Contaminación radiactiva en Palomares

Tras casi cuarenta años, el problema sigue sin resolverse

El territorio de Palomares (Almería) sigue siendo el lugar más contaminado por plutonio de Europa. Tras el accidente en 1966 entre dos aviones militares de EE UU con bombas nucleares que cayeron en la zona generando una cantidad importante de residuos contaminantes, no se han realizado acciones suficientes ni por parte de EE UU ni del Estado español para que desaparezca la contaminación radiactiva.

Por Francisco Castejón, José Ignacio Domínguez e Igor Parra. Publicado en la revista Ecologista nº81.

Desde que en enero de 1966 se produjera un accidente entre dos aviones militares de EE UU sobre Palomares, una pedanía de Cuevas de Almanzora (Almería), este territorio es el más contaminado por plutonio de Europa. Es inexplicable que un Estado aliado de otro genere un problema de contaminación como este y se lave las manos. Tras las labores de limpieza después del accidente, EE UU se ha desentendido del problema de la contaminación de Palomares y, como revelan los cables de Wikileaks, el Estado español tampoco ha realizado una presión muy fuerte para evitarlo.

Aquel 17 de enero cayeron sobre la zona las cuatro bombas termonucleares de 1 MW que portaba el bombardero estratégico B-52. Como es sabido, una cayó al mar y otra vio su caída amortiguada por el paracaídas, mientras que las otras dos impactaron sobre el suelo, lo que motivó que detonara su explosivo convencional y que el plutonio que contenían ardiera y se dispersara por el territorio en forma de aerosol. Tras la caída de las bombas se realizó una operación rápida de limpieza con la que se retiró la contaminación más superficial. Se trataba de reducir en lo posible la radiactividad ambiental, sin complicarse mucho, evitando que cualquiera pudiera conocer detalles sobre las características de las bombas.

Hoy en día aún nos preguntamos por qué no se evacuó la zona tras el accidente y por qué no se descontaminó totalmente el territorio antes de permitir que la población volviera. Esto solo lo podemos entender considerando que Franco estaba en el poder y que no quería incomodar a sus amigos americanos. También cabe preguntarse por qué se permitía que la peligrosa maniobra de repostaje en vuelo del B-52 se realizara sobre el deprimido suelo de la costa almeriense. Estos aviones se encontraban volando en torno a la tierra permanentemente para poder garantizar una respuesta a un ataque nuclear preventivo de la URSS, tal como se puede ver en la película Teléfono rojo: volamos hacia Moscú.

Muro de silencio

Durante muchos años un pesado muro de silencio cayó en la zona y nadie hablaba del plutonio, porque se entendía que al publicitar la contaminación se dañaba la imagen de la zona y no se vendían sus productos. A finales de los 90, cuando ya se empezaba a inflar la burbuja in-mobiliaria, se despertó la necesidad de construir en Palomares. En ese momento las autoridades tomaron conciencia de una obviedad, que los ecologistas llevábamos tiempo denunciado: Palomares estaba contaminado.

Nuestras reivindicaciones tenían tres puntos claves: 1) caracterizar la contaminación y conocer su extensión; 2) evitar que el público pudiera penetrar en zona contaminada y 3) limpiar la zona y dejarla expedita para otros usos. A raíz de aquello Juan Antonio Rubio, el ya fallecido Director General del Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas), decidió tomar cartas en el asunto y realizar las labores de investigación para conocer el alcance de la contaminación, así como proceder a vallar las zonas contaminadas. Estas tareas se realizaron desde 2004 hasta 2011, lo que satisfacía nuestras dos primeras rei-vindicaciones.

En aquel momento se “rasgó la cortina” y pudimos tener acceso a la información de lo que había pasado. Nuestros temores y todos los rumores resultaron ciertos: se había cultivado en zona contaminada; se había removido la tierra para hacer unas balsas, lo que dio lugar a un aumento de la radiactividad ambiental que se detectó en medidores cercanos; había personas viviendo en zonas contaminadas; y finalmente los americanos habían dejado enterrados en el territorio utensilios que se usaron en la descontaminación y que a su vez estaban contaminados.

Algunos avances

Hay que decir que el Ciemat, y su antecesora la Junta de Energía Nuclear, es la institución que se ha venido haciendo cargo de la situación desde el accidente. De hecho, durante todos estos años se ha realizado un seguimiento de los afectados que viven en la zona para detectar posibles casos de contaminación. Todos los estudios se realizaron bajo el paraguas del Proyecto Indalo, financiado por EE UU, que permitía estudiar los efectos de la radiación en el territorio y las personas. De hecho, se han detectado unos 180 casos de contaminación de gravedad variable, pero está por ver los efectos que sobre la salud pueda tener esta contaminación. Ninguna otra institución ni empresa se había preocupado hasta aquellas fechas de la contaminación de Palomares: ni el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), encargado de la protección radiactiva de la población, ni Enresa, encargada de la gestión de los residuos radiactivos en nuestro país. Ni, por cierto, ningún Gobierno hasta el momento. Así que el plutonio de Palomares ha sobrevivido a la dictadura de Franco y a los gobiernos de Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy. Si bien durante el gobierno de Zapatero se realizaron los estudios de caracterización y vallado de las zonas contaminadas, quedó por resolver el problema de forma definitiva y proceder a la limpieza de la zona. Tampoco la Junta de Andalucía ha sido beligerante respecto a este tema sobre el que jamás ha tomado iniciativa alguna. Y lo mismo cabe decir de los alcaldes hasta finales de los 90 en que finalmente empiezan a exigir que se resuelva el problema.

En esta línea, debemos destacar el papel positivo desempeñado por el alcalde de Cuevas del Almanzora, Jesús Caicedo, quien ha sido un eficiente interlocutor del movimiento ecologista. Caicedo fue un agente clave en la aceptación de los ecologistas en el territorio y además ha trabajado de forma consensuada con nosotros para conseguir que se avance en la solución del problema. Él se ha comportado como legítimo representante de los habitantes de la localidad, principales afectados.

Los estudios realizados por el Ciemat han mostrado que existe en la zona me-dio kilo de plutonio distribuido en una extensión de la tierra contaminada de unas 60 hectáreas, en cuatro zonas. La contaminación llega en algunos lugares hasta profundidades de 6 metros y, en total, habría que remover unos 50.000 m3 de tierra para limpiar el territorio. Se realizó hasta un proyecto de limpieza que se sometió a consideración del CSN. En este proyecto se contemplaba la instalación de carpas para evitar la difusión de polvo y la aspiración de la tierra contaminada. Como se conoce incluso el tamaño típico de las partículas con plutonio, se había pensado someter la tierra a un sistema de cribado para reducir esos 50.000 m3 iniciales a unos 6.000, pero con la contaminación más concentrada.

Lo que queda por hacer

Durante el gobierno de Zapatero, como se ha dicho, se avanzó mucho en la solución del problema. Sin embargo, restaba un último paso: la limpieza del territorio. Y aquí topamos con un problema fundamental: en España no hay ni se piensa construir un cementerio nuclear capaz de  albergar el tipo de residuos que se retirarán de Palomares: emisores alfa de muy baja concentración. Así que hay que conseguir que EE UU se lleve la tierra contaminada y, a poder ser, pague los trabajos de des-contaminación y las expropiaciones de los terrenos.

El tiempo corre en nuestra contra. Por un lado, la contaminación se va dispersando paulatinamente por los efectos del viento y la lluvia. Por otro lado, parte del plutonio se convierte en americio, que es más peligroso desde el punto de vista de la irradiación externa. Por lo tanto hay que proceder a la descontaminación lo antes posible.

Sería necesaria una posición firme frente a EE UU que les demostrara la voluntad del Estado español para que se resolviera el problema de Palomares de una vez por todas. Y es aquí donde hemos encallado. Esta voluntad ha faltado y sin ella no es posible forzar a los norteamericanos a que limpien la zona, sobre todo teniendo en cuenta que esto supone un precedente para las otras 39 zonas contaminadas del planeta por accidentes similares al de Palomares. EE UU teme, sin duda, que tenga que hacerse cargo de los residuos generados en los otros casos de Flecha Rota (en el argot, accidentes con pérdidas de bombas nucleares) que se han dado en el mundo.

Durante el último Gobierno del PSOE se avanzó en las negociaciones y se llegó incluso a que EE UU preguntaran por los contaminantes no radiactivos de la tierra, pensando en su almacenamiento en su territorio. Se decía incluso que no era necesario realizar cribado alguno y que se podían manejar los 50.000 m3 de tierra. Sin embargo, en la actualidad está todo detenido y no se vislumbra que las negociaciones hayan avanzado. Se hace imprescindible la presión desde el territorio para que las autoridades españolas y de EE UU tomen conciencia de la necesidad de resolver este asunto. Los firmantes de este artículo se dirigieron al embajador norteamericano, James Costos, sin obtener respuesta alguna. El hecho es que la contaminación ha operado sobre esta zona privándola de las posibilidades que tienen las localidades vecinas. Tras la descontaminación empezará una nueva fase en que habrá que decidir cuál es el futuro de la pedanía de Palomares y de los terrenos liberados. Trabajaremos para que el sentido común y el respeto por el medio ambiente sean las claves en la nueva etapa. Pero el objetivo a corto plazo es que la contaminación radiactiva desaparezca del área de Palomares.