Defensa europea y atlántica

Publicado en estrelladigital.es.

Cual profeta bíblico, el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, señaló hace poco que la Unión Europea necesita un ejército para poder tener verdaderamente una politica exterior y de seguridad común. Ciertamente. Se marcó incluso el farol de dar a entender que de existir un ejército europeo Putin no se habría atrevido con Ucrania. Con esta alusión Junker parece, sin embargo, no considerar las lecciones del pasado reciente. La crisis ucraniana, provocada por la legítima aproximación de Ucrania a la UE, no podría arroparse en un marco militar incluso tras la anexión forzada de Crimea por Moscú. Por eso la UE, potencia esencialmente civil, acordó sanciones económicas evitando, al menos, una sonrisa boba y complaciente.

En cambio, la crisis propiamente dicha sí es militar porque Rusia, como un chuletilla de barrio, se entremete armado en un callejón oscuro que no es ni de la UE ni de la OTAN. Tampoco ruso. La verdadera línea roja, el “casus bellí”, está en las propias fronteras de la Alianza Atlántica. No en las de la UE carente de disuasión militar frente a Moscú. Miembros de la UE como Suecia o Finlandia están fuera del paraguas aliado aunque, si amenazados, pedirían el amparo de la OTAN como ya hicieron en ejercicios aliados en los que participaron como invitados. La UE necesita, pues, su propia defensa. Pero el camino es aún muy largo. Requiere ir poniendo mojones irreversibles hacia la meta futura. Se intenta, aunque con dificultades.

Estas son, esencialmente, de orden presupuestario y de cómo encajar la defensa europea en el ámbito del vínculo trasatlántico. La profecía de Juncker provocó la reacción de un antiguo Embajador norteamericano en la OTAN, Ivo Daalder, presidente ahora del prestigioso Chicago Council. En un acertado artículo en el Financial Times subrayó el talón de Aquiles de la profecía: las inversiones en defensa de los europeos son insuficientes. Hace catorce años los aliados europeos gastaban como media un 2% del PIB. Hace siete un 1,5%. A partir de entonces este porcentaje ha seguido bajando por la crisis. A pesar del compromiso adoptado hace seis meses en la Cumbre aliada de Gales de volver a un 2% de aquí a 10 años, no se observan aun medidas relevantes para ello. EEUU gasta siete veces más en investigación y desarrollo, tres veces más en armamento y material y cuatro veces más por soldado que todos los aliados europeos juntos. Si construir un ejército europeo invirtiera esta situación los EEUU serían los primeros en apoyarlo, concluía Daalder.

Después de la Guerra Fría se redujo el gasto militar europeo porque Rusia lo estaba disminuyendo y respetaba los acuerdos internacionales que firmaba. Ahora, con Putin, ni lo uno ni lo otro. Hace 30 años EEUU y europeos aportaban aproximadamente en el marco transatlántico (no en el mundial) cada uno el 50% del gasto en defensa mientras que ahora los EEUU aportan un 75%. No sólo deben gastar algo más los europeos, deben gastarlo mejor comunitarizando capacidades militares. Por ahora la profecía de Juncker, aunque pertinente, solo es un brindis al sol si los europeos no tiran de la cartera.

La relación con el vínculo transatlántico requiere imaginación y buena voluntad. Nadie en sus cabales repudia la necesidad de este vínculo en materia de defensa. Pero es necesario desarrollar la defensa europea con el ejército de Juncker de manera compatible y complementaria con la Alianza Atlántica, hoy en día único baluarte defensivo de Europa. En la medida de lo posible hay que evitar duplicaciones. Los que rechazan una defensa europea magnifican esta última cuestión. Se equivocan. En primer lugar porque una defensa europea es imprescindible a la larga. Quizás, como el euro, sea de muchos y no, como debiera, de todos los miembros de la UE, pero tendrá que hacerse realidad si queremos tender hacia una UE federal. Deberán resolverse, asimismo, cuestiones delicadas como la disuasión nuclear de la que sólo disponen Francia y el Reino Unido.

Se equivocan también al no darse cuenta que la Alianza debiera de estar interesada en contribuir proactivamente a la construcción de un ejército europeo estructurado, con su propio Cuartel General principal de operaciones, precisamente para asegurar esa compatibilidad y complementariedad. Hay que agrupar a los países de la UE dispuestos a organizar y costear seriamente una defensa europea de tal manera que puedan ser tanto política como militarmente una sola voz y entidad dentro y fuera de la OTAN, como cualquier nación miembro de la Alianza. El nuevo Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, que acaba de estar en Madrid donde se preocupó también por la estabilidad en toda la cuenca mediterránea, y todos los aliados, europeos o no, harían bien en promover esta línea de actuación por el propio interés y beneficio de la Alianza, no solamente de la UE.