Lo que queda del ejército franquista o la reforma que Narcís Serra no quiso hacer

Artículo publicado por Isabelo Herreros en eldigitalcastillalamancha.es

Hace unos días participé en la presentación en Madrid del libro Unión Militar Democrática. Los militares olvidados de la democracia, del que es autor el albacetense Fidel Gómez Rosa, doctor en Ciencias Políticas y con varias licenciaturas universitarias en su haber. Además de lo anterior Fidel Gómez es militar del Ejército del Aire en activo, y como tal ha desempeñado en los últimos años destinos en Corea del Sur, Estados Unidos, Alemania y Afganistán. Acompañaron el evento, como presentadores, Prudencio García, coronel retirado y gran estudioso de las Fuerzas Armadas en España y Latinoamerica, Fernando Reinlein, teniente coronel retirado y periodista, el general en activo del Ejército del Aire Julio Rodríguez, que fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa durante el último gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero; y el firmante de estas líneas como anfitrión, por celebrarse el acto en el Ateneo de Madrid. Como detalle curioso, servidor de ustedes era en la mesa el único civil.

No es del evento de lo que voy a escribir, si bien quiero señalar que las intervenciones fueron brillantes, en particular la del general Rodríguez, adornada de cultas citas acerca de la oportunidad de la recuperación de memoria democrática. De lo que quiero hoy llenar esta columna es de mis impresiones acerca de un libro, que recomiendo de modo entusiasta, por entender que puede ser de gran utilidad para quien quiera conocer el papel del ejército español durante el franquismo, su instrumentalización por el régimen, y como se vivió la transición a la democracia desde los cuarteles; también se abordan las razones o sin razones por las que el gobierno de Felipe González no acometió la reforma democrática de las Fuerzas Armadas.

El libro que comento es el resultado de una tesis doctoral, dirigida en su día por el conocido profesor y tertuliano Jorge Verstrynge, que “analiza el fenómeno de los militares demócratas en las Fuerzas Armadas del franquismo y su significada contribución –nunca reconocida adecuadamente por las instituciones democráticas- al proceso de la transición política en España”. He citado textualmente un párrafo del autor, porque sin duda nadie como él puede resumir el propósito de su tesis, su investigación y conclusiones.

Para los lectores que no sepan lo que fue la UMD (Unión Militar Democrática) diremos que fue una organización clandestina, constituida en el seno del ejército español por militares profesionales, la mayoría de ellos con rango de capitán. La fecha oficial de fundación fue la del 1 de septiembre de 1974, y la de su disolución la de 26 de junio de 1977, es decir, a pocos días de las primeras elecciones celebradas en España desde la Segunda República. Tal y como es conocido, por quienes recuerden los comunicados y documentos, difundidos entonces por emisoras como la BBC, Radio París o Radio España Independiente, y publicados en prensa europea como Le Monde, la finalidad de esta organización militar no era otra que la de contribuir al restablecimiento de la democracia en España, mediante la convocatoria de unas elecciones, la promulgación de una amnistía , la modernización del ejército y el alineamiento de nuestro país con las democracias occidentales, sin que se decantara o mostrase simpatía, la UMD, por ninguno de los partidos políticos de la oposición.

Aunque la actividad de la UMD era aún muy embrionaria a mediados de 1975, ya se habían producido importantes reuniones en ciudades como Madrid o Barcelona. En la mayoría de los acuartelamientos importantes hubo profesionales que, o militaron en la organización o fueron simpatizantes, incluida la Academia Militar toledana.

Fue precisamente en Toledo donde dos años antes habían tenido lugar unos hechos de gravedad para el régimen, pero que entonces fueron silenciados, para que no se conociera que dentro del ejército había el menor atisbo de disonancia o rebeldía.

En el mes de julio de 1973, hace casi cuarenta años, cuatro alféreces alumnos de la Academia de Infantería fueron expulsados por motivos políticos, tras ser sometidos a un Consejo disciplinario, al haber sido denunciados por otros alumnos integristas, con la acusación de tener ideología peligrosa. Habían tenido el atrevimiento de ofrecerse a dar clases a los soldados analfabetos, y también habían pedido que la asistencia a la misa fuese voluntaria. A estos antecedentes se le añadieron como pruebas de cargo, las publicaciones y libros encontrados en sus taquillas: Triunfo y Cuadernos para el diálogo, y libros de autores como Aranguren o Tierno Galván. Estos fueron en resumen los antecedentes de una corriente de opinión moderna y democrática en el seno del ejército, y que sería conocida dos años más tarde.

La opinión pública española conoció con sorpresa, en el mes de julio de 1975, -si bien a través de la información que suministró el propio régimen-, que habían sido detenidos varios capitanes y un comandante del ejército, acusados de conspiración y de haber constituido una entidad subversiva. Los servicios de inteligencia seguían de cerca la actividad de estos militares, alarmados por el posible “efecto contagio” que la Revolución de los claveles portuguesa, de abril de 1974, pudiera tener en las Fuerzas Armadas españolas. Un posterior Consejo de Guerra declararía probado el delito de “conspiración para la rebelión militar”. Hasta aquí todo acorde con las leyes de una dictadura como la que padecíamos en aquellos tiempos, si bien hay que añadir que el juicio contra los capitanes demócratas tuvo lugar en marzo de 1976, precisamente cuando empezaban a salir de las cárceles los presos políticos y a regresar del exilio muchos antifranquistas.

Hubo un factor casual que hizo que la UMD fuera conocida por la opinión pública internacional, y fue la de la huida a tiempo de uno de sus miembros, convirtiéndose en el primer militar exilado desde 1939. Precisamente en julio de 1975 llegaba a París el capitán de Aviación José Ignacio Domínguez, que asumió el papel de portavoz de la organización militar clandestina, en contacto con los más relevantes periodistas galos, y los corresponsales de prensa de medio mundo; además de interlocutor con los grupos españoles de oposición al régimen franquista. Años después Domínguez sería piloto de Iberia para Iberoamérica, y en la actualidad es el abogado que batalla por la demolición de la vergüenza del Algarrobito en Almería.

Aunque con la llegada de la democracia fueron saliendo de prisión, lo cierto es que quedaron excluidos de la Ley de Amnistía de 1977, y no sería hasta el año 1986 cuando se produciría una vergonzante Ley de Rehabilitación que, si bien reintegraba en sus derechos a estos militares, lo cierto es que los tres oficiales que solicitaron el reingreso constataron, no sin indignación, que persistía el rechazo a su reincorporación entre los altos mandos de las Fuerzas Armadas, y que no les era asignada tarea alguna, por lo que se vieron obligados a pedir el retiro, en plena democracia y con gobierno socialista. No resulta extraño si tenemos en cuenta que el ministro del ramo, Narcís Serra, realizó por entonces unas impresentables declaraciones en las llegó a decir que la conducta rebelde de los miembros de la UMD no quedaba justificada por la naturaleza del régimen político de la época. La verdad es que, tanto si se mira atrás como adelante, en la biografía de tan siniestro personaje, encontramos la explicación; pero eso queda para otro día.

De todo lo anterior se encuentra amplia información en el libro de Fidel Gómez Rosa, que supone una gran aportación académica a la historia de una organización militar, cuya importancia ha querido ser minimizada, pero que, a luz de los datos y conclusiones del autor, supuso una contribución muy relevante para la consecución de los derechos y libertades de todos los españoles. En su corta vida la UMD no llegó a tener más de doscientos miembros, si bien era representativa de un sector de demócratas nada despreciable en el seno del ejército.

Una de las aportaciones del libro es también la constatación de la errática política de defensa del Partido Socialista, que si bien puede decirse que consiguió desactivar al Ejército como factor desestabilizador, lo cierto es que no tuvo preocupación alguna por democratizar y modernizar las Fuerzas Armadas, manteniendo en la jerarquía a los representantes de la continuidad franquista, al tiempo que militares con formación superior y convicciones progresistas eran y son relegados. El reciente arresto del presidente de la Asociación Unificada de Militares Españoles, Jorge Bravo, por criticar los recortes del gobierno en el Ejército y la supresión de la paga de navidad, es un dato que pone en evidencia las resistencias que existen en la cúpula militar a la hora de asumir las pautas de una sociedad democrática.