellos dicen que no les importa su propia vida, lo que hay que hacer es aniquilar a sus familiares”. En vez de commander-in-chief (comandante en jefe), Trump apuntaba ya más maneras de murderer-in-chief (asesino en jefe), como le ha calificado la escritora y académica norteamericana Rebecca Gordon.

El pasado mes de marzo se anunció que la Infantería de Marina prevé construir un nuevo dron, denominado MUX, que hará las delicias de los asesinos oficiales. El canal Fox anunció: “El MUX aterrorizará a los enemigos de EE.UU., por buenas razones. No será solo grande y potente: también será superinteligente. Será un dron fuertemente armado que despega, vuela, sortea obstáculos, se adapta y aterriza por sí solo, sin que nadie lo pilote”. Es decir, será capaz de desarrollar las misiones autónomamente.

Trump ha llevado la embajada de EE.UU. a Jerusalén, ha roto el tratado nuclear con Irán y dirige la política exterior de EE.UU. según sus volubles arrebatos (un día llama al presidente norcoreano “hombrecito-cohete” y otro día le califica de “líder admirable”). De ese modo, no parece que el ególatra multimillonario esté dando los pasos necesarios para obtener el premio Nobel de la Paz -que tanto envidia a Obama aunque tan insólitamente le fuera otorgado- por mucho que sus más exaltados admiradores lo soliciten.