Brindis de militares por la constitución

Publicado en publico.es

En diciembre de 1980, en un restaurante de la calle Almansa de Madrid, coincidiendo con el segundo aniversario de la Constitución Española, se celebró una cena de militares del entorno de la Unión Militar Democrática (UMD). Asistieron unas treinta personas, estrechamente vigiladas por los servicios internos de información militar. En el diario El Alcázar, referencia de la extrema derecha, apareció publicado pocos días después el primer artículo del llamado “Colectivo Almendros”, dentro de una serie dedicada a preparar el llamado “golpe de timón” (Tarradellas dixit) que finalmente desembocaría en la intentona golpista del 23F.

El grupo Almendros, asentado en los círculos del búnker militar, exigía la adopción de medidas disciplinarias contra los asistentes a la cena. No obstante, por paradójico que pueda parecer, el contenido político de los artículos de Almendros se aleja claramente de los planteamientos de la extrema derecha, que anhelaban un golpe duro, al estilo del Cono Sur, que acabara con el sistema democrático, proponiendo, en cambio, la reconducción del proceso con un gobierno fuerte de concentración. Detrás se encontraba la llamada “Operación Armada”, que trataba de promocionar como presidente al general Alfonso Armada, exsecretario de la Casa Real. La publicación en el periódico de la ultraderecha tenía un doble sentido: atraerse a este sector mediante la apelación al malestar en las fuerzas armadas y dar credibilidad a la amenaza latente de golpe de Estado. La clase política aceptaría así la solución Armada como mal menor.

A los postres de esa cena, uno de los asistentes y organizador principal del evento, el comandante del Ejército de Tierra Bernardo Vidal propuso un brindis, que cerró con estas palabras: La UMD ha muerto, ¡Viva la Constitución!. De esta forma, los militares demócratas -estos dos términos, militares y demócratas, eran rara avis y casi un oxímoron en aquellos tiempos de incertidumbre postfranquista- reafirmaban su compromiso con la Democracia, por la que habían puesto en riesgo la tranquilidad de su vida personal, familiar y profesional, y que estaba simbolizada en la Norma Fundamental que habría de garantizar la convivencia entre todos los españoles.

Bernardo Vidal murió muy joven, sólo un mes después de la celebración de esta cena, víctima de un desgraciado accidente de tráfico. El comandante Vidal, por sus cualidades personales y sólidas convicciones, ejercía un indudable liderazgo sobre sus compañeros de armas. La Asociación Foro Milicia y Democracia, que recoge el legado de la UMD, en memoria de este oficial demócrata, otorga con carácter bianual el premio que lleva su nombre a personalidades que, a lo largo de su trayectoria, hayan destacado en la defensa de los Valores Constitucionales en las Fuerzas Armadas.

Hay que recordar, y no es mal momento hacerlo en esta época desmemoriada que atraviesa nuestro país, que la Constitución había sido recibida con mucho desapego, por no decir desprecio, por amplios sectores de la derecha sociológica y de la izquierda extraparlamentaria, y desde luego con abierta beligerancia por la ultraderecha, especialmente la que vestía uniforme militar. El proceso de elaboración de la Constitución, controlado en todo momento por el gobierno de Adolfo Suárez al frente de un Estado en proceso de reforma, se basó en la fórmula del consenso, que obligó a las fuerzas políticas mayoritarias a la ponderación y transacción de sus programas.

La izquierda debió asumir grandes renuncias: aceptar sin debate alguno a la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado, aparcando sine die la aspiración a la República; dar su aprobación a la extemporánea ubicación de las fuerzas armadas en el título preliminar como garantes del sistema; prestar su aquiescencia a que se asociara al Estado aconfesional una mención de especiales relaciones con la Iglesia Católica -incluida la enseñanza religiosa concertada-; o consentir que se dispusiese un distinto régimen de tutela judicial efectiva de los derechos políticos y de los sociales. La interpretación sistemática del texto constitucional ha desactivado algunas de estas previsiones, como la autonomía de las fuerzas armadas en el cumplimiento de sus misiones, quedando sin discusión alguna bajo la dirección del Gobierno. Pero, es claro que han dejado sentir su influencia de fondo en estas décadas de democracia.

No obstante, ninguna de estas “concesiones”, por otra parte compensadas con otras disposiciones como la protección de los derechos humanos, la subordinación de toda la riqueza  del país cualquiera que sea su titularidad al interés general o la proclamación de los valores superiores del ordenamiento jurídico en la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, comprometieron la línea progresista general del texto constitucional que, además de recoger la tradición democrática española puntual del siglo XIX (1869) y XX (1931), había tomado muchos preceptos e instituciones de los modelos más adelantados de las constituciones europeas (República Federal de Alemania, Países escandinavos, Francia, Italia, Portugal).

La Constitución de 1978 puede resultar insatisfactoria en muchas de sus disposiciones desde la perspectiva exclusiva de una determinada ideología o doctrina política, y tiene abundantes aspectos coyunturales ya superados por el paso del tiempo, pero cumplió el objetivo fundamental de permitir la convivencia democrática. En este sentido, es de justicia reconocer que el consenso constitucional fue un gran acierto político que, además de poner fin a la dictadura franquista, ha alejado el fantasma de la división entre españoles, ha facilitado la alternancia en el gobierno de izquierda y derecha, y ha permitido el desarrollo económico y social en el marco de la Unión Europea.

El estado de las autonomías, regulado en el título octavo, ha facilitado el autogobierno de las nacionalidades y regiones con un alto grado de desarrollo, transcurridos ya cuatro décadas de los primeros entes preautonómicos. Sin embargo, en dos comunidades autónomas -País Vasco y Cataluña, ambas con un sentimiento de identidad nacional propio y excluyente en una parte significativa de sus ciudadanos- no se ha conseguido, con la fórmula de premiar en el régimen electoral su representación en el nivel estatal, el objetivo de integrar a los respectivos nacionalismos, sino que, por el contrario, han utilizado su autonomía para avanzar en procesos separatistas.

Por esta razón territorial, se habla de agotamiento del sistema del 78 y de la necesidad de una reforma que consiga un nuevo consenso constitucional. El incuestionable éxito de la Constitución Española aconseja la prudencia de toda reforma de fondo. Esta eventual reforma, que serviría también para actualizar la Norma Fundamental al tiempo presente, debería huir de los planteamientos asimétricos que, de forma profundamente reaccionaria, ponen a los territorios por encima de las personas y que causarían nuevos agravios y un daño irreparable a los principios progresistas -libertad, justicia, igualdad- que inspiran nuestra Constitución.

Los pocos militares demócratas que, ante el escepticismo de amplios sectores de la sociedad española y la incomprensión y el rechazo de sus propios compañeros, se reunieron para conmemorar el aniversario de la Constitución, dieron testimonio de su compromiso con los valores constitucionales cuando no eran tan indiscutidos -ni tan políticamente correctos- como ahora. Un gran ejercicio pedagógico que, aunque no fue adecuadamente aprovechado en la transformación de las fuerzas armadas, merece la pena recordar en esta nueva época de incertidumbre política.